Destacado

    Fernando Gutiérrez Barrios Fidel Castro

    Miguel Ángel Gómez Polanco

    Vía Crítica

    Conmemorando a Fidel Castro Ruz,
    nacido 13 de agosto de 1926

    Corría el año de 1973. La Guerra Fría continuaba su sinuoso proceder en el mundo entero, con países involucrados de manera casi desprotegida pero activa, mientras en algunos como México, transcurría otro tipo de conflictos que, distinguidos por la secrecía y elegante represión, algunas esferas del poder y prensa “seleccionada” conocieron como “Guerra Sucia”.
    La “Guerra Sucia” mexicana consistía en la realización de acciones por bloque, para la contención de movimientos insurgentes en el país, teniendo al Gobierno Federal a cargo de Luis Echeverría Álvarez como su principal promotor, aunque el verdadero gestor de las estrategias fue el conocido –y temido- Capitán Fernando Gutiérrez Barrios, principalmente durante su estancia en la Dirección Federal de Seguridad, hasta 1970 (oficialmente).
    Dicha contrainsurgencia tenía como finalidad principal “mantener el orden” en tiempos de agitación mundial, buscando garantizar condiciones para que nuestro país fungiera como un mediador conveniente en medio de la trifulca silenciosa de la Guerra Fría.
    Lo malo es que esta serie de acciones, también sumaron, como dicen por ahí: “otra raya más al tigre” del partido hegemónico –y “democráticamente” único- que durante más de 70 años gobernó México y que en la actualidad, ostenta el regreso más fatídico del que se tenga memoria histórica.
    No obstante, estimada y estimado lector, lo destacable del presente panfleto, definitivamente no es aquel acontecimiento anti-guerrilla que distinguió a nuestra nación –y sigue distinguiendo, infortunadamente, por ejemplo, mediante la censura y el asesinato de la verdad por todos conocido-.
    Pero lo verdaderamente curioso es lo que aquellos acontecimientos hicieron derivar en ciertas relaciones diplomáticas que hoy ocupan un sesgo trascendental en la atención sociopolítica del planeta, como el estatus de la isla caribeña, Cuba en nuestros días. Ahí le va el por qué.
    Resulta que tras la Revolución Cubana que acabó con el régimen de Fulgencio Batista en 1959, los próceres de la independencia cubana –salvo José Martí, de quien sus ideales modernistas fueron gradualmente convertidos en una amalgama militar de la Revolución liderada por Ernesto Guevara y Fidel Castro-, resultó muy necesario para los caribeños establecer relaciones que contribuyeran con el sostenimiento de la Isla, en su período de reestructuración independiente.
    Una de estas convenientes relaciones fue precisamente con México, pues ante la coyuntura represiva impulsada por el gobierno del país, la representación revolucionaria de Cuba resultaba “incómoda” para un posible surgimiento insurgente en la Nación mexicana, y que justamente se estaba intentando contener a través del exterminio de los “emuladores” cubanos y de izquierda.
    ¿La condición?: México apoyaría a Cuba, siempre y cuando la Isla se mantuviera al margen de las acciones emprendidas en nuestro país, con el objeto de evitar inspiraciones como las de Bolivia, Chile, Colombia y Paraguay, principalmente, que complicaran el mencionado exterminio y sin importar que en 1956, el mismísimo “Che” y los hermanos Castro, hubieran sido apresados en México durante la planeación inicial de la Revolución Cubana.
    A cambio, México apoyaría la permanencia de Cuba en la OEA y enviaría comida y medicinas a la Isla, para “soportar” los remanentes de la Guerra Fría.
    Es decir: la incongruencia y la doble moral en el modus operandi del partido “tricolor”, desde hace décadas, prevalece; por un lado reprimiendo insurgencias en territorio propio y por otro, apoyando países históricamente insurgentes.
    Y es aquí donde encuentra su título la presente “Vía Crítica”, pues resulta que personajes con notable habilidad progresista como Fidel Casto; quien en todo momento sobrepuso los intereses de su país, aun cuando el potencial revolucionario en México pudo significar la extensión de su presencia en América Latina; evitó el hecho y, además, se dio el lujo incluso de “predecir” lo que pasaría con la Isla posteriormente, de acuerdo con los cálculos diplomáticos que desde la década de los setenta, vivió como precursor de la independencia cubana.
    «Estados Unidos dialogará con nosotros (Cuba) cuando tenga un presidente negro y haya en el mundo un papa latinoamericano», respondió Castro en 1973 al periodista ingles Bryan Davis, cuando éste preguntó sobre la posibilidad de reestablecer las relaciones entre Cuba y Estados Unidos; esto, de acuerdo con un texto recientemente publicado por el escritor y periodista argentino Pedro Jorge Solans, cuya versión no ha sido desmentida oficialmente por el propio Castro ni el Gobierno de Cuba, aunque también existan las versiones de que se trataba de una “broma”.
    Independientemente de la veracidad, lo anterior habría ocurrido –según Solons- durante los tiempos de mayor tensión para los caribeños… y cuando en México estábamos igual que ahora: con pronósticos que, más bien, se han vuelto insufribles monotonías que dan sentido a un retroceso en todos los aspectos.
    Y es que ¿quién se atrevería a “profetizar” acá, como Fidel, en una tierra donde la represión ha aumentado las cifras de desapariciones, muertes, inestabilidad económica y falta de oportunidades, en todos los rubros?
    ¿Quién podría “predecir” un avance en el país donde contamos con múltiples “Mesías”, principados demagógicos y deseperanza social, reflejada en “revoluciones de escritorio” auspiciadas por las redes sociales: tan efectivas como simuladoras en los ánimos de cambio?
    Y es que, aunque el efecto de apertura cubano se podría atribuir a la “condescendencia” política de Estados Unidos, la realidad es que el estratega llamado Fidel supo qué pasaría, por qué y cuándo, sin importar el tiempo que se llevaría para obtenerlo.
    Y en México, estimada y estimado lector ¿quién se atreve a por lo menos suponer cuál es la vía de escape a la cada vez más degradada situación que vivimos como Nación?

    Que la “paciencia cubana” nos sirva de consuelo, mientras aseguramos que en México, definitivamente –y hasta de broma- nos encantaría tener un profeta como Fidel Castro Ruz: festejado del mes, con 89 años cumplidos este 13 de agosto.

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