Destacado

    Síguenos ahora también en WhatsApp. Da clic aquí

    Mara I. Cruz Pastrana

    En esta semana que se conmemoró el 13 de enero, el Día Mundial de la lucha contra la Depresión, hablemos de depresión política que es un término que se ha venido utilizado cada vez más en los últimos años y describe el estado emocional de las personas que se sienten abrumadas, frustradas y desesperanzadas por la situación política en su entidad, en el país o el mundo. Aun cuando la depresión política no es un diagnóstico médico oficial, es un fenómeno que ha sido reconocido por psicólogos, sociólogos y expertos en salud mental.

    La depresión política no es una ocurrencia ni mucho menos un fenómeno nuevo, pero en la actualidad ha ganado relevancia debido a la creciente polarización política, la desigualdad en muchos ámbitos incluido el económico y la percepción de injusticia y corrupción en la vida política.

    Podemos tomar como antecedente el caso de Estados Unidos, donde la depresión política se asocia a la elección de Donald Trump en un segundo periodo como presidente de ese país, ya que, si en 2016 muchas personas se oponían a su estilo de gobernar y hacer política, actualmente muchos ciudadanos se sienten abrumados por la desesperanza que esto les representa. Sin embargo, la depresión política no se limita exclusivamente a un país o una ideología política específica, sino a los sentimientos de frustración y desilusión que los líderes políticos que dirigen los destinos de muchos países causan.

    Hoy en día la depresión política puede ser causada por diversos factores, como son la polarización política que crea un sentido de división y conflicto; la desigualdad económica que crea un sentido de desesperanza que especialmente aquellos excluidos y marginados sienten; la percepción de falta de transparencia y corrupción que genera un sentido de desconfianza en la clase política y eso sucede en todo el mundo. Los medios de comunicación y las redes sociales con su constante exposición a noticias negativas y polarizadas, contribuyen a que la ciudadanía desconfíe y viva una sensación permanente de ansiedad.

    La sensación en relación con la política no cambia y los líderes políticos no se interesan en escuchar a la gente y la desconfianza se incrementa sobre todo en temas como la seguridad, la economía o el medio ambiente. La ciudadanía cree que la política no es relevante y que no hay nada que se pueda hacer para cambiar la situación a pesar de las oportunidades que se dan cada elección a las nuevas opciones de gobierno y esto tiene consecuencias serias para la salud mental y el bienestar de las personas.

    La depresión política puede llevar a la gente a desconectarse o aislarse de la sociedad, lo que empeora la sensación de desesperanza e incrementa los problemas de salud mental que llevan a la gente a perder interés en la política y a sentirse apáticos y poco participativos para conectar con otros, fomentando sentimientos de egoísmo, poca empatía y nulo interés en temas como la prevención del delito o la participación ciudadana.

    Los seres humanos por naturaleza somos gregarios y necesitamos aprender más sobre los temas que nos ayudan a sentirnos empoderados dentro de nuestra sociedad y menos desesperanzados; es necesario participar en actividades políticas, como votar o asistir a reuniones comunitarias donde se plantean las soluciones de temas que nos preocupan en nuestro entorno.

    Si practicamos la gratitud y nos tomamos un momento para reflexionar sobre las cosas que recibimos de la vida política en nuestro entorno, como pueden ser los programas sociales o las obras públicas que nos benefician a todos, entonces practicaremos la gratitud con nuestros gobernantes y políticos lo que nos impedirá sentirnos inconformes.