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    ELENA CÓRDOVA

    LUNA NUEVA

    Cada vez es más frecuente observar en la ciudad capital de Xalapa, en el paisaje urbano, a niños y niñas cuyas edades nos sorprenden pues se notan que apenas empiezan a vivir la vida y ya se encuentran haciendo actividades en las calles, cruceros y demás lugares, algunos inapropiados debida a su incipiente existencia.

    Los vemos a diario, vendiendo desde chicles y chucherías, que lo mismo limpiando parabrisas o haciendo peligrosos malabares. Por si fuera poco, ellos no sólo se encuentran a la luz del día, pues no son pocas las ocasiones que los podemos ver en altas horas de la noche cuando deberían estar acurrucados en su cama y no exponiéndose a los peligros de la oscura noche.

    A estas niñas y niños, en muchas ocasiones, los vemos acompañados con algún familiar, su madre o padre, y los que parecen ser sus parientes más cercanos, hermanitos o algún compañerito. Lo más grotesco –por si el solo hecho de verlos así no lo fuera– es que muchos de ellos están siendo vigilados a distancia por quienes deberían protegerlos, es decir, su padres o tutores, quienes los rentan o usan, en pocas palabras, sus verdugos, sus explotadores.

    Este fenómeno que no es exclusivo de alguna ciudad en particular sino existe en todo el mundo, y lo más grave es que, como ciudadanos o habitantes, nos estamos acostumbrando a ver estas estampas citadinas que se presentan a diario, en especial durante los días laborables disminuyendo los días sábados y domingos. Lo que nos parece sospechosos y claro está, no es ninguna casualidad, sino que tiene que ver con la explotación del trabajo infantil, si así se le puede llamar, de niños y niños en días exclusivamente hábiles, laboralmente hablando.

    12 de Junio

    A propósito del tema, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) lanzó el «Día mundial contra el trabajo infantil» en 2002 para concienciar acerca de la magnitud de este problema y aunar esfuerzos para erradicar esta realidad. En la página oficial del este organismo mundial, se señala que “el 12 de junio de cada año tenemos la oportunidad de fomentar y coordinar las iniciativas de los gobiernos, las patronales y sindicatos, la sociedad civil, los medios de comunicación y muchos otros actores locales, como escuelas y ayuntamientos, en la lucha contra el trabajo infantil”.

    En México, recientemente, un informe final de la misión que el Grupo de Trabajo perteneciente a la ONU, realizó en México del 29 de agosto al 7 de septiembre de 2016 una objetiva investigación que refiere que “en este país el trabajo infantil sigue siendo motivo de gran preocupación, pues según las estadísticas nacionales, hay aproximadamente 2.48 millones de niños que participan en una actividad económica”, cita el texto. En ello coincide plenamente la Subsecretaria de Desarrollo Rural de la Secretaria de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), la Maestra Mely Romero Celis, quien recientemente hizo una magistral exposición en la pasada Reunión Extraordinaria de la Comisión Interinstitucional para Prevenir y erradicar el Trabajo Infantil, en la ciudad y Estado de Colima. Siendo la digna representante de la institución federal, quien vienen a fortalecer los esfuerzos en el mejoramiento de la empleabilidad laboral a través de la entrega de certificaciones a empresas que acreditaron habilidades y competencias.

    Pobreza, detonador

    En ese sentido, ante la grave del tema, la ONU propone cuatro estrategias, a citar: Reducción drástica de la pobreza, acceso a una educación de calidad y pertinente, así como, dar empleo de calidad a los adultos responsables de los niños y de las niñas y, por último, acabar con las normas sociales que legitiman el trabajo infantil.

    Existen más, sin duda, pero en dónde casi todos coinciden que la mejor manera es con la prevención y promover el desarrollo comunitario en las localidades más vulnerables, en este cao, los lugares de donde provienen estas niñas y niños. Muchos especialistas aseguran que la pobreza es el detonador de la explotación infantil en la mayoría de las partes del mundo, siendo México un país vulnerable a este fenómeno social. La falta de políticas públicas, consciencia social mediante sensibilización y aplicación efectiva de las normas harían posible el rescate y la prevención de que miles de niños se integren a actividades laborales de manera prematura, serían también parte ya de la solución. Lamentablemente, como en muchos otros temas, esto deberá esperar, pues en un país inmerso prácticamente en la renovación de la presidencia y en un estado veracruzano en campaña permanente por conservar el poder ejecutivo, no se ven señales de cambio.

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