Cecilia Muñoz
Polisemia
Un hombre a la altura es parte del Tour de Cine Francés, evento que en Xalapa tiene la privilegiada duración de tres semanas: del 9 al 29 de septiembre. Si no ha ido a verla, aquí viene lo bueno, lo malo y lo raro de esta producción francesa.
La historia
Diane es la mujer perfecta: la rubia a la que todos voltean a ver y, además, abogada con principios. Por su parte, Alexandre es un arquitecto exitoso, divertido e ingenioso que consigue en menos de media hora de conversación telefónica invitarle un café, bajo el pretexto de devolverle el celular que perdió. Diane acude emocionada a la cita, ansiosa por conocer al hombre que tanto le hizo reír por teléfono la noche anterior… para descubrir frente a ella a un apuesto caballero de 1.36 m. de altura.
Lo bueno
Un hombre a la altura es una película definitivamente divertida y amena que provoca una buena dosis de risas. Por el lado romántico, la relación entre Diane y Alexandre resulta no sólo creíble, sino entrañable: somos capaces de ver que a primera vista, ella se siente turbada por el tamaño de su compañero, pero conforme lo va conociendo, este aspecto llega a pasar casi a segundo plano. Y este “casi” no es gratuito: el hecho de que siga ahí, escondido en la incomodidad y en las sonrisas forzadas de Diane, logra que la película adquiera un toque más realista y menos rosa, especialmente porque el conflicto de la altura no se centra solamente en la vida amorosa de Alexandre, sino también en su cotidianidad.
El mensaje de la película, totalmente explícito en una escena final, también se lleva las palmas: “Estamos programados. Cuando encontramos a alguien diferente, huimos”.
Lo malo
El ex acosador de Diane, Bruno. Ambos trabajan en el mismo despacho, fundado por ellos mismos, por lo que la distancia no ha podido ser respetada después del término de su relación. Bruno la espía, insiste en saber si está saliendo con alguien más y en un momento de la película, cuando le pregunta qué pensarán los demás de él al verla salir con un “enano”, parece considerarla una extensión de sí mismo. El machismo de este personaje no es el problema en sí, sino que se le trata como si fuera algo normal, aunque molesto, que “afortunadamente” se termina cuando él se fija en una nueva mujer.
Alexandre también tiene sus momentos de macho alfa que ocasionan un primer acercamiento con Bruno que, aunque estéril, al menos logra sacarnos una sonrisa. El segundo, sin embargo, termina en un reto a duelo de ping pong que nunca ocurre en la película y por lo tanto, parece inútil que la confrontación haya tenido lugar.
Por otro lado, Un hombre a la altura falla también en dos de sus personajes secundarios: Coralie y Monique, la empleada doméstica de Alexandre; la primera evidentemente tiene un par de problemas psicológicos que son insinuados, pero esto nunca llega a ningún lado. En cuanto a la segunda, parece ser un personaje totalmente desaprovechado en relación con Alexandre, quizás opacada por el hijo de éste.
Lo raro
El actor Jean Dujardin, galán de la cinematografía francesa, real y evidentemente no mide 1.36 m., por lo que en ocasiones llega a percibirse la magia de la técnica en ciertas escenas, en las cuales es casi obvio el uso de la pantalla verde; un aspecto que no debería suponer gran problema, salvo cuando es muy notorio y provoca que la audiencia se desconcentre.
Un hombre a la altura es, a pesar de sus defectos y extrañezas, una excelente película para reír al tiempo que degusta unas palomitas… o una crepa que le ponga un toque más francés a la experiencia. Pero quedará en usted decidir después de estas líneas si aprovecha estos últimos días del Tour de Cine Francés para ir a verla.
Correo: polisemia@outlook.es
Twitter: @Polisemia_CM
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