El Partido Revolucionario Institucional fue el arquitecto del México moderno. Fue el partido que impulsó la existencia de las grandes instituciones que forjaron este país, desde las escuelas y universidades públicas, los hospitales y la seguridad social, la CFE y Pemex, hasta las instituciones autónomas modernas como el Instituto Nacional Electoral, o el de Competencia Económica, o incluso el de Acceso a la Información. Fue el partido que encabezó los gobiernos que crearon los programas sociales de apoyo a los más necesitados y que siempre promovieron el desarrollo y la justicia social.
El PRI fue el partido que surgió después de la Revolución para erradicar de una vez y para siempre los cuartelazos y asonadas; fue el partido que aglutinó a campesinos, obreros y profesionistas; hombres, mujeres y jóvenes que aspiraban a un México mejor.
Fue un partido que siendo gobierno supo entender el mundo y sus momentos; transitó de un modelo de economía cerrada que protegía a sus sectores productivos a un modelo de economía abierta y globalizada.
Cometió errores en el camino, pero fue más lo bueno que lo malo. Estoy convencido de ello. El problema es que lo bueno está muy distante y lo malo está muy presente.
Supo perder batallas políticas y entendió las lecciones para recuperarse y volver a ganar. Lo demostró cientos de ocasiones en municipios, estados e incluso a nivel nacional.
Ése fue el PRI de Jesús Reyes Heroles para impulsar la democracia que hoy vivimos en este país.
Ése fue el PRI de Luis Donaldo Colosio, que entendió que México estaba cambiando y el PRI tenía que seguir su propia ruta de modernización.
Ése es el PRI en el que a mí me enseñaron que valíamos tanto por revolucionarios como por institucionales.
Yo me formé en la adversidad; nadie me ha regalado nada. Quien me conoce sabe que nunca he sido el consentido de un Gobernador o un Presidente. Me he ganado siempre mis espacios de representación partidista y de administración pública por capacidad y trabajo.
Mantuve hasta hoy una férrea militancia que defendía al PRI en público y en privado; siempre con sustento ideológico y la razón en la mano.
Defendí siempre lo que el partido postulaba como el arquitecto de ese México moderno que hoy vivimos; entendí que como en toda organización humana había hombres y mujeres valiosos y otros que sólo manchaban las siglas; por eso siempre defendí lo que el PRI significaba y pocas veces a las personas que de él emanaban.
Hoy ese PRI no existe; murió.
Asistí a su entierro cuando permitimos que Alejandro Moreno Cárdenas se quedará en la Presidencia del Partido; debimos haberlo sacado a empujones, como él saca a quien le estorba.
Por eso me voy del PRI. Nunca imaginé que pudiera estar fuera de ese partido que desde joven soñé con dirigir y que tuve oportunidad de hacerlo a nivel municipal y estatal.
Verdaderamente me duele dejar mi militancia, pero lo hago consciente de que no puedo seguir siendo parte de las farsas locales y nacionales.
La gran magia que hacía fuerte al PRI es que podías estar en contra de un gobernante emanado de sus filas, pero en ese PRI también tenían cabida las expresiones que pensaban diferente a aquellos que temporalmente tenían el poder. Ahí, en ese PRI cabíamos todas las expresiones.
El PRI era grande por eso, porque todos podíamos opinar y estar presentes; los que gobernaban y los que no; los que pensaban de una manera o de otra. El PRI nos aglutinaba.
El problema es que hoy no gobernamos y el PRI se volvió una pandilla. Y si no piensas como la pandilla, entonces eres un traidor.
Perdón amigas y amigos, el gran traidor no soy yo, es el dictador del PRI, Alejandro Moreno Cárdenas. Los demás somos sus víctimas, pero hábil y marrullero como es, muchas veces ha logrado que las cosas aparenten circunstancias inversas.
Alito no es el salvador del PRI, no es su ideólogo ni mucho menos su mesías. Es simplemente su enterrador; y aspira a todas luces a quedarse como administrador de la derrota.
Moreno Cárdenas es el dueño de la franquicia del Titanic y nos quiere dar un violín para que toquemos en cubierta. Y es el dueño, no el capitán, porque si fuera el capitán podría cometer errores, y se hundiría con el barco. Pero tengan claro algo, el famoso Alito no se va a hundir, va a negociar su futuro y se quedará con una pequeña franquicia que le permita venderse al mejor postor.
De ese PRI, ni yo ni muchos podemos formar parte; algunos se han ido de manera silenciosa, otros públicamente.
Yo me voy triste de lo que veo y preocupado por México y Veracruz.
Fui candidato del PRI y de la Alianza Va por México en 2021, y desde entonces he explicado que la coalición es muy difícil que funcione porque no hemos sabido articularla en tierra. Tengo la esperanza de que el ímpetu de la sociedad logre propulsar la verdadera integración de los partidos y los ciudadanos que luchan por salvaguardar nuestra democracia amenazada.
Desgraciadamente, el PRI es un modelo político agotado que pudo transformarse y no lo hizo; que pudo modernizarse, pero el Presidente Alito no quiso hacerlo; siempre ha pensado más en él que en la institución.
Sigue con sus prácticas de engaño y verdades a medias; miente a los de adentro y a los de afuera. Y va directo al fondo del mar. Ahí está la cascada de renuncias que ha tenido. Todas con los mismos señalamientos de forma y de fondo.
En el PRI, las decisiones son de Alito y el Frente Amplio por México no ha podido articularse entre los partidos que lo conforman y mucho menos integrar a la sociedad civil en sus decisiones.
Los que observamos con claridad el tema estamos en el peor de los mundos: si lo señalamos e incluso nos vamos, somos traidores; si nos quedamos, somos unos verdaderos idiotas.
Yo no soy traidor; nunca lo he sido. No me voy porque no vaya a ser candidato para algo; no me voy porque no me hayan ofrecido una posición o porque no pudiera ser parte de un Comité. Me voy porque el PRI en el que yo creía ya no existe. Me voy porque no me gusta ser comparsa de esta farsa.
Me voy porque en mi escala de valores primero está México y Veracruz, y veo como este hombrecillo de Campeche quiere hundir al partido y pegarle a la línea de flotación del Frente Amplio por México.
Por eso tengo que terminar hoy con esa militancia de 29 años. No puedo ser incongruente y seguir callado.
Seguiré trabajando por México y por Veracruz, aunque no sé desde qué trinchera lo haga; puede ser desde la sociedad civil y el análisis político. Pero lo que sí puedo decirles es que nunca lo hubiera imaginado; jamás esperé en cualquier escenario, tener que redactar estas líneas.
Creo que todas y todos tenemos que seguir dando el mejor esfuerzo para que el destino de nuestro país y de nuestro estado sea el correcto.
Ojalá sean más los que lo entiendan para buscar una ruta conjunta y correcta con el fin de abonar al desarrollo de México.
Me voy agradecido y nostálgico. No me queda más que agradecerle su solidaridad a todos mis compañeros y compañeras con los que transité en casi tres décadas de vida partidista.
Vendrán otras batallas. La política, como la sociedad, tarde o temprano se acomodará y yo seguiré con integridad tratando de ayudar a construir ese mejor México y ese gran Veracruz que merecemos nosotros y las futuras generaciones.
Hoy sólo renuncio al PRI de Alito porque no puedo ser partícipe del gran desastre que tiene en el país y del que va provocar en Veracruz.
Lo veo venir y lo alerto desde hoy: como los huracanes cuando anuncian su trayectoria, Alejandro Moreno ya nos enseñó cómo va a desbaratar lo que queda de PRI y al FAM se lo llevará entre los vientos.
Mi respeto a Héctor Yunes, Pepe Yunes y Anilú Íngram, que siguen en una lucha desde esa trinchera, pero como lo plantea Alito y sus formas, me parece infructuosa.
Lo reitero y lo dejo claro: sólo renuncio al PRI de Alito.
Muchas gracias.
Renato Alarcón Guevara
Ex Presidente del Comité Directivo Estatal del PRI en Veracruz.