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    Orizaba

    Pablo Jair Ortega

    Columna sin nombre

    Un nuevo suceso violento (dentro una ola en la zona centro de Veracruz) vuelve a enlutar al gremio periodístico.

    Ni bien estábamos asimilando el asesinato del fotoperiodista Rubén Espinosa en el Distrito Federal, cuando la madrugada de este jueves un comando ejecutó a supuestos miembros de un grupo criminal y al periodista Juan Santos Cabrera, ex corresponsal de Televisa, que se encontraban en una taberna de Orizaba.

    Los mensajes de apoyo al periodista no se hicieron esperar, lo que denota que (más allá de sus presuntas actividades al margen de la ley) era muy querido en la región. No obstante, otra vez comenzaron los enconos y mensajes de odio: que si el gobierno es el asesino, que si el periodista andaba en malos pasos.

    Cada quien sus vicios y sus amistades, pero el hecho de recibir dinero o consumir algo ilícito, nos convierte en cómplices. Por ejemplo, así la marihuana sea inofensiva y hasta recreativa, por ley sigue vinculada al millonario y sangriento negocio del narcotráfico.

    La realidad es que maleantes armados andan como si nada paseándose y hasta conviviendo en bares: eso no debe perderse de vista. La inseguridad aquí es el fondo del asunto y no debe perderse como tema, más allá de las pasiones que se generen.

    Por cierto, que ya van dos ex corresponsales de Televisa que ejecutan en la misma zona: Adolfo Sánchez Guzmán y Juan Santos Carrera. Descansen en paz.

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