Luis Alberto Romero
Hora Cero
Hace dos días, el portal de noticias alcalorpolítico.com difundió un interesante trabajo sobre la falta de comunicación entre dependencias para reforestar el Cofre de Perote.
Son declaraciones de Guillermo Benítez Rodríguez, del Centro de Investigaciones Atmosféricas y de Ecología, Asociación Civil, quien sostiene que a pesar del esfuerzo de las dependencias involucradas con el tema, el problema de la deforestación sigue igual; básicamente porque se trata de esfuerzos aislados que realizan instancias que no están vinculadas.
El señalamiento del investigador no sólo revela las acciones desvinculadas que realizan las dependencias gubernamentales, sino, sobre todo, un desperdicio de recursos públicos: la Comisión Nacional Forestal y la Secretaría de la Defensa Nacional desarrollan en el Cofre de Perote acciones para reforestar; por su parte, la Secretaría de Desarrollo Social destina dinero para financiar proyectos productivos que tienen que ver con la cría de ganado; el problema es que unas dependencias siembran y otras instancias fomentan el pastoreo de animales que consumen las nuevas plantaciones que incrementarían la superficie boscosa.
La deforestación en Veracruz se ha complicado desde hace más de una década; especialistas en el tema forestal han alertado sobre la reducción de la superficie destinada a los bosques, la tala inmoderada, el saqueo de los recursos maderables y el cambio climático.
Lo declarado por Guillermo Benítez pareciera sólo el reflejo de la incongruencia de las políticas públicas para enfrentar un problema; sin embargo, no es un tema menor: la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente reconoce más de 100 áreas críticas forestales en el ámbito nacional; diez de ellas se encuentran en Veracruz, específicamente en las zonas de Los Tuxtlas, Pico de Orizaba y Cofre de Perote.
Cálculos conservadores estiman que entre el 65 y el 70 por ciento de la superficie forestal veracruzana se ha perdido.
Igual ocurre con las selvas de los estados de Tabasco, Oaxaca, Chiapas y Veracruz, donde el 13 por ciento de la superficie se ha convertido en terrenos de cultivo u casi el 20 por ciento en potreros, para una pérdida total de más de 13 millones de hectáreas. Sólo entre las décadas de 1970 y 1980, la deforestación del trópico húmedo veracruzano llegó al 40 por ciento; más del 26 por ciento de esas tierras se destinan ahora a la agricultura y 30 por ciento a ganadería.
En la entidad, una de las zonas más afectadas por la deforestación es la de Los Tuxtlas, que en 1970 tenía más de 97 mil hectáreas de selva húmeda, bosque mesófilo, de pino y encino; dos décadas después, a principios de los noventas, sólo quedaban 54 mil.
Es la misma tendencia que se observa en el Cofre de Perote, donde diversas especies maderables se encuentran permanentemente amenazadas. La deforestación es sistemática, la erosión avanza y las acciones gubernamentales de protección a los recursos naturales han resultado insuficientes.
Si a eso agregamos la falta de coordinación entre dependencias, como lo expone el representante del Centro de Investigaciones Atmosféricas y de Ecología, el panorama se complica todavía más. Evidentemente, en los gobiernos federal y estatal, los temas del agua, los bosques y selvas y, en general, los recursos naturales, ocupan un lugar secundario en la agenda. @luisromero85
Son declaraciones de Guillermo Benítez Rodríguez, del Centro de Investigaciones Atmosféricas y de Ecología, Asociación Civil, quien sostiene que a pesar del esfuerzo de las dependencias involucradas con el tema, el problema de la deforestación sigue igual; básicamente porque se trata de esfuerzos aislados que realizan instancias que no están vinculadas.
El señalamiento del investigador no sólo revela las acciones desvinculadas que realizan las dependencias gubernamentales, sino, sobre todo, un desperdicio de recursos públicos: la Comisión Nacional Forestal y la Secretaría de la Defensa Nacional desarrollan en el Cofre de Perote acciones para reforestar; por su parte, la Secretaría de Desarrollo Social destina dinero para financiar proyectos productivos que tienen que ver con la cría de ganado; el problema es que unas dependencias siembran y otras instancias fomentan el pastoreo de animales que consumen las nuevas plantaciones que incrementarían la superficie boscosa.
La deforestación en Veracruz se ha complicado desde hace más de una década; especialistas en el tema forestal han alertado sobre la reducción de la superficie destinada a los bosques, la tala inmoderada, el saqueo de los recursos maderables y el cambio climático.
Lo declarado por Guillermo Benítez pareciera sólo el reflejo de la incongruencia de las políticas públicas para enfrentar un problema; sin embargo, no es un tema menor: la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente reconoce más de 100 áreas críticas forestales en el ámbito nacional; diez de ellas se encuentran en Veracruz, específicamente en las zonas de Los Tuxtlas, Pico de Orizaba y Cofre de Perote.
Cálculos conservadores estiman que entre el 65 y el 70 por ciento de la superficie forestal veracruzana se ha perdido.
Igual ocurre con las selvas de los estados de Tabasco, Oaxaca, Chiapas y Veracruz, donde el 13 por ciento de la superficie se ha convertido en terrenos de cultivo u casi el 20 por ciento en potreros, para una pérdida total de más de 13 millones de hectáreas. Sólo entre las décadas de 1970 y 1980, la deforestación del trópico húmedo veracruzano llegó al 40 por ciento; más del 26 por ciento de esas tierras se destinan ahora a la agricultura y 30 por ciento a ganadería.
En la entidad, una de las zonas más afectadas por la deforestación es la de Los Tuxtlas, que en 1970 tenía más de 97 mil hectáreas de selva húmeda, bosque mesófilo, de pino y encino; dos décadas después, a principios de los noventas, sólo quedaban 54 mil.
Es la misma tendencia que se observa en el Cofre de Perote, donde diversas especies maderables se encuentran permanentemente amenazadas. La deforestación es sistemática, la erosión avanza y las acciones gubernamentales de protección a los recursos naturales han resultado insuficientes.
Si a eso agregamos la falta de coordinación entre dependencias, como lo expone el representante del Centro de Investigaciones Atmosféricas y de Ecología, el panorama se complica todavía más. Evidentemente, en los gobiernos federal y estatal, los temas del agua, los bosques y selvas y, en general, los recursos naturales, ocupan un lugar secundario en la agenda. @luisromero85
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