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    Rodrigo Montoya
    Rodrigo Montoya Rivera

    Ideas
    A pesar de vivir en una sociedad revolucionada en la cual la mayoría de las veces, vemos situaciones complejas; problemas de la cotidianidad, mucho trabajo y poca paga, esfuerzos pocas veces cristalizados y pérdida de valores, existen aún lugares en los cuales la calidad y sencillez humana nos hacen recordar el verdadero sentido de la vida. Nos dan la pauta para poder hacer una reflexión de lo que tenemos y la poca valoración que le damos a las cosas.
    El día de ayer tuve la oportunidad de caminar por la congregación de Chiltoyac, municipio de Xalapa, Veracruz. No es la primera vez que lo hago, sin embargo, por cuestiones laborales y personales, no he tenido la oportunidad de ir tan seguido como a mí me gustaría. La zona en mención forma parte del territorio verde de Xalapa, donde todavía hay campo, sembradíos y crianza de animales, donde aún la mejor y más sana diversión es salir a jugar futbol por la tarde y en familia ir a misa.
    Las congregaciones de Xalapa, El Castillo, Tronconal, 6 de enero, Chiltoyac y Las Trancas, tienen gente cálida y trabajadora. Hombres y mujeres que te extienden la mano y te abren las puertas de su casa con la mayor aceptación. Son estas partes de la capital veracruzana, donde poco vamos, pero no me cabe la menor duda que existe la gente de mejor corazón.
    Basta con asistir a las fiestas patronales o a la celebración del día de reyes en la congregación 6 de enero para constatar lo que en estas líneas publico. Cada casa de la región abre sus puertas para que propios y extraños pasen a degustar la gastronomía existente en la zona.
    Este domingo que caminaba por Chiltoyac, junto con Iván Rosas Agente Municipal de aquel lugar, pudimos saludar a personas como Don Hugo, el cual nos comenta de las necesidades de su barrio, sin embargo con optimismo nos acompaña a visitar a los demás habitantes del pueblo. Saludamos a doña Rosa, señora trabajadora del campo y ama de casa. Asimismo pudimos platicar con mujeres pilares fundamentales de este pueblo. Ellas son quienes velan por la parte más vulnerable de la población ayudando de manera voluntaria en los comedores comunitarios.
    El ver a los niños jugando en la cancha y corriendo por este pueblo tranquilo y seguro, nos debe hacer recordar lo que muchas veces producto de la rutina olvidamos. La amabilidad, las atenciones, la ayuda entre unos y otros, son clave y base de las sociedades civilizadas.
    En un México tan acelerado, muchas veces convulso, no está demás tomar el ejemplo del trabajador del campo, de la cocinera comunitaria, de los sembradores en los huertos, de los niños y jóvenes deportistas y de la señora que hace tortillas de mano. La humildad de nuestras congregaciones debe ser ejemplo para todos de que no somos uno más que otro, sino originarios de la misma tierra.
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