Cecilia Muñoz
Polisemia
“Hay que aprender a aceptar y a tolerar a los otros tal como son”, decía, palabras más, palabras menos, cierto portal de Internet dedicado a las noticias y al entretenimiento femenino. La nota: el padrastro de Kim Kardashian –la famosa socialité estadounidense, estelar de su propia show–, Bruce Jenner, aceptaba que sus operaciones y transformaciones pasadas forman parte de su proceso para convertirse en mujer.
Y si hay algo que me gusta de Internet es la palabra “comentario”. Porque en tal sección siempre constato dos opciones: vamos mal, o vamos bien.
Como es usual, corroboré la primera.
Porque los comentarios en general hacían referencia al horror, al ridículo y a la incomprensión. Alguno incluso equiparó la transformación de Bruce Jenner con un berrinche resultado de no aceptar su cuerpo, como quien le dice a la amiga a la que le sobran cinco kilos que se quiera. Incluso hubo quien reprobara su homosexualidad, no mencionada en ninguna parte y la cual ni me consta ni me interesa, más que para resaltar la lógica del pensamiento común: identidad de género = preferencia sexual.
Por su parte, México no se quedó atrás. En Jalisco, la profesora de secundaria Andrea Carolina causó controversia por el solo hecho de haber nacido como “Sergio González”. Con ese nombre empezó a dar clases, pero evidentemente decidió que no podía más con ello, así que se cambió de nombre, se puso falda e hizo uso del baño de mujeres. Empezó a actuar como mujer, pues.
Los padres, espantados, se plantaron frente a la secundaria y exigieron la destitución de la maestra, bajo el argumento de que los estudiantes se sentían “confundidos y temerosos”. Naturalmente las opiniones se dividieron, como lo demuestra el debate al respecto que se dio en el programa “Periodismo en plural”, donde destacó por lamentable la participación del periodista José Antonio Fernández. De acuerdo con este señor, los padres de familia que protestaban estaban en lo correcto, pues la orientación sexual de los adolescentes estaba en riesgo ante el ejemplo de la maestra Andrea Carolina, quien podría provocar alumnos “feminoides”.
Hoy, Andrea Carolina puede seguir dando clases, pero los padres de familia pueden decir si quieren que ella siga impartiéndoselas a sus hijos. Y Bruce Jenner se “volverá” mujer gracias a la cirugía, proceso del cual parece que podremos ser testigos gracias a la magia del reallity show.
Pero mientras, seguirán causando polémica no gracias precisamente a la ignorancia, sino a la testarudez y falta de flexibilidad mental de quienes maduraron creyendo que la única forma de expresar la sexualidad humana es la heterosexual, y que el género es una identidad inamovible planteada únicamente a través de la genitalidad. Peor aún, seguirán causando polémica por aquellos que se niegan a aceptar que el género (masculino o femenino) es una convención social rígida que daña a quienes no se sienten parte de ella. No olvidemos a Leelah Alcorn, la adolescente transgénero que –como sabemos gracias a la carta suicida que dejó en Tumblr– desde los cuatro años supo que su ser hombre era más que una identidad, un disfraz.
Nótese que Leelah subrayó que se dio cuenta de su verdadera identidad desde los cuatro años. Como ella, otros trangéneros podrán corroborrar que desde muy jóvenes se supieron ajenos a su propia corporalidad… Tan solo imagínese mirarse al espejo y no encontrar en el cuerpo su propio ser.
Más allá de las cuestiones jurídicas a las que apelan los críticos de Andrea Carolina, de Bruce Jenner, de Leelah y de cualquiera en tal situación, no se puede dejar atrás lo dicho por Judith Butler: el género es performativo, una actuación que se valida por la convención social, por los otros y por lo que los otros me dicen que debo hacer para ser aceptada como mujer u hombre. Recuerde: no soy una mujer por haber nacido hembra, sino porque desde cría me llamaron “niña”, me vistieron de rosa y me regalaron nenucos. Y usted, no nació varón, nació macho que se construyó hombre. Así que ¿por qué no dejar a los otros que se construyan como desean?
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