Cecilia Muñoz
Polisemia
Irreverente, sin pelos en la lengua, sin límites… Así es conocida la locutora Nay Salvatori… en Puebla. Probablemente nunca haya escuchado de ella y quizás esto hubiera seguido así de no ser porque su opinión acerca de lo que ella misma llamó “la chichi amamantadora” se volvió medianamente viral en redes sociales.
Usando un seno de un material que parece silicona para ejemplificar sus argumentos, o quizás sólo por ser chistosa, Nay habla frente a la cámara de Facebook acerca de un evento que ocurrió en su estado. Parece ser, pues ni ella misma está segura de lo que sucedió, que “en un restaurante muy conocido de la ciudad de Puebla” una madre decidió amamantar a su bebé. En el lugar, le pidieron que se fuera al baño, lo que generó indignación. Un hecho tristemente normal en nuestra sociedad y que a menudo se ha denunciado: la imposibilidad de amantar a un bebé sin provocar la incomodidad de los más santiguados o el morbo de los más perversos.
Nay considera que si bien “la chichi amamantadora es muy hermosa… no deja de ser una chichi”. Empezando por ahí, la locutora olvida, como a menudo olvidan los santiguados y los perversos, que el busto femenino, así como el resto del cuerpo de las mujeres, no está hecho para el disfrute de los otros. Cuando Nay dice que “no deja de ser una chichi” parece estar insinuando que esta parte de nuestro cuerpo sirve principalmente para ser erotizada, incluso cuando está realizando la función de alimentar a un bebé, que es de hecho, hablando en términos biológicos, su función primaria.
Mientras continúa el video, Nay recuerda que en una ocasión, en un parque, observó a una madre alimentando a su bebé, lo cual le pareció hermoso… hasta que llegó su marido, pues “¡yo no quería que mi esposo viera otra chichi que no sea la mía…!”.
De la pareja de Nay Salvatori poco podremos hablar, pues el video no cuenta con su testimonio, pero tenemos dos posibilidades: o es un hombre irrespetuoso que observa a madres que amamantan con morbo, lo que explicaría la incomodidad de su mujer, o un hombre respetuoso que aparta la mirada y deja al niño comer en paz, a pesar de la inseguridad de su mujer.
Pero he aquí un recordatorio feminista: los hombres no son esclavos de sus instintos sexuales, sino seres racionales capaces de diferenciar entre un acto mamífero y un acercamiento íntimo. Y creo que si hay un bebé de por medio, la diferencia es bastante obvia.
Institucionalmente, el acceso a la salud sexual y reproductiva de las mujeres ya deja mucho que desear: imposibilidad de obtener métodos anticonceptivos o retirar los que necesitan de intervención para esto, trabas para acceder a un aborto legal y la violencia obstétrica que ha sido negada en nuestro estado, a pesar de los testimonios… Con todo esto, ¿necesitamos añadirle nuestros juicios morales a quienes solo están alimentando a sus hijos? ¿Qué pasó con todas las campañas que enaltecen la leche materna? ¿Sólo estaremos de acuerdo con la correspondiente mantita sobre la cabeza de un bebé, aunque éste se pregunte por qué de repente se hizo de noche o se incomode a causa del calor?
Por supuesto, no todos podemos estar de acuerdo ni quitarnos la costumbre de encontrar en los pechos femeninos un llamado a la sexualidad, pues es lo que se ha normalizado con el tiempo, las producciones culturales y la publicidad… Sin embargo, sí podemos ser conscientes de que el morbo está más a menudo en nuestra mirada que en el cuerpo ajeno. Y si nos incomoda, recordemos: nadie nos está obligando a ver.
PD: Al final de su video, Nay sugiere a las mujeres que están en periodo de lactancia que se pongan una manta encima porque “no queremos que nuestro esposo, nuestro novio, nuestro papá, te vea tu chichi”. ¡Venga, Nay! Si no me importa lo que vea mi novio… ¿crees que me voy a estar preocupando por lo que vea mi papá?
Correo: polisemia@outlook.es
Twitter: polisemia_CM
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