Felipe de Jesús Fernández Basilio
Desde a Janela
“Ya solo restan un año, diez meses y doce días para que se vaya a … su rancho”
La marcha ciudadana del pasado 13 de noviembre fue tan grande que con seguridad puedo decir que superó las expectativas de sus propios convocantes y ya ni hablar de las del gobierno o los partidos políticos y es que fue una marcha en la que cientos de miles o incluso más de ciudadanos decidieron salir a las calles no solo de la Ciudad de México, sino de muchas otras ciudades de todo el país e incluso del extranjero para de forma espontánea defender a la democracia mexicana.
Lo anterior es una demostración para quienes hemos calificado a la democracia mexicana como incipiente o en pañales, de que la criatura ya creció y de que aun con todas sus imperfecciones ya es parte de la identidad nacional y que una regresión al autoritarismo va a ser muy difícil de conseguir.
Y es que el temor que se ha intentado infundir desde el gobierno y afines es que el pueblo mexicano sigue siendo devoto de su gran tlatoani sexenal y que la democracia no es una creencia muy arraigada en la cultura mexicana bajo la lógica de que esa era la forma de vida tradicional mexicana y no iba a cambiar de la noche a la mañana.
Posiblemente ese error de apreciación se vio acrecentado con los resultados de las elecciones presidenciales de 2018 en las que el actual presidente y su partido ganaron no solo el ejecutivo, sino que también una mayoría importante de las cámaras que forman el poder legislativo, lo cual indujo a muchos a suponer que el equilibrio democrático había llegado a su fin y que la época del llamado “carro completo” había vuelto para quedarse.
Sin embargo, y para sorpresa de muchos, tal cosa no sucedió y lenta pero inexorablemente los equilibrios democráticos se han ido restaurando y muestra de ello han sido los fracasos de la consulta ciudadana convocada desde el gobierno para enjuiciar a los expresidentes, así como el de la revocación del mandato y aún más significativamente, el restablecimiento parcial de la pluralidad en la Cámara de Diputados en las elecciones intermedias de 2021.
Y si a todo ello le sumamos la gran cantidad de mexicanos que salieron el 13 de noviembre a manifestar su desacuerdo con la virtual desaparición de la autonomía de los órganos electorales, nos damos cuenta que los ciudadanos ya le tomaron gusto a poder decidir libremente, es decir sin intervención del gobierno en turno, a decidir quién y cómo los va a gobernar de manera periódica y cambiar a los que no funcionen de manera pacífica por medio de las urnas.
Lo anterior no es poca cosa, ya que sin intervención gubernamental la ciudadanía terminó con la hegemonía del PRI y le dio el gobierno al PAN para poco más de una década después darle las gracias al PAN y devolverle el poder al PRI y ante el desencanto de ese retorno priísta probar con MRN y su líder que prometió acabar con lo que se consideraba lo más repugnante de último gobierno priísta: la corrupción.
Sin embargo y ante el notorio desencanto que esta última opción ha generado entre muchísimos ciudadanos es que existe el temor muy fundado de que al partido en el gobierno actual le sea retirado el poder y por ello es que están intentando acabar con la autonomía de las autoridades en materia electoral.
Porque, no hay que pasar por alto que quien fue electo en 2018 (López Obrador) mintió al decir que era un demócrata liberal de izquierda, ya que al encontrarse en el poder se ha demostrado como un autócrata al estilo del PRI del siglo XX y el descubrir que la democracia ha permeado tanto en la sociedad mexicana, simplemente es algo que no puede entender ni mucho menos digerir.
Y muestra de lo anterior es que en lugar de reconocer que no a todos los mexicanos nos parece su idea de terminar con la autonomía de las autoridades electorales y ponerse a negociar modificaciones a su propuesta fin de buscar acuerdos, se radicaliza más en su postura, empeñándose a pasar su reforma electoral al costo que sea y por encima de quien sea.
Y como el tamaño de la marcha ciudadana en contra de su propuesta fue tan grande, ahora él va a convocar una contramarcha para fin de mes para intentar demostrar que puede convocar a otros miles de personas para respaldarlo; solo que López Obrador pasa por alto una cosa elemental y esa es que las marchas lucen cuando son compuestas por ciudadanos libres para protestar contra medidas gubernamentales y por el contrario, pierden toda su fuerza cuando son organizadas desde el poder para respaldar al gobierno en turno.
Muchos presidentes mexicanos se han dado baños de multitudes impresionantes y ninguno ha pasado a la historia como sí lo han hecho las protestas ciudadanas en contra del gobierno.
Pero más allá de las actitudes autoritarias y egocéntricas de López Obrador, lo que es significativo de estos tiempos, es que vamos descubriendo que la ciudadanía mexicana es consciente del poder que ha ido ganando y de que está dispuesta a defenderlo en contra de quien se lo quiera restringir y eso es lo mejor que le ha pasado a nuestro México.
La democracia mexicana ya está muy arraigada y quien pretenda hacerla menos se va a llevar un gran disgusto.
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Twitter: @FelipeFBasilio