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    Elena Córdova

    Elena Córdova
    Luna Nueva 

    En mi muro de Facebook, un amigo me escribe y me dice: “¡pensé que irías tú!”; otro más redacta: “¡Eres joven, con valores y preparación! No se vale, tu partido no te toma en cuenta”. Una amiga entrañable me dice: “¡No es justo, tú has trabajado mucho!” Y así, muchos mensajes, muchos más… ¡Gracias, muchas gracias! Les respondo de todo corazón. No tengo más palabras.
    Les cuento. Todo esto es resultado de una aspiración legítima de ser candidata a diputada local en mi distrito de Misantla por el PRI. No sirve de consuelo, pero no fui la única que aspiró y se quedó con las ganas. En realidad, hubo hombres y mujeres excepcionales que no fuimos. No logramos ser candidatos. Estoy aprendiendo que así es esto…
    En estos días, de la página de un destacado veracruzano que se encuentra en el PRI nacional, Luis Guillermo Franco, retomo un texto que se titula “Carta de un dirigente sin candidatura”, la cual me parece muy adecuada y de la cual reproduzco lo siguiente: “¡Les agradezco mucho a quienes me han mandado mensajes, me han llamado, se han acercado a mí para preguntarme cómo estoy y cómo me siento; a quienes me quieren hacer sentir bien, se los agradezco, pero no me siento mal ni nada, esto es normal, era aspirante y no se me dio… no pasa nada! Tengo muchas ganas de trabajar y dar lo mejor de mí, pero desde que levanté la mano sabía que esto podía pasar, éramos muchos los aspirantes y era obvio que sólo uno iba a entrar, pero de verdad, no pasa nada; no me gusta que me vean como si me sintiera mal o estuviera enojado. Yo me he hecho muchas preguntas y lo que deduzco es que… ¡No era mi tiempo y punto! Mi lealtad a mi Partido; mi amistad y reconocimiento a quienes toman las decisiones”.
    De igual forma, leo a mi amigo Yarid Christfield Lugo, un joven político luchador de mil batallas, quien con voz firme escribe: “el día de hoy llegué a una importante conclusión, que en nuestro partido (PRI) y en el resto de los partidos políticos, los intereses corporativos y de grupos siguen teniendo más peso en los momentos en los que se selecciona a los candidatos, dejando de lado sin ningún recato o preocupación, la calidad de cuadro o militante, sobre todo permitir que intereses externos desplacen el legítimo derecho de aspirar a quienes de manera permanente y convencida han trabajado por representar un proyecto ciudadano con trabajo social y partidista pocas veces visto ambas cualidades…”
    Así que decidí no hablar de algún tema en particular, sino hacer mi auto-reflexión de lo que viví, pasé y sentí en estos meses que, de manera abierta, sincera y sin malicia, anduve haciendo campaña –o algo parecido a una comparsa, hasta ahora me doy cuenta– para lograr ser candidata del PRI por el distrito de Misantla, repito.
    Lo primero que tengo que decir, es que las campañas cuestan, y no sólo es un desgaste físico, emocional, sino que también hay que tener dinero, suficiente para no dañar el patrimonio personal o familiar. Ahora se entiende porqué los pudientes económicamente casi siempre son candidatos. Como bien cita Carlos Hank González: ¡Político pobre, pobre político!
    De igual forma, las famosas alianzas de facto o de hecho, traducidas a legales para conformar un bloque de partidos son algo muy dañino para la democracia partidista –y en general– pues no importa el perfil sino quién de los designados será el más fiel, leal y que cuide los intereses del grupo al cual pertenece en un futuro cercano.
    De la gente, mi profundo agradecimiento, pues vi miles de rostros cargados de emoción y sinceridad. Gente adulta, señoras y señores, madres jóvenes, niños, cientos de jóvenes trabajadores del campo y estudiantes, que me escucharon atenta y respetuosamente, aun cuando sentía que me miraban de una forma que sólo les dan los años de aspirar a que las cosas, su situación cambie. Lo recuerdo bien, pues lo llevo en el corazón. Eran miradas sinceras, transparentes. Ellos, que me escuchaban atentos, serios y lo principal, plenos de esperanza de que su igual, los pudiera representar y ayudar realmente. A ellos les agradezco de todo corazón su confianza y valioso tiempo. Sus palabras de aliento. Como cuando me extendían sus manos y me abrían las puertas de su hogar. Cuando me abrazaban. Me sonreían. Es por ellos, y sólo por eso, que seguiré trabajando y luchando por las causas sociales, en un contexto tan… difícil, como es la política.

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