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    Salvador Muñoz

    Los Políticos

     

    Acabo de ver una película basada en un comic japonés llamada “Death Note”, que en español se traduce en algo tan simple como “La libreta de la muerte”.

    El tema es muy simple: Alguien apunta el nombre de una persona y mentalmente la visualiza, y ésta muere. El poseedor de esta libreta, un estudiante, decide entonces acabar con los delincuentes que aparecían en los medios: violadores, asesinos, narcotraficantes y demás fauna nociva social mueren con extraños ataques al corazón.

    Les cuento esto porque hace poco, encontré en las redes sociales una nota que capturó mi atención por el título que tenía: “Dos malditos delincuentes matan a empleado de una papelería a puñaladas al oponerse al asalto en Xalapa”.

    De inmediato brincó el adjetivo: “malditos”. Hacía mucho que no veía reflejado el sentir con tinte amarillista como cuando leía el periódico “Alarma!”

    ¿Recuerdan? Algo así como “la hiena”, “el depravado”, “la arpía” y un sinnúmero de adjetivos que con una facilidad increíble, buscaban reflejar un sentir social. En fin…

    Luego, en las mismas redes sociales, me topo con una entrevista a la rectora Sara Ladrón de Guevara, quien responde ante una serie de cuestionamientos en torno a “Augusto”, que ella no sólo está preocupada por la seguridad de los universitarios, sino por la de todos los veracruzanos.

    ¿Quién es Augusto? Augusto venía de una localidad llamada Mafafas, del municipio de Alto Lucero. Hijo de familia humilde, donde los recursos escasean. Cuando se enteró que había sido aceptado en la Universidad Veracruzana, su primera reacción fue No Inscribirse… la situación económica no estaba para trasladarse a Xalapa, pero apoyado por un ex profesor, se animó y logró combinar estudios y trabajo en una papelería.

    Buen empleado y mejor estudiante. Estaba entre las mejores calificaciones.

    Esta información de Augusto igual la encontré en las redes…

    Augusto es el origen de esa nota que leí: “Dos malditos delincuentes matan a empleado de una papelería”.

    “Dos malditos delincuentes”… no sé si el editor de esa nota conocía a Augusto… no sé si conoció su historia, pero fue entonces que olvidé un poco ese papel de editor y comprendí a este periodista que encabezó esta nota así: “Dos malditos delincuentes”.

    Realmente es seguro que usted, del otro lado de esta lectura, tras conocer la historia de Augusto, no considere a sus asesinos como “malditos”… no… los calificativos tendrían que iniciar con un “hijos de su…” y una gran cantidad de improperios que podrían culminar con un “Ojalá y los…”

    No se preocupe si pensó en la muerte de estos “dos malditos delincuentes”…

    Es seguro que si le preguntan a usted por la pena capital para homicidas, ladrones, violadores y secuestradores, hoy reaccione con un “sí”, sobre todo si uno recuerda a jóvenes como Augusto, y más cuando no sólo la comunidad universitaria, sino toda una sociedad, demandan seguridad y justicia para quienes han sido víctimas de la delincuencia.

    Por eso recordaba la película que vi, ésa, la de la Libreta de la Muerte, y han de disculpar, pero si la tuviera, creo que mis primeras palabras escritas en ella serían “dos malditos delincuentes”.

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