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    Sergio González Levet

    Sin tacto

    Dice la Wikipedia a quien la consulte sobre el término que una “lengua franca, lengua vehicular o lengua general (también en latín medieval e italiano lingua franca) es un idioma adoptado de forma tácita para un entendimiento común entre personas que no tienen la misma lengua materna”.

         En la historia del mundo occidental, la lingua franca por antonomasia fue el latín, llevado por los romanos a todos los rincones de su vasto imperio al grado tal que después de su caída pervivió como lengua materna de muchas regiones de Europa, lo que dio origen a las lenguas romances (español, francés, italiano, portugués, catalán, valenciano, gallego, rumano).

         En la actualidad, la lingua franca que predomina es el inglés, que tiene casi 1,500 millones de hablantes. Con él prácticamente cualquier persona puede comunicarse en la mayor parte del planeta, porque casi siempre encontrará alguien que mastique la lengua de Shakespeare, tan echada a perder por los pragmáticos gringos, por cierto.

         Aquí debo detenerme para hacer una precisión, y es la diferencia entre lengua materna y lengua hablada. Muchas fuentes señalan que el idioma que más hablantes nativos tiene el mundo es el chino mandarín, con 1,138 millones de habitantes, y le sigue el inglés con 900 millones, el hindi con 609 millones, el español con 559 millones, el francés con 309 millones y el árabe con 274 millones.

         Pero si atendemos a las personas que además de hablar su idioma natal dominan el inglés, la cifra original se eleva a 1,500 millones, porque hay muchos países que lo emplean como un segundo idioma -una lingua franca-, como es el caso de la mayoría de los países europeos. En los Países Bajos, por ejemplo, más del 90 por ciento de la población entiende el inglés y lo usa cotidianamente. Hay universidades, como la de Twente, en las que dan todas las asignaturas en inglés.

         Hablar inglés, me ilustra mi hija experta en el tema, es tener acceso a la comunicación más universal de nuestro tiempo, a los últimos progresos de la ciencia, a los adelantos de la tecnología, a los negocios y a la venta comercial de productos y servicios. También permite poder viajar por todo el planeta con la ventaja de encontrar siempre a alguien que sepa inglés.

         Conocer la lengua originalmente británica sirve para muchas otras cosas importantes, como entender los que dicen las canciones de los Beatles y entrar al mundo maravilloso de las letras del cantautor Bob Dylan, que obtuvo el Nobel de Literatura.

         No entro aquí en consideraciones sobre el valor del inglés como idioma, ni su capacidad comunicativa, ni la belleza que pueda tener. Sin embargo, se puede afirmar sin temor a equivocarse que es el idioma más utilizado en el mundo.

         Es una lengua que casi todos hablan menos el Patriarca, pero esa es otra historia.

    sglevet@gmail.com