Mar de León
Minuto
Como mexicana me gustaría que las escuelas ofrecieran la educación que merecemos como nación soberana. Me gustaría tener un presidente bilingüe. No que hable necesariamente inglés, pero que sea bilingüe, que tenga esa estructura mental que tienen los políglotas.
Hace unos años vi un video de un estudio cognitivo que hacían a niños menores de cuatro años, hijos de padres de distinta nacionalidad y que hablaban dos idiomas diferentes. Hacían la misma prueba a niños que sólo escuchaban un idioma en sus casas.
Los niños con padres bilingües eran considerablemente más atentos y se daban cuenta de más cosas que sucedían en su entorno.
La prueba consistió en que les mostraban a los bebés en una pantalla un globo que aparecía en un punto de la pantalla y después desaparecía en otro punto diferente. Lo que los científicos observaron fue que los niños con padres bilingües seguían el trayecto del globo, mientras que los niños con padres que hablaban un solo idioma se quedaban mirando el mismo lugar esperando a que volviera a aparecer el globo, sin darse cuenta de que ya estaba en otra coordenada.
Como lingüista me llamó mucho la atención este resultado porque, si bien hay gente que sólo habla un idioma y tiene muchas capacidades, si esta misma gente aprendiera un nuevo idioma tendría aún más habilidades.
En México la enseñanza de otros idiomas ha sido siempre un problema. Durante muchas décadas los alumnos de las escuelas secundarias públicas han tomado y padecido la asignatura de inglés durante los tres años del nivel y puedo afirmar que no se ha dado un solo caso en la historia de que un alumno haya aprendido a hablar el idioma con esas clases.
Tenemos que enseñar a nuestros niños y jóvenes a hablar otros idiomas y otros lenguajes, como el de la computación o el de las matemáticas o el de la música, para que nuestros egresados tengan herramientas que les permitan pensar mejor y ser más competitivos en el mercado laboral.
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