Luna Nueva
Elena Córdova
¿Qué entendemos cuando hablamos de la cultura del esfuerzo? En el legendario Japón, la palabra Ganbaru y la cultura del esfuerzo, son dos acepciones comunes y reconocidas dentro de la sociedad japonesa. Para el caso, los significados más habituales que le dan los japonés es algo así como perseverar, no rendirse, dar lo mejor de uno mismo, superarse… delante de una dificultad. Es, incluso, una forma de entender la vida.
La historia mundial, enseña un pequeño espacio geográfico desolado, destruido en casi sus dos terceras partes después de la segunda guerra mundial. Obvia decir que, en el presente, Japón no sólo es un referente cultural sino una potencia económica, que, tan sólo en unas décadas, pasa a ser la tercera potencia mundial solo detrás de China. Muchos textos señalan que teniendo como bandera el lema “ganbaru”, los japoneses dieron, después de esta catástrofe, durante días, meses, años, su máximo esfuerzo para adaptarse y reconstruir sus vidas. Algo realmente admirable y estremecedor, que nos hace entender que un pueblo que se une, se vuelve fuerte y pone en práctica su cultura del esfuerzo, su “ganbaru”, siempre saldrán adelante y aún más…
En el contexto presente, los mexicanos en general, salvo algunos emprendedores, académicos, empresarios y personalidades, ven al presidente norteamericano y sus locuras, Donald Trump, como una oportunidad, siempre y cuando adoptemos una actitud “digna y firme”. Ellos, aseguran que a Donald Trump le gustan que lo “enfrenten”, y sólo así se logra obtener su respeto o su consideración.
Si me permiten, y además espero explicar el mensaje, ésta es la idea que pretendo transmitir: Esta es una gran oportunidad histórica para crear una nueva cultura mexicana. Mexicanos que se “engallen” ante la amenaza de las deportaciones y el maltrato a los connacionales que viven allá. Hoy, más que nunca, en México, las familias, tienen posibilidades de formar nuevos mexicanos con esa actitud de menos resignación, de debilidad. Ellos junto con los maestros, además de lo que los propios niños o jóvenes vean y escuchen en los medios de comunicación –como complemento informativo– deben hablar con sus hijos y decirles el momento histórico que vive México. Les cuenten que hace casi dos siglos, frente a los Estados Unidos, perdimos más de la mitad del territorio por no ser una nación unida, además, desinteresada, ajena al acontecer político y la vida patria. Con ello se lograría mucho, sobre todo infundir conocimientos, carácter, ánimo a las nuevas generaciones a las que tanta falta les hace saber su origen: su pasado, presente y hacia dónde van en el futuro como país. Agrego, además de tener una visión individual más competitiva, más de retos y menos de conformismo o peor, resignación ante los acontecimientos locales o nacionales.
Desde hace unos meses, doy seguimiento a una serie de artículos que se intitulan y tiene que ver con una nueva generación de niños. La llaman la “generación blandita”, lo cual invito a leer, basta con buscar el tema en la web y verán a lo que me refiero. Ahí se habla de una nueva generación de niños y jóvenes los cuales muestran muy poca resistencia y tolerancia a las dificultades de la vida. Se preguntarán cómo se relacionan estos hechos entre sí, sobre todo con un país.
Apelo a una frase que leí por ahí: “Cuando una familia quiere que sus hijos no pasen las dificultades que pasaron ellos, la sociedad se vuelve más cómoda”. Hoy vemos como muchas familias mexicanas, a “adultos blandos”. Fueron niños mimados. Tuvieron con quien contar y quien les facilitara la vida, no tuvieron necesidad de formarse en la cultura del esfuerzo. Recibieron todo y de todo, al menos más de lo indispensable. Hasta que sus padres ya no pudieron darles o solucionarles los problemas… o al faltarles los padres. Cayeron en terribles crisis existenciales.
Me permito contarles que desde muy joven me tocó enfrentar ciertos retos, al igual que muchos jóvenes de mi comunidad. A nosotros, nuestros padres nos enseñaron el valor del trabajo; de una forma vivencial a enfrentar la vida; a levantarnos cada vez que nos caíamos. Crecimos, literalmente, dentro de la cultura del esfuerzo. Lo que hicimos o dejamos de hacer fue nuestra responsabilidad. Y no saben cuánto agradezco que así haya sido. Fui, por decirlo así, una mujer emprendedora, vendía productos, trabajé y pude en algún momento comparar mi propio automóvil. Una gran satisfacción personal. Hoy, al igual que yo, seguramente ha visto uno que otro meme, donde se ve una chancla, una vara o una regla, en el caso de los maestros y varios textos que aluden a la “rudeza” con que fueron formadas las pasadas generaciones de los ahora adultos. Muchos opinan, sobre todo los que hoy son padres y abuelos, que esa generación es la que hace falta de nuevo. Yo la llamo la “generación durita”. Los niños y los jóvenes sabían el significado de la palabra respeto, buenos modales, comportarse bien en público y demás… había valores y principios, los cuales se adquirían mayormente dentro el seno familiar. En su caso, los responsables de una familia, vale la pena echar un vistazo y pensar que tanto bien les hacen a sus hijos al facilitarles todo.
Con un ejemplo cierro. En las empresas los directivos, mandos superiores manifiestan su sorpresa por la baja tolerancia a las críticas de los subalternos más jóvenes. Sin duda es una generación que se siente superior, o que nunca supo que podría cometer errores o estar equivocada, pues toda tenía a la mano o resuelto. A eso es a lo que le llaman los especialistas «crecer sin obstáculos». Interesante, no lo cree…
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