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    Acoso Sexual Callejero

    Raquel L. Góngora

    Hasta hace poco tiempo, nuestra sociedad había quedado estancada en la idea de que el acoso sexual callejero era un costo que las mujeres debían pagar en el espacio público. Pero, afortunadamente, desde 2008 en nuestro país estas acciones son indeseadas y repudiadas por muchos mexicanos y mexicanas.
    Los “piropos”, como también otras frases y situaciones que parecían signos indiscutibles de la calle, hoy se denominan: acoso sexual callejero (ASC). Según algunos especialistas, clasifican como ASC “las palabras y acciones no deseadas llevadas adelante por desconocidos en lugares públicos, que están motivadas por el género e invaden el espacio físico y emocional de una persona de manera irrespetuosa, rara, sorprendente, atemorizante o insultante”.
    En tanto, Acción Respeto México en la república mexicana en conjunto con el Observatorio contra el Acoso Callejero de Chile y Acción Respeto en Argentina.- Sostienen como ASC prácticas “sufridas de manera sistemática, en mayor proporción por las mujeres, ocurriendo varias veces al día desde aproximadamente los 12 años”. Estos actos generan traumas “no solo por hechos de acoso especialmente graves, sino por su recurrencia.”
    Según Acción Respeto México en la república mexicana, el Observatorio contra el Acoso Callejero de Chile y Acción Respeto en Argentina, el ASC comprende las miradas lascivas, “piropos” suaves y agresivos, silbidos, besos, bocinazos, jadeos y otros ruidos, gestos obscenos, comentarios sexuales, directos o indirectos al cuerpo, fotografías y grabaciones no consentidas a partes íntimas, tocamientos (“agarrones” o “punteos”), persecución y arrinconamiento, masturbación con o sin eyaculación y exhibicionismo”.
    El ASC es un tipo de violencia porque se trata de “una práctica no deseada, que genera un impacto psicológico negativo y tiene efectos en la vida cotidiana de las mujeres que, a veces, se ven obligadas a cambiar los recorridos habituales por temor a reencontrarse con el o los agresores, modificar los horarios en que transitan por el espacio público; preferir caminar en compañía de otra persona, modificar sus modos de vestir buscando desincentivar el acoso”,
    Testimonio: “Una vez tuve que cambiar el camino habitual a casa porque alguien me seguía en una moto, decía cosas feas. Salí corriendo hasta llegar a mi casa, con un miedo impresionante. Además, ¡detesto salir a la calle y que estén en la esquina albañiles o vecinos diciéndome cosas! Mi actitud es ignorarlos y la respuesta de ellos es: “¡hay, ni que estuvieras tan buena!”.
    El acoso sexual callejero es violencia, ya que parte del imaginario imperante se enfoca sobre el cuerpo de la mujer como un terreno donde otros tienen derechos (a decir y hacer).
    “Nada les viene bien a ustedes, las mujeres” dice Ricardo, de 21 años, cuando Acción Respeto México le consultó sobre el tema. “No justifico las groserías -continuó-, pero si las ignoramos se enojan y si es que les decimos algo bonito, también.”
    Lo que Ricardo ignora es que tanto un piropo como una grosería están dirigidos al aspecto íntimo de una mujer y sin su consentimiento.
    “Se piensa que los cuerpos, sobre todo de mujeres y personas que no encajan en el modelo hetero-patriarcal, son de dominio público y que cualquiera puede decirle lo que le venga a la mente. En cambio, sí creemos que los halagos o piropos pueden existir, siempre provenientes de una persona con la que sí tenemos un vínculo de amistad y desde el respeto”.

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