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    Felipe de Jesús Fernández Basilio
    Desde a Janela

    “Ya solo restan un año y quince días para que se vaya a … su rancho”

    Con la presentación del paquete fiscal en lo general y especialmente con la del presupuesto de egresos del gobierno federal para el 2024, el último de la administración de López Obrador, nos damos cuenta que quienes decían que iban a ser diferentes, en realidad, no escapan a las “tradiciones” del México del siglo XX.


    Ya que al conocer tanto lo que el gobierno pretende gastar, como la manera de distribuirlo y sobre todo la manera de obtener los recursos para lograr ambas cosas, nos queda muy claro que el llamado “año de Hidalgo” regresó con más fuerza que nunca.
    Primero que nada, es necesario hacer un refrescamiento de la memoria, ya que en estos tiempos buscan por todos los medios que haya olvidos colectivos en cuestiones que no conviene el recuerdo, y explicar en qué consistía el famoso “año de Hidalgo”.
    El “año de Hidalgo” no era un nombre que se le pusiera a un año calendario para dedicarlo al héroe nacional que lleva ese apellido, aunque sea una costumbre dedicar cada año civil a un personaje de la historia nacional, cosa que se ve en muchos documentos oficiales y que, por cierto, este 2023 está dedicado a uno de los personajes más sanguinarios que México conoció: Francisco Villa; muy probablemente esto se deba a la devoción que el presidente manifiesta tener hacia los delincuentes sanguinarios.
    Pero volviendo a nuestro tema, el “año de Hidalgo” se refiere al último año de cualquier administración y tomó su nombre de la picardía popular que, ante la voracidad de los gobernantes salientes, sus colaboradores y familiares, con ingenio a partir de los setentas del siglo pasado, dijeron que el presidente, los gobernadores o los alcaldes les decían a sus gentes que estaban en el año de Hidalgo y que por ello “que chingue su madre el que deje algo”.
    Y en efecto, tal era el desfalco que las arcas públicas sufrían al final de cada administración, que se dio lugar a las crisis sexenales o de cambio de gobierno, y es que el gobierno que entraba no tenía un solo peso y ni manera de recuperarlo, ya que estaba comprometido con el saliente, ya que le debía su propia existencia a ese “año de Hidalgo.
    Y es que el “año de Hidalgo” tenía dos objetivos, siendo el primero que los salientes se llevaran la mayor cantidad de dinero o privilegios posibles, mientras que el segundo consistía en financiar las elecciones y así garantizar una sucesión ordenada entre camaradas del partido oficial.
    Siendo por ese par de razones que los presupuestos eran muy elevados y la herencia para el sucesor era un endeudamiento enorme.
    Pues exactamente eso es lo que vamos a ver el 2024, ya que para cubrir el presupuesto de egresos se va a recurrir a un endeudamiento como no se había visto en las últimas décadas, y es que tanto el presidente como los gobernadores que salen el próximo año tienen que resolver su vida, la de sus colaboradores y la de sus familiares.
    Y, aparte de eso, no deben escatimar recursos para tratar, al precio que sea, que sus designados los sucedan y por ello vamos a ver ejércitos de “servidores de la nación” y de burócratas, recorriendo calles casa por casa coaccionando y/o comprando votos para los candidatos oficiales, lo mismo veremos un incremento substancial en las granjas cibernéticas con exactamente la misma finalidad, y ni que decir de un incremento atípico en los programas sociales.
    Pero todo eso cuesta y mucho, así que los recortes presupuestales y el endeudamiento van a ser históricos, y esto que les digo es total y absolutamente corroborable al consultar tanto la proyección de ingresos como el proyecto de presupuesto de egresos.
    En dichos documentos emitidos por el mismo gobierno (Secretaría de Hacienda) se ve claramente el endeudamiento multimillonario y la distribución del dinero, destinado en su mayoría a la opacidad militar y a la llamada Secretaría del Bienestar que coordina tanto programas sociales como a los llamados servidores de la nación.
    Así que el año que entra, cuando vean el dispendio en lo que comentamos en este texto y antes de votar piensen en que ese dinero hubiera servido mucho más para atender los rezagos en seguridad pública, en salud y en educación.
    Y más, porque la transformación que no fue en lugar de cambiar para eliminar la corrupción y mantener las finanzas públicas sanas, como tanto lo pregonaron todas las mañanas, en realidad resultó resucitadora de viejas prácticas que ya creíamos haber superado.
    Ya vimos el regreso del “dedazo”, ahora estamos viendo el del “año de Hidalgo” y el año que entra, van a intentar el retorno del “fraude electoral” con todas y cada una de las modalidades que tenía y muchas otras nuevas.
    No son diferentes, son peores.
    felfebas@gmail.com
    Twitter: @FelipeFBasilio