Luis Alberto Romero
Hora Cero
Al margen de los anuncios y las cifras oficiales, que hablan de un Veracruz donde los índices delictivos han disminuido en los meses recientes, la percepción en esa materia sigue igual que durante la administración de Javier Duarte.
En algunos casos, los problemas de inseguridad y violencia llegan a un extremo que obliga a los ciudadanos a tomar medidas y acciones por su cuenta, porque interpretan la ausencia de las corporaciones policiacas como un aviso en el sentido de que deben cuidarse ellos mismos.
Algo así ocurre en las 14 comunidades del municipio de Papantla, cuyos habitantes se armaron con palos, machetes y mucho valor, para enfrentar a los delincuentes que mantienen asolada la región.
La nota escaló al ámbito nacional y los medios consignaron una realidad de la que pocas veces se habla en Veracruz.
La población del lugar apunta que hace un par de años, coincidente con la llegada del actual gobierno estatal, comenzaron sus problemas de inseguridad; imagine usted que sujetos desconocidos llegan a las casas de esas comunidades, tocan la puerta y exigen de forma violenta altas sumas de dinero. Es una locura pero es parte de la denuncia pública que han lanzado los habitantes de Valsequillo, Insurgentes Socialistas, Puxtla, Joloapan, 20 de Noviembre, Dos Ríos, El Corcho, Miguel Hidalgo, y la zona limítrofe del estado de Puebla con Veracruz, Tenampulco y San José Acateno.
La gente de esos lugares dejó de enviar a sus hijos a las escuelas, por el temor a las bandas que operan en ese punto de la geografía de un estado donde de acuerdo con las autoridades no pasa nada.
Al principio, las víctimas de la delincuencia eran comerciantes con algunos recursos, y citricultores, a quienes los grupos delictivos pedían cuotas a cambio de no agredirlos.
Posteriormente, el círculo de las víctimas se extendió a profesores, pequeños comerciantes y hasta jornaleros agrícolas. De la delincuencia que se vive en las comunidades de Papantla parece que nadie escapa.
Cansados por esa situación, los pobladores de las citadas comunidades se comenzaron a organizar; y llegaron al extremo de instalar barricadas, armados como se armaba la gente hace dos siglos, sólo con palos, machetes y herramientas de labranza.
El caso de Insurgentes Socialistas
En la carretera que comunica a Insurgentes Socialistas, la población instaló barricadas; prendió fuego y cuestiona a cada extraño que cruza por el lugar. Adicionalmente, comenzaron los rondines por los pobladores y los caminos interparcelarios.
Aclaran que no son autodefensas; pero son algo muy parecido.
Esos bloqueos comenzaron el pasado día 7 de septiembre y se mantienen, aunque ya liberaron la vía.
Los papantecos de esas comunidades hablan de complicidad de las corporaciones de seguridad pública con la delincuencia y por ello dicen que no quieren presencia de las policías estatales y municipales; exigen la llegada de la Marina y del Ejército y enviaron cartas de petición de apoyo a Semar y Sedena; afirman que mientras no los elementos de la instancia federal no lleguen, ellos no se retirarán de los caminos, ni dejarán de realizar sus rondines.
El problema es que no es difícil imaginar el posible desenlace de un coctel tan complicado como peligroso: bandas de delincuentes armados; desconfianza de la gente en las corporaciones de policía; y un pueblo indignado y cansado de ser víctima de asaltos, robos, extorsiones y hasta secuestros. @luisromero85
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