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    Mar Levet

    Minuto

    “Cuando le preguntaron a Albert Einstein cómo funcionaba la radio de transmisión, dijo que el telégrafo es como si fuera un gato muy largo. Si jalas su cola en Nueva York, su maullido llega a un callejón en Los Ángeles. La radio funciona de la misma manera, mandas señales aquí y son recibidas allá, la única diferencia es que no hay gato.”

    Bob Dylan

    Casi todos los oficios del mundo demuestran un rasgo de locura, de ahí existe el cliché del científico loco, por ejemplo.

    Pero no es que esté loco el científico, es que es capaz de ver cosas que están ahí y que la mayoría de las personas ignoran.

    Hay algo que hacemos quienes nos dedicamos al fino, delicado y demandante arte de la escritura.

    Y es que, la forma mental de los escritores es ruidosa. Nuestros pensamientos se agolpan y algunas veces se presentan tan estridentes que es necesario decirlos en voz alta, predicarlos. Probablemente, muchas de las madres de escritores tuvieron la impresión de que sus amados hijos hablaban solos o con amigos imaginarios por esta razón.

    Pero sólo pensamos en voz alta porque es una actividad que ayuda a estimular la creatividad, no es que hablemos solos.

    Sylvia Plath es el caso más conocido en la cultura occidental sobre el tema que hoy abordamos. Sin embargo, existen más casos igualmente trágicos sobre escritoras que pasaron el límite de la locura y terminaron con su propia vida, otras, como Alda Merini, sólo pasaron 20 años en hospitales psiquiátricos… Tal vez, ser una mujer claramente brillante era difícil en esos tiempos, como lo es ahora también.

    “El 4 de octubre de 1974, Anne Sexton almorzó con Maxine Kumin para revisar las galeradas del manuscrito de Sexton The Awful Rowing Toward God (El horrible remar hacia Dios), programado para publicarse en marzo de 1975. Al volver a casa se puso el abrigo de piel de su madre, se quitó sus anillos, se sirvió un vaso con vodka, se encerró en el garaje, y encendió el motor de su automóvil, suicidándose por intoxicación por monóxido de carbono. Sus restos se hallan en el cementerio-crematorio de Forest Hills, a las afueras de Boston.”

    Ya que la escritora y periodista Rosa Montero ha sido bien galardonada y reconocida, tal vez en España no sea tan difícil ser una mujer brillante…

    Un caso más reciente es Esmé Weijung Wang, estadounidense de padres taiwaneses de origen humilde. Su enfermedad (trastorno afectivo bipolar, diagnosticado en ella a la joven edad de 20 años) llegó a interrumpir sus estudios en Yale, y fue internada contra su voluntad en 2002, 2003 y 2011.

    “Es difícil expresar con palabras el horror que supone ser ingresada contra tu voluntad –comparte–. En primer lugar, resulta aterrador que te metan a la fuerza en un espacio pequeño del que te prohíben salir. Tampoco sabes cuánto tiempo estarás allí, porque nadie lo sabe. No tienes contigo las cosas a las que les tienes apego: tu diario, la pulsera que te dio tu abuela, tus calcetines favoritos, tu osito de peluche”.

    Instagram: @marger.deleon