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    axanDecide

    Cecilia Muñoz Mora
    Polisemia
    Sobre Axan ya se ha hablado mucho. Probablemente usted mismo ya haya expresado una opinión respecto a este niño de 4 años al que le impidieron la entrada a la escuela —¡a la educación!— por llevar el cabello largo. ¡Sin educación por el cabello!
    Quizás ya haya leído respecto a la homofobia, la misoginia, el racismo y la violencia femicida que este caso ha despertado en la opinión pública. La madre de Axan ha sido acusada de “mitotera” y de querer “volver a su hijo homosexual (o la palabra de connotaciones homofóbicas que usted desee emplear)”; asimismo, se ha señalado su orientación sexual y las alusiones al respecto han incitado la escabrosa necesidad de anunciar violaciones correctivas… ¡tanto para la madre como para el niño!; asimismo, también se ha criticado y despreciado los orígenes indígenas del nombre de este pequeño. Respecto a dichos aspectos del tema, Estefanía Vela Barba ha escrito de manera increíblemente esclarecedora en El Universal (“Por escuelas libres de estereotipos de género” y “Por sociedades libres de estereotipos de género”).
    Pero yo quiero hablar del adulcentrismo que este caso deja entrever en la sociedad mexicana. De acuerdo con la Unicef, el adultocentrismo “destaca la superioridad de los adultos por sobre las generaciones jóvenes y señala el acceso a ciertos privilegios por el solo hecho de ser adultos. Ser adulto es el modelo ideal de persona por el cual el sujeto puede integrarse, ser productivo y alcanzar el respeto en la sociedad”. Seguir el modelo adultocéntrico implica generalmente la desvalorización de las opiniones, expresiones, deseos y necesidades de los más jóvenes.
    Vivimos en una sociedad adultocéntrica. Piense solamente en expresiones como “¡lo haces porque SOY TU MADRE!”, en la filosofía de “una nalgada y se te pasa la tontería” o en el desdén hacia el berrinche infantil; desdén que impide al adulto averiguar las raíces de una explosión emocional que bien puede ser perfectamente legítima.
    Los más fervientes detractores del caso Axan expresan, mediante Twitter, que “el niño solo tiene 4 años y medio y solo hace lo que su mamá le dice”, “nada como dejar que los escuincles hagan su refregada gana para que sean felices”, “¿están ustedes seguros que un niño de 4 años ya “decide”?, “Mi sobrina de 2 años quiere manejar mi coche y yo no pienso coartarle el derecho a elegir. Aunque se mate”, “¿Y el día de mañana qué, va a querer ir en calzones?”, “Lo peor es que no decide, SOLO desea”. Es decir: asumen que el niño no ha desarrollado la capacidad para tomar decisiones personales que, en este caso, atañen a su apariencia personal y realizan comparaciones desiguales o aplican la lógica de la “pendiente resbaladiza”, también conocida como “efecto dominó”: vaticinar un evento infortunado o desagradable a raíz de una sola acción, polémica frecuentemente.
    Sin embargo, ¿qué ha dicho A de la Maza, madre de Axan respecto al derecho y capacidad de su hijo de decidir? En entrevista para Vice, declaró que en su hogar, se le enseña a Axan la autonomía corporal.
    “Esto quiere decir que a Axan se le ha enseñado, desde que nació, que su cuerpo es suyo y que nadie puede tocarlo sin permiso. Esto se le ha enseñado de varias maneras: no lo obligo a dar besos o abrazos si no quiere hacerlo, no uso violencia física para disciplinar, le explico el razonamiento por el que es recomendable hacer ciertas cosas. La gente imagina que lxs niñxs no entienden razón. Este no ha sido el caso conmigo y con Axan. Por ejemplo, no le gusta lavarse los dientes pero accede a hacerlo (a veces de mala gana pero nunca a la fuerza) porque entiende que no hacerlo conlleva consecuencias que no desea. Como otro ejemplo, en nuestro hogar tenemos acuerdos, no reglas. De nuevo, hay gente que imagina una bola de nieve cuando escucha esto. ¿Qué quieren decir los acuerdos? Que los platicamos y ambxs estamos de acuerdo con ellos. Si les enseñas a tomar decisiones cuidadosamente razonadas desde que nacen, a esta edad no sólo están preparadxs para hacerlo sino también saben que pueden decirte cuando sienten que una decisión los sobrepasa. No lo dejo solo para tomar las decisiones: lo acompaño, lo guío y lo cuido mientras decide si quiere tomar una decisión, mientras la toma, y después de tomarla (que los procesos de toma de decisiones no son tajantes)”.
    “Con respecto al pelo, hasta hace seis meses no le importaba el largo ni el corte. (…) Hace poco menos de seis meses, comenzó a importarle. Justo le pregunté que si quería ir a cortarse el pelo (…) y fue la primera vez que me dijo que no. Le pregunté que si querría que se lo entre-sacaran (tiene mucho pelo) y me dijo que estaba bien, pero que lo dejaran largo. Lo respeté y es entonces cuando platicamos de que sus decisiones sobre su cuerpo se extendían al pelo y que yo apoyaría la decisión que tomara con respecto a eso. (…) Sé que las preferencias cambian e igual mañana lo quiere corto. En ese momento lo cortaremos”.
    La declaración de A de la Maza para mí solo deja clara una cuestión: ha enseñado a su hijo a desarrollarse por medio del diálogo, guiándolo a través de razonamientos y no imposiciones. Su deseo es criar un individuo consciente de sus actos, lejano al automatismo. ¿Y qué ha obtenido a cambio? Incomprensión, intolerancia, burlas, amenazas y hostigamientos por parte de una sociedad que no puede creer ni aceptar que Axan sea desde ya una persona capaz de decidir sobre sí mismo.
    Y por si se lo pregunta: No, yo no tengo hijos ni convivo con niños. Pero sí tengo memoria y no he olvidado mi infancia. Le recomiendo que recuerde la suya si alguna vez se ve tentado a desvalorizar los deseos de un niño.
    Correo: polisemia@outlook.es

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