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    Héctor Yunes Landa 1

    Pedro Manterola

    Hoja de Ruta
    Ha salido el Senador de la catatonia en la que cayó después del 5 de junio. Lo ha hecho con un severo cuestionamiento al gobernador Javier Duarte, de quien se dice avergonzado. Lo señala como la cabeza del que es el peor gobierno en la historia de Veracruz, desde el Gordo de Zempoala hasta nuestros días, aunque el Senador matiza su señalamiento con un “quizá”. Hizo un noble y generoso llamado a dejar atrás el odio, tal vez porque ya se dio cuenta de que el encono no genera réditos electorales. Con índice flamígero demanda a Javier Duarte que solicite licencia a su cargo por haber deshonrado la palabra empeñada legalmente para cumplir y hacer cumplir la Constitución Política del estado de Veracruz, pero parece obviar que el incumplimiento en la tarea de velar por la legalidad y la gobernabilidad de la entidad ha sido cosa cotidiana en la actual administración. Dice el Senador que Duarte ha lastimado a Veracruz, y olvida que esto también ha sido tarea rutinaria para Duarte de Ochoa. Falta de moralidad, de legitimidad, legalidad y de ética, dice el Senador que son características del actual gobierno de Veracruz. Pero eso tampoco es de ahora, porque la inmoralidad, ilegitimidad y desvergüenza del “duartismo” no surgió el 6 de junio.
    Con su deshonrosa conducta, Javier Duarte agravia, alarma y polariza a los veracruzanos, dice el legislador. Y limita a las últimas semanas el lapso en el que el Ejecutivo estatal se ha encargado de hacer zozobrar a Veracruz. En el lapso hay un lapsus, y también ahí se queda corto, evidentemente, porque la labor de socavamiento en el clima de tolerancia y respeto entre los veracruzanos no es cosa de días, sino de años, incluidos los meses preelectorales, con todo y cañas de pescar, el período dedicado ávidamente a las campañas, con la guerra sucia como ejemplo preclaro, y, por supuesto, estos días que vemos correr, llenos de locura, desmesura, cinismo y podredumbre.
    Con todo y todo, hasta, ahora pocas voces priistas se habían deslindado del desgobierno duartista. Esta cadena de agravios es lastimosa y consternante, dice el Senador. Y añeja, se podría agregar. Las ocurrencias y los caprichos convertidos en política pública tienen más de 6 años de haberse implantado en Veracruz. La misma designación de Javier Duarte como candidato a gobernador es notoria muestra de ello.
    Pero podemos suponer que habrá vida política después de la muerte electoral. Y también es posible asumir que la acción de inconstitucionalidad ordenada por el Presidente Enrique Peña Nieto, y anunciada hoy por la Procuraduría General de la República, ha inspirado a la grey tricolor, y hoy descubren que no son militantes de ornato. El anuncio de la PGR sirvió de campanilla para recordar al priismo veracruzano que no puede permanecer en estado vegetativo, y que es igual de vergonzoso chiflarse con blindajes desquiciantes, que columpiarse en la obscura expectación para ver como un gobernante delirante deshoja patrimonio, honra, legalidad, vergüenza y madre de todo Veracruz, deslizándose en un tobogán de frivolidad, inmadurez y torpeza que parece por fin estar en su último capítulo. Falta saber qué pasará con la frenética basificación de miles de burócratas, si se aprobará el pago de deuda antigua endosada a recursos frescos, y la donación desenfrenada del patrimonio de los veracruzanos a todo tipo de organismos y dependencias.
    Nunca es tarde para hacer algo, incluso si ya no hay nada que hacer. Falta saber si estas declaraciones son bomba o pirotecnia. El Senador parece creer que tiene todavía muchos pendientes por delante después del 5 de junio. Mientras el Gobernador Electo está ya en funciones, entre Senadores, hay dos apuestas visibles, una alianza engañosa y ningún acuerdo vigente. Una es la de Pepe Yunes, el candidato siempre natural y también latente en las filas tricolores, ahora rodeado de naftalina, ese ingrediente que conserva lo rancio y envenena lo nuevo por igual, en paciente espera para aparecer de la mano del candidato a la Presidencia de la República de cara al 2018. Tras bambalinas, sugirió la intervención del Ejecutivo Federal para colocar una camisa de fuerza a Javier Duarte. Junto, atrás, al lado y enfrente de Pepe, sobrevive otro priismo, diluido, apabullado, cabizbajo, ahora resucitado, que quiere volver a asomar la cabeza pretérita en las mismas fechas futuras, y por eso Héctor hoy vuelve a alzar la voz, para mañana volver a alzar la mano. Antes, uno y otro debían salir de su estado catatónico. Y en esas andan.
    Mientras tanto, el Gobernador de Veracruz sigue trabajando en un período de gobierno que será de dos años y medio, y, al parecer, Javier Duarte ya no puede hacer, hacernos ni hacerse más daño. Pero nadie se confíe. Siempre que parece haber tocado fondo, él o sus lacayos encuentran la manera de llegar más bajo.

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