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    Felipe de Jesús Fernández Basilio

    Desde a Janela

    “Ya solo restan dos meses y diecinueve días para que se vaya a … su rancho”

    Vamos a suponer que consejeros y magistrados electorales sucumben ante los nada melodiosos gritos, no cantos, del gobierno y se suicidan fallando en contra de la voluntad de los electores y le otorgan la mayoría calificada al próximo gobierno para que pueda “refundar” al Estado mexicano.

    Seguramente, la próxima presidente (quien dice que ya no se pertenece a sí misma, bueno, en realidad sabemos muy bien que nunca lo ha hecho políticamente hablando, y sabemos también, a quien siempre ha pertenecido y a quien pertenecerá) podrá reescribir a placer la constitución, incluso al grado de que ésta sea irreconocible en relación a la que está hoy vigente.

    Y así, por ejemplo, después de pasar el cuarto de centena de reformas que le dejaron de tarea, bien podría presentar una iniciativa para permitir la reelección presidencial y así como buena pupila que siempre ha sido poder devolverle en el 2030 el poder formal a quien se lo está dando ahora.

    Obviamente, quedaría reformado el poder judicial federal con la magnífica idea de que jueces, magistrados y ministros sean electos por medio del voto popular siendo candidatos quienes designe el gobierno, el legislativo (también el gobierno) y el mismo judicial (en la segunda generación también el gobierno) y con estos nuevos togados propuestos por el gobierno y electos por el llamado “pueblo sabio” se acabarán los problemas de inaccesibilidad a la impartición de justicia.

    Ya que cuando los jueces federales, solo los federales, sean democráticamente electos las pensiones alimenticias serán pagadas sin chistar, las personas privadas de su libertad sin sentencia tendrán resuelta su situación en un abrir y cerrar de ojos, las víctimas de la usura verán arreglados sus problemas y solo pagarán lo justo sin perder sus bienes y así, un interminable etcétera de soluciones milagrosas a todas las deficiencias del sistema judicial mexicano.

    Podemos resumir la reforma al poder judicial de la federación con el siguiente estribillo: “Con mi juez de distrito electo, ahora sí la justicia llegará a los más necesitados”

    Nada más que en esta paradisiaca imagen se avizoran un par de problemillas que seguramente ya deben de tener muy identificados:

    Siendo el primero de ellos que al “Supremo Gobierno”, esa expresión constitucional del siglo XIX se va a restaurar plenamente, le gusta el autoritarismo y supongo, que aun más con la doctora marxista al frente, ya que es de manual saber que el marxismo empoderado y la represión son como el pan y la mantequilla, hacen un maridaje perfecto y, por ello mismo, han aumentado y aumentarán el catálogo de delitos por los que con el solo hecho de ser señalados como posibles perpetradores de los mismos, haya que estar en prisión preventiva mientras se investiga si realmente se cometieron o no; y como estarán en la constitución no habrá juez que pueda evitar esa situación.

    El otro problema que se presenta, curiosamente es todo lo contrario al anterior, y se trata de la magnanimidad presidencial, ya que con la famosa amnistía que se acaba de publicar, toda investigación y todo proceso judicial saldrán sobrando; ya que si se sabe llegar al corazón de quien esté en la presidencia, literalmente tanto los pecados como sus consecuencias serán borrados y sin que importe lo que un juez haya sentenciado o vaya a sentenciar.

    También la transparencia y el acceso a la información serán parte de la historia y muchos “empresarios” seguirán festejando que con este gobierno hicieron dinero como nunca; ya que nadie sabrá bajo qué condiciones fueron contratados.

    E igualmente, van a desaparecer o serán reducidas de tal manera que no estorben a la construcción de la mayoría calificada en favor del gobierno las diputaciones plurinominales, y que esa mayoría será un regalo que llegó para quedarse, ya que sin ella es imposible gobernar como debe de ser; ya que no hay que olvidar que una máxima mexicana es que el mando nunca se comparte y menos se reparte.

    Bueno, esto es una parte de lo que hasta el momento se sabe, ya que con una mayoría calificada realmente nunca se sabe qué capricho se le pueda ocurrir al mandatario en turno e igual y se cambia el régimen de la propiedad privada o el sistema bancario o se vuelve México un país militarista.

    En el futuro inmediato se percibe un cambio hacia el marxismo en su versión latinoamericana, pero no se descarta que después venga un ultranacionalismo o incluso una teocracia.

    La verdad es que, con una mayoría calificada al servicio de una sola persona, nunca se sabe que ocurrencias puedan surgir y las posibles locuras provenientes de estas son tan ilimitadas como la mente humana lo es.

    Así que para evitar estas zozobras innecesarias es preciso no perder de vista a las autoridades electorales y presionarlas para que den a cada fuerza política la representación que obtuvo en las urnas y también para que haga valer el que ninguna fuerza política (llámese esta partido o coalición) pueda pasar del 60 por ciento de la cámara tal y como lo dispone la propia constitución; ya que, si se abre la puerta del absolutismo, no va a haber vuelta atrás. 

    felfebas@gmail.com

    Twitter: @FelipeFBasilio