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    Ricardo Vázquez Salazar

    Esfera Política

    ¿Quién les cree? Es la pregunta con la que terminamos el primer párrafo de nuestra columna anterior, en la que anotamos las contradicciones de las declaraciones de Javier Duarte de Ochoa y su hermano Cecilio, respecto a la huelga de hambre que supuestamente estaba llevando a cabo el ex gobernador veracruzano. Argumentos que no coincidieron con el reporte médico de un chequeo que personal médico del Reclusorio Norte le practicaron a Duarte. El hecho de haber perdido únicamente cinco kilos en el lapso de 10 días que lleva de dieta puede ser un indicador de que está haciendo trampa, señalamos en nuestra columna del lunes.

    Pues bien. Este jueves autoridades penitenciarias confirmaron las sospechas, Javier Duarte mintió una vez más: se jambó una deliciosa sopa de verdura el sábado por la tarde en compañía de su hermano; aunque no dan más detalles, la sopa bien pudo haber estado seguida de varias rebanadas de pan blanco untadas con mantequilla y espolvoreadas con pimienta, y para que resbalara, una jarra de agua de fruta. De postre, con su afamada glotonería es difícil que una vez estimulado las glándulas salivales, ya encarrilado debió haber sido extremadamente difícil resistirse a una tajada de pastel.

    Pero, ¿a qué se debe la ocupación de hacer una descripción de lo que se pudo haber embuchado Duarte y del fracaso del aparente reto alimenticio?

    Por varias razones.

    Desde que anunció el arranque de la supuesta dieta rigurosa, se auguró que sería una farsa. Javier Duarte tiene pleno conocimiento de que él y quienes fueron sus colaboradores, hoy recluidos, haberse declarado y etiquetado como inocentes, presos políticos y mártires, no existió ninguna posibilidad que alguna autoridad le crea, mucho menos los veracruzanos. Razón por la cual la aparente huelga de hambre estaba considerada como estéril desde su inicio.

    “No hay borracho que coma lumbre”, dice un refrán popular. Duarte de Ochoa sabía de antemano perfectamente que asumir una verdadera huelga de hambre le puede costar la vida; mínimo le podría ocasionar una afectación severa a cualquier órgano.

    Duarte no estaría dispuesto a poner en peligro su vida. Una cosa es haber experimentado “la plenitud del pinche poder”, como se refería su maestro, Fidel Herrera; actuar con soberbia, prepotencia, corrupción, excesos, arbitrariedades, indolencia, y otra muy distinta es encontrarse en una situación totalmente desfavorable, sin poder, cobarde, sin valor para enfrentar un desafío de esa naturaleza como es ponerse en huelga de hambre.            

    La duda que flota en el aire es en cuanto al objetivo de haber protagonizado este último episodio.

    Si se trató de un distractor para hacer tiempo. ¿Para qué?

    Si Duarte llegó a pensar que podría conseguir algún beneficio legal.

    Si contemplo la posibilidad de que conmovería a los veracruzanos y que saldrían a las calles a protestar para que lo dejaran libre.

    Llegamos a especular que podía haberse puesto en huelga de hambre para alterar su salud y que tuviera que ser trasladado a un hospital privado.

    Ya vimos que no tiene valor para llegar a esa situación.     

    El melodrama volvió a dar otro giro, a comedia guasona.   

    ¿Qué sigue después de esto?

    ¿Duarte anunciará que amenaza cortarse las venas con un ejote si no los dejan libres?

    rvazquez002@yahoo.com.mx

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