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    Ricardo Vázquez S.

    Esfera Política

     

    México es un país extraño, por todo lo que ha acontecido; pero más extraño todavía por lo que continúa ocurriendo y lo que podría estar por venir.  

    Un país extraño, que los diputados federales próximos a elegir, ya les tienen autorizado y asegurado, para la entrega puntual, vales de despensa, de gasolina y alimentos, mientras 9 y medio millones de mexicanos en condición de pobreza extrema no tienen el sustento, no saben si el día que comienza van a comer, una o dos veces, o ninguna.

    Un país extraño, que la Auditoría Superior de la Federación, ASF, le detecta a la dependencia supuestamente encargada de combatir la pobreza, a la Secretaría de Desarrollo Social, Sedesol, el desvío de más de mil 200 millones de pesos, a esta dependencia y a la Sedatu. Panorama irracional que en contraste el 50.6% de los mexicanos tiene ingresos insuficientes para comprar la canasta de comida, bienes y servicios básicos.

    Un país extraño, en que las nuevas generaciones ya no encuentran la diferencia entre un partido político de izquierda, derecha o centro. Que al igual que los llamados candidatos independientes, no son tales, porque tienen un origen partidista, carentes de vocación de servicio.  

    Un país extraño, que tiene un aeropuerto de los más caros del mundo, el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, AICM, el más importante del país; porque los hacedores de leyes, quienes se encargan de autorizar el pago de contribuciones, entre los que se encuentra el Impuesto por el Uso de Aeropuerto, TUA, disfrutan del turismo legislativo y sólo tienen que pedir boletos a donde se les ocurra, con cargo al erario público claro. El elevado costo del AICM está por encima de las terminales aéreas más modernas de Europa, Asia, Medio Oriente y otras regiones, es el caso de París, Madrid, Londres, Tokio, Bangkok, Dubái, Shanghái. A la obra del nuevo aeropuerto de la CDMX ya le encontraron un boquete de casi mil millones de pesos y todavía no saben cómo “se formó”.    

    Un país extraño, en que los edificios se derrumban, no por los efectos de los terremotos, se desploman debido a la simulación de supervisión en la construcción de inmuebles, convertida  en un perverso negocio, parte de la corrupción criminal imperante entre las autoridades de la CDMX y la Asamblea Legislativa. Y no pasó nada, no hubo un detenido responsable.

    Un país extraño, en que los recursos supuestamente destinados a la reconstrucción de edificios destruidos en –no por- los temblores, viviendas para los damnificados, el dinero para ese fin se volvió un auténtico botín disputado por autoridades y legisladores.   

    Un país extraño, en que ser indígena que ofrece artesanías, o ser vendedor de fruta picada, como formas de ganarse la vida honestamente, son objeto de represión y persecución policíaca, porque “afean” la vía pública.

    Un país extraño, que paga los sueldos más elevados del mundo a sus funcionarios y legisladores, pero que paradójicamente tiene los salarios más bajos del orbe para el resto de la población.  

    Un país extraño, del que no se encuentra explicación, para que un candidato a la presidencia de la República acepte a los personajes más corruptos de los últimos treinta años. Sumamente extraño, por el hecho de que el electorado, viendo el equipo que conformaría ya sabes quién, aun así acapara las preferencias de la población.    

    Un país extraño, en que al candidato “mesiánico”, una vez calificado por Hugo Eric Flores, dirigente del Partido Encuentro Social, como “Enviado de Dios”; o el yerro del empresario y principal asesor de López Obrador, de haber comparado a Napoleón Gómez Urrutia, “El Napito”, con Nelson Mandela. El chamaco era risueño y todavía le hacen cosquillas.

    Un país extraño, que a los corruptos se les etiqueta de perseguidos políticos, de víctimas. No te preocupes, tendrás fuero y podrás continuar haciendo de las tuyas.   

    Un país extraño, al que le sorprende las brutalidades cometidas en Irak,  Somalia, Afganistán o Uzbekistán, pero tal vez no tanto las que se cometieron en Veracruz, con los medicamentos falsos aplicados a enfermos de cáncer en los hospitales. Que aunado a esto, de llegar a descubrir cadáveres de inocentes sepultados debajo de la Academia de Policía en la capital veracruzana, la entidad pasaría a formar parte de ranking de la vergüenza, de haber padecido una de las dictaduras más crueles del planeta.  

    rvazquez002@yahoo.com.mx

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