Estela Casados González
Mujeres Que Saben Latín
Por salud mental había olvidado una escena de la película Bordertown o ciudad del silencio, en donde una mujer, Jenifer López, tomaba un camión del servicio urbano en Ciudad Juárez. Ella se quedaba hasta el final de la ruta. No había más pasajeros. El chofer desvía el vehículo e intenta abusar de ella. La escena recrea muy bien lo salvaje que puede ser una persona que abusa de una mujer, solo por el simple hecho de que puede hacerlo. Porque sabe que cuando alguien mata a una mujer no pasa nada.
Tal vez por eso la olvidé, pero en las últimas semanas comencé a recordarla.
A través de las redes sociales y de algunos portales informativos se han dado a conocer varios casos de usuarias de taxis que en Xalapa han sido agredidas por los conductores. Hasta el momento ha sido agresión verbal y psicológica. No ha llegado a mayores porque ellas han podido escapar del vehículo.
Las “solicitudes” de los conductores de taxi que se han visto involucrados en estos hechos son variadas. Van desde la “petición” de favores sexuales para que las pasajeras no paguen por el servicio (“enséñame un chichi y no te cobro la dejada”) hasta el recuento pormenorizado, por parte del conductor, de lo que ha sido el ir y venir de la mujer que trae como pasajera en el asiento de atrás (“todos los días sales de tu casa a las 9 de la mañana, tomas un taxi en la esquina de tales y tales calles, para después bajar en la oficina tal”).
¿Quiénes son las mujeres que tomamos taxi en esta ciudad capital? Casadas, solteras, viudas, madres y jefas de familia, oficinistas, profesoras, estudiantes. Es decir, aquella que tiene 20 ó 25 pesos (y a veces unas monedas más) para pagar a un señor o señora que la llevará al trabajo, la escuela, a la casa, a cualquier parte.
Tomar un taxi sin preocuparnos de un atraco o agresión había sido un lujo que nos podíamos dar quienes vivimos en esta ciudad. No importaba la hora, tampoco el lugar. Solo era cuestión de estirar el brazo para solicitar “una carrera” a un taxi.
Se oían a lo lejos, pero muy lejos, los relatos de terror de mujeres de otras entidades de la república que no podían tomar cualquier taxi para desplazarse por “su” ciudad. Solo taxis controlados, de sitio o radio taxis. Era mejor pagar una fortuna con tal de desplazarse de manera segura y sin ser agredida.
Estos relatos ya se escuchan en Xalapa. Cada vez son más frecuentes estos hechos y no sabemos qué hacer.
Me llama la atención que los sindicatos o grupos de taxistas no se hayan pronunciado al respecto. Hay muchos taxistas honestos, que viven del volante, que sacan adelante a sus familias rascando las últimas monedas que pueden conseguir en cada dejada de pasaje.
¿Por qué nadie dice nada?
¿Sabías que cada vez son más los taxis que traen placas que no están actualizadas o que corresponden al servicio particular? Es decir, taxis en situación irregular, que aparentemente burlan cualquier registro oficial.
¿Sabías que hay taxis cuyas placas de circulación no corresponden al número económico que exhiben en los vehículos?
Ayer tomé un taxi. Estaba haciendo una llamada telefónica mientras lo abordaba. Informé a la persona que me atendía por teléfono del número económico y el lugar a donde me dirigía, a la vez que le solicitaba al conductor que me llevara a ese destino.
¿De qué sirve informar a quien te quiere sobre un número económico que no existe o de un vehículo al que se le ha falseado su documentación y placas de circulación?, me pregunté.
Súbitamente estaba en las manos de un desconocido.
Y así, pareciera que las mujeres de esta ciudad estamos (nuevamente) a merced de la indiferencia de las autoridades que regulan el transporte público. Como ciudadanas tenemos el derecho de exigir que se supervise de manera más seria a los taxis y camiones de las diferentes rutas para que tengan sus documentos en regla, para que haya concientización respecto al respeto que merecemos como usuarias del transporte público.
Tenemos derecho a transitar por nuestra ciudad de manera segura, con tranquilidad.
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