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    Antonio Benítez Lucho

    Gustavo Ávila Maldonado

    Ruizcortinadas

    De aquellos amigos que iniciamos en la «grilla» estudiantil, recuerdo con afecto a mi amigo Antonio Benítez Lucho, que había sido líder universitario.

    Llegó a México a finales de los 70 y de inmediato destacó en aquel grupo de jóvenes que provenían de toda la república.
    Cuando me fui en busca de nuevos caminos, él ocupó mi lugar como secretario particular del número uno. De ahí se fueron al Congreso y luego a la Comisión de becas de los estudiantes de educación superior; luego pasaron por el fondo de la habitación popular, el Senado y luego Veracruz; aquí estuvo en el Issste, en Pensiones, en la Comisión del Agua, y ahora despacha en la Delegación del Seguro Social.
    No es rico porque es un hombre honesto, vive en la medianía de sus ingresos y tiene como característica principal meterse a fondo en el trabajo, a veces de manera obsesiva.
    En una ocasión, siendo delegado del Issste, regresaban de una gira de supervisión por el norte del estado que habían hecho el fin de semana y al pasar a las dos de la mañana por Palma Sola, a la mitad del pueblo, una pipa estaba parada ocupando todo el carril por el que venían. El doctor Adolfo Rojas de Anda, que era uno de sus colaboradores cercanos y que venía manejando, vio que no venía ningún vehículo en sentido contrario y rebasó cuidadosamente. No acababa de rebasar cuando el policía federal, que estaba infraccionando al conductor de la pipa, los detuvo, se acercó a la ventanilla y alumbrándolos con su lámpara les preguntó:
    -¿De dónde vienen?
    – De Naranjos y vamos a Xalapa-, contestó el doctor Rojas.
    – Identifíquense
    – Trabajamos en el Issste, venimos de una supervisión- le dijo mostrándole una credencial.
    El rostro del federal se endureció y les requirió los papeles del carro.
    – ¿Que no saben que rebasar en medio de un poblado es motivo de infracción?
    Antonio Benítez, que se había despertado le dijo a su compañero: «doctor, que te levanten la infracción y mañana la pagamos, pero ya vámonos, estoy cansado».
    – Conque son del Issste- comentó el federal -ahí siempre me han tratado muy mal, estaciónense adelante.
    – Mire amigo -le dijo el doctor Rojas- me fijé que no viniera nadie, son las dos de la mañana, le pido disculpas si lo han tratado mal, también quiero decirle que cuando ustedes van al Issste, por lo general lo hacen buscando que les den una incapacidad para no trabajar, nosotros venimos de trabajar en fin de semana y mire la hora en que vamos regresando, si usted quiere vengarse, levante la infracción- le dijo ante la mirada incrédula del delegado.
    – Puta madre, Ahora resulta que hasta salí regañado, tengan sus pinches papeles y váyanse.
    El doctor le agradeció y arrancó la unidad mientras el delegado le reclamaba al doctor su osadía. El doctor iba temblando, nunca supe si de coraje o de nervios por lo que había hecho.

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