Yadira Hidalgo González
Mujeres que Saben Latín
Entre los muchos mitos que existen alrededor de las mujeres feministas está el que afirma que estamos peleadas con la maternidad. Lo que sucede es que hay tantas maneras de ser feminista, como feministas en la tierra, y la diferencia es que las feministas decidimos todo el tiempo y no tenemos empacho en expresar nuestras decisiones.
Así, las que decidieron ser madres lo hicieron conscientemente, tal como aquellas que deciden no serlo. Para una mujer feminista, la maternidad es una elección que sólo puede tomarse voluntaria y libremente; así como uno de los retos más fuertes que se pueden enfrentar pues no sólo se trata de vivir de la mejor manera el proceso de embarazo y parto con el conocimiento pleno de derechos, sino también con la libertad de hacerlo en pareja o no.
Sin embargo, el mayor reto parece estar en la crianza. Lo digo desde mi propia experiencia. Si educar en el aprendizaje de los valores universales es difícil, lo es mucho más educar niñas y niños en el aprendizaje de valores feministas, el principal de ellos, el de la igualdad entre mujeres y hombres.
La comunidad, la escuela, la televisión, están enviando todo el tiempo mensajes contradictorios sobre lo que estás enseñando en casa. Mientras le dices a tu hija que su cuerpo no es ni será nunca su principal tarjeta de presentación, la televisión, el cine, la internet, les muestra personajes femeninos hipersexualizados desde edades muy tempranas. En el mismo tenor, los niños aprenden que las niñas sólo valen y se hacen valer a través de su apariencia física.
Si un niño agrede a una niña, no falta quien le diga que es porque le gusta o tiene interés en ella, inculcando desde la niñez la fatal idea de que el amor conlleva maltrato.
En la adolescencia el reto más grande lo plantea la ineludible vivencia y experimentación de la sexualidad. Para las madres que hemos educado desde el feminismo hay muchas cosas claras en la teoría pero no en la práctica. Hablamos con nuestras hijas e hijos de su derecho a vivir plenamente su sexualidad sin culpas y sin miedos, pero, por lo menos, se necesitan dos para hacer eso realidad, ¿Qué pasa cuando en la otra parte no hay claridad en esa idea?
Otro tema que afrontamos es el de la violencia en el noviazgo. Si bien en las y los adolescentes, las madres feministas hacemos hincapié todo el tiempo en las formas en las que se ejerce la violencia en una relación, esto no es del todo una vacuna contra la misma. Es decir, el feminismo nos provee de herramientas para detectarla, pero en un mundo machista en donde muchas agresiones incluso van disfrazadas de chiste, no podemos del todo evitarla.
Las madres feministas nos preocupamos igual que todas las madres y padres que aman a sus criaturas; pero desde una visión ética, filosófica e incluso política, que no nos hace mejores madres o personas y mucho menos nos hace más fácil la vida y no siempre funciona como lo imaginamos, pues muchas veces esta visión diferente y a veces incomprensible causa sorpresa, incomodidad y hasta rechazo.
En un principio estas reacciones incluso vienen de nuestras propias hijas e hijos, quienes no entienden porque “mamá no es igual a las otras mamás” y esto es un reclamo diario que se refleja en un volteo de ojos o una boca chueca cuando les explicas el mundo desde tus ojos. A la larga lo entienden, la mayoría lo abraza y finalmente, como toda madre o padre que educa, tus hijas e hijos reflejan un poco de quien eres, aunque desde el feminismo entendemos, que su brillo, es su esencia propia.
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