Gustavo Ávila Maldonado
Ruizcortinadas
Hace poco fui a una conferencia sobre Hernán Cortés organizada por Juan David Ovando, presidente rotario, en el elegante Casino Xalapeño, la disertación estuvo a cargo de Manuel Fernández Avila, otros ponentes fueron Alfonso Zayas, Francisco Monfort y el moderador fue Bernardo Bellicia.
Por supuesto que al hablar Manuel de Cortés tuvo que hacer alusión a una gran mujer : Marina, que le ayudó en la conquista. A propósito el historiador y periodista Octavio Raciel dice de esta hermosa e inteligente hembra lo siguiente:
» Como mujer de estas tierras, nació con un quehacer y una misión que cumplir. Como princesa, tuvo una educación especial; y además de su lengua materna, aprendió otros dialectos con gran facilidad, lo que le permitió ascender rápidamente como diplomática.
Mujer bella, de ojos negros, almendrados, un esbelto cuerpo y una piel suave, atraía la mirada de los varones. Bernal Díaz del Castillo la describió como “una india de muy buen ver, muy desenvuelta y muy entrometida”.
Junto con otras 19 jóvenes, fue obsequiada a los españoles a su llegada a tierras amerindias y fue bautizada con el calificativo cristiano de Marina, nombre que los aborígenes convirtieron en Malina, por no existir el fonema “r” en la lengua náhuatl; más adelante se le agregó el sufijo reverencial (por ser una princesa) “tzin”, lo que le convirtió en Malintzin.
Por la cercana presencia de Malintzin a Hernán Cortés –como su intérprete en varias lenguas- pronto comenzaron a llamar al conquistador Malintzine, esto es, “el que posee a Malintzin”, y el nombre de ella, pronunciado por los hispanos pasó a ser “Malinche” en el caso de ella y el señor Malinche, para el español. Su primer poseedor fue Portocarrero, luego Cortés y, más adelante, el mismo conquistador la casó con Juan Jaramillo, sin que doña Marina objetara la determinación de su señor en turno.
Su inteligencia iba aunada a su educación—como la de toda mujer náhuatl—de obediencia y respeto a su señor. También era importante su ayuda en el hogar y tras el campo de batalla. (Costumbre que prevaleció hasta la revolución de 1910 con las “soldaderas”) Resultó valioso que Malintzin conociera la psicología del pueblo náhuatl –además de su idioma- y los resentimientos que existían por el expansionismo tenochca o mexica. Así, no tenía por qué identificarse con los mexicas, pues para ella eran extranjeros, y hasta enemigos, en ese momento histórico.
El trabajo que realizó –sumiso por su condición de esclava- propició alianzas con tribus que guardaban rencores contra los mexicas, sirvió como traductora y en muchos momentos en conciliadora con Zempoala o Tlaxcala además de con Texcoco y otros pueblos ribereños que rodeaban a México-Tenochtitlan. Fue también espía a favor de sus amos y contra los mexicas, que no eran parte de su pueblo. No es de extrañar que denunciara la conspiración de Cholonan contra los españoles, así como la supuesta acusación de rebelión en contra de Cuauhtémoc, en Tabasco, durante el viaje de Cortés a las Hibueras.
Malintzin, en su idiosincrasia, estaba obligada a velar por la seguridad de su señor; sin embargo, con ella se inicia, en buena medida, el cambio de mentalidad de los amerindios, de orgullosos guerreros «.
Hasta ahí el referente que hace el Maestro Raciel sobre Malinche.
Al terminar el historiador Manuel Fernández Avila su intervención, se inició el segmento de preguntas del público asistente. El que escribe les hizo a los ponentes la siguiente pregunta:
«Cuando Hernán Cortés tenía su tórrida relación con Marina ( pues como es sabido, había una relación amorosa entre ellos que, incluso, dio como fruto un hijo) Catalina Suárez, la esposa de Cortés se embarca rumbo al Continente Americano, para comprobar si Cortés le era fiel, o en verdad lo traicionaba con una indígena. Cuando Cortés se entera, entrega a Marina con uno de sus soldados, y así le demuestra a Catalina que él siempre le ha sido fiel. Mi pregunta es: ¿Quién sufrió más esa primera noche, Marina que sabía que su adorado amante estaba en la cama con su esposa, o Cortés que sabía que su amante estaba en la cama con su subalterno?»
Las respuestas fueron diversas, sin embargo la que prevaleció fue la de Francisco Monfort : «Ambos sufrieron».
Y usted, amable lector, qué opina.
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