Harmida Rubio Gutiérrez
Mujeres que saben latín
Hace tiempo que cuando viajo, pongo atención en las historias que se cuentan en los tours, caminatas, atractivos turísticos, museos y demás recorridos que se hacen cuando estoy conociendo algún lugar; me fijo particularmente en lo que se narra de las mujeres. Como es de esperarse, las historias en su mayoría no son gratas.
Basta con recordar las leyendas de los típicos recorridos diurnos o nocturnos, que explican el origen de los nombres de los callejones, las casonas antiguas, o de alguna plaza. Gran parte de estas leyendas son trágicas, y están relacionadas con historias de violencia contra las mujeres. El nombre de “El callejón del diamante de Xalapa”, tiene su origen en una historia de celos, que acaba en el asesinato de una mujer. En Puebla existe la leyenda de “La casa del que mató al animal”, que es una casa donde vivía un virrey viudo con dos hijos; y un día un animal monstruoso se comió a uno de ellos; el virrey en venganza ofreció de recompensa la mano de su hija a quien matara a ese animal. Obviamente apareció un hombre que mató al animal y se casó con la hija del virrey, a quien nadie le preguntó si quería o no casarse.
Hay algunas otras mucho más monstruosas, como las leyendas de los conventos, que tienen que ver con el maltrato y los abusos sexuales que las monjas experimentaban en ellos.
En Cuba, hay un recorrido turístico por casas patrimoniales, en las que antes vivía gente de mucho dinero y que tenía esclavas; a las cuales castigaban y torturaban por quedar embarazadas; en su mayoría después de actos de abuso por parte de sus propios patrones.
Creo que todas y todos hemos escuchado historias de este tipo cuando viajamos; pero lo curioso, y más bien alarmante; es que casi nadie se escandaliza, nadie dice nada cuando el guía recita en tono monótono estos relatos de terror que vivieron en el pasado muchas mujeres. Se tiene tan interiorizada la violencia contra las mujeres, la discriminación y el abuso, que forman ya parte de los recorridos turísticos, como los cuadros, los azulejos, los relojes y otros objetos. La historia misógina se cuenta y el recorrido sigue, como si nada, como si eso no importara.
Son muy pocos los lugares y los itinerarios turísticos que integran otro tipo de historias de las mujeres, pero afortunadamente ya existen algunos. “La Ruta de las Mujeres de la Barcelona Rebelde” es un recorrido a pie por la ciudad de Barcelona, en el cual se da a conocer los logros de las mujeres (como el derecho al voto, al aborto o el divorcio) a través de siete décadas; y la participación de ellas en la Guerra Civil y los principales movimientos sociales, levantamientos y procesos revolucionarios de esa ciudad.
En Buenos Aires, surgió un ejercicio ciudadano, que no es precisamente turístico, pero que sí es una narración itinerante de las luchas y conquistas de las mujeres en esa ciudad; se llama “Cartografías feministas”, y son recorridos guiados por historiadoras e investigadoras
feministas que se han dedicado a desentrañar estos relatos y dar a conocer otros universos, más trascendentales y ejemplares para las mujeres en Argentina.
Ojalá que la industria turística empiece a cambiar sus contenidos al respecto, y ver esta situación con mirada crítica. Pero también quienes hacemos turismo podemos cambiar parte de este fenómeno; podemos comentar nuestra opinión en el mismo recorrido que se mencionan estas historias, y hacer ver que la violencia contra las mujeres no es normal y no debe ser parte del atractivo turístico. También podemos buscar otro tipo de narraciones que involucren a las mujeres con un enfoque más relevante y digno; para construirnos discursos que nos ayuden a salir de la gran ola de violencia que vivimos, para mostrar lo que las mujeres del pasado han hecho por nosotras; y para recordarlas cada vez que pasemos por algún lugar.
La historia de los lugares no es única e inamovible, es cambiante, y puede dar nuevas y buenas noticias; es cuestión de buscarlas y sacarlas a la luz.
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