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    Claudia Constantino

    Crónicas Urgentes

    Por primera vez el INEGI presentó hoy, en videoconferencia, el Resultado del Bienestar Subjetivo vinculados a mediciones de bienestar objetivo y por entidades federativas. Este ejercicio denominado BIARE Ampliado, toma en cuenta no sólo bienes y servicios para medir el nivel de satisfacción con la vida. Se basa también en la medición de bienes intangibles como la autonomía personal, el sentimiento de logro, de seguridad, los afectos, la familia, los amigos (bienes relacionados) o el sentimiento de propósito en la vida.
    El BIARE Ampliado reportó un nivel de satisfacción con la vida de 7.95 en una escala del 0 al 10. Este proyecto estadístico, clasificado como experimental, puede ser la respuesta a una pregunta cotidiana ¿Por qué los mexicanos aguantan tanto? La cuarta parte de los mexicanos viven en situación de pobreza. 19.7% de la población se encuentra en pobreza extrema.
    Pero al parecer eso no le importa a la mayoría. El síndrome de Estocolmo se va esparciendo rápidamente y así: la educación de calidad no interesa; la cobertura total de salud no es de primera necesidad; la violencia imperante es noticia cotidiana, fría, aburrida e impersonal; la falta de oportunidades para los jóvenes se palea con un “pero tienes salud” y la tolerancia a la corrupción y a los malos gobiernos es cultura nacional.
    “La dictadura perfecta”; como la bautizó el nobel de Literatura Mario Vargas Llosa para después retractarse de manera acomodaticia; esta dictadura a la mexicana sólo es posible con la dócil colaboración permanente de los mexicanos.
    Este ejercicio estadístico pintó de cuerpo entero la idiosincrasia del mexicano, que aún vive en el clan, apoyándose, ayudándose y protegiéndose entre miembros de una misma familia o varias afines. La fe los mueve cada día, fe en que todo va a estar bien, aunque nada se esté haciendo de manera diferente como para esperar resultados mejores. La fe en que “no hay mal que dure cien años, ni pen… mexicano que lo aguante”, pero sí aguantan. Fe en sus nuevos gobernantes, aunque pertenezcan a los mismos clanes de políticos corruptos y hayan sido elegidos de la misma manera: poco transparente, por decir lo menos. Fe en los amigos, el compadre, el: “mañana será otro día” o “ya vendrán tiempos mejores”.
    Los movimientos sociales y sus legítimos reclamos son diluidos fácilmente ante la apatía y el desinterés de la sociedad mexicana. El futbol, es religión y anestesia muchas conciencias; la televisión comercial y su programación diseñada a la medida de una audiencia que poco piensa porque prefiere entretenerse; la cultura es vista con expresión aburrida y desinterés en este país que no lee; las fiestas patronales permiten una celebración cada día; los niveles de alcoholismo y el consumo de estupefacientes a la alza.
    México el de la tragi-comedia; de la simulación; de la Virgen de Guadalupe; del fervor religioso; de la burla ante la muerte. La Muerte, la misma que se apodera de las calles, de regiones muy vastas que conocen el toque de queda, que saben cuáles son las carreteras intransitables, los comandos armados, las matanzas y los ajustes de cuentas. México el del narcotráfico como poder fáctico, con su Super Chapo ya leyenda y Señor de todas las historias: de terror y de insurgencia.
    Este México se dice satisfecho, está enamorado de su tragedia, no le interesa cambiarla porque con lo que tiene (aunque muchas veces no tienen nada) le alcanza para sentir que su vida tiene un propósito (dice el INEGI), y su balance afectivo es superior al de los franceses, los estadounidenses y todos los países de América Latina.
    Así se entiende porqué el SAT llegó a ser insaciable mientras empresarios y trabajadores permanecen silentes; así es explicable porqué la violencia se ha llevado vidas, se lleva vidas, se llevará vidas y México seguirá respondiéndole a su gobierno que Sí, mayoritariamente cuando le manda a preguntar casa por casa si ¿se siente satisfecho? Casi 8 es el nivel de satisfacción de los mexicanos en una escala del 1 al 10. Si el INEGI no miente, México seguirá sin hacer cambios, sin rebelarse, sin exigir.
    Veremos en las elecciones por venir si los mexicanos seguirán “jodidos pero contentos” o si las estadísticas del INEGI son una más de las tantas manipulaciones de resultados y de cifras.

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