Brenda Caballero
Números Rojos
¡Estoy seguro que sí vienen! Decía mi abuelo, mientras yo picaba papel de china para ponerlo en lo que sería la mesita del altar.
¿Cómo sabes que los muertos nos visitan? Le pregunté, a lo que él con sus ojos ahumados y lleno de energía (como si no tuviera 89 años), me contestó con una historia: “El abuelo de mi madre era panadero y no creía en las visitas de los muertos. Un día cuando regresaba a su casa, precisamente por estas fechas, escuchó un gran tumulto de gente. Al voltear vio una muchedumbre con luces, la cual no distinguió por la oscuridad de la noche, entró a su casa y se durmió”.
Muy serio mi abuelito se agarraba las manos, emocionado, mientras proseguía su relato:
“Al otro día, intrigado, mi abuelo preguntó a la gente qué había ocurrido, nadie le supo dar razón, solo lo había visto él”… Enfatiza mi abuelo emocionado: “¡Eran ellos… las ánimas! Vinieron y se hicieron presente para que supiéramos que en estas fechas nos visitan”.
“Su creencia hizo que cada primero y dos de noviembre pusiera su ofrenda y se lo heredara a mi mamacita, cosa que recuerdo desde que tenía cinco años. Ella ponía dos grandes mesas, una era para los chiquitos, y otra para los grandes, pues no son iguales. La de los chiquitos no puede tener nada picoso, pues se enchilan, además que hay que ponerles canastitas llenas de dulces, manjar y calabaza.
“A los grandes es diferente, se le pone mole, tamales de salsa, incluso su mulita de lo que en vida les gustaba tomar.
“¡Y cuidadito si tocábamos algo de la mesa! pues nos daban una regañiza y manazos ¡por tentones!”
Con esas tradiciones crecí, con ese olor a incienso y flores de cempasúchil regadas en caminito hacia la puerta, para acompañarlos en su recorrido hasta la calle.
Afortunadamente aún conservan esas costumbres en gran parte del país, pues no olvidemos que nuestros antepasados adoraban a la muerte y la veían como algo natural, una evolución muy importante del ser humano.
Hoy, aunque sigue la tradición de Día de Muertos, la cosa ya no es tan sencilla para ponerle el altar a los difuntos ¡todo esta re-caro!
Mi abuela dice que todo subió mucho, al menos el año pasado el pliego de papel de china le costó 50 centavos y que este año se lo vendieron a peso.
La manteca, la carne, las frutas, el pollo también subió ¡qué decir del gas! que incrementa su precio cada semana.
Ahora que si usted visita el panteón para ir a visitar algún difuntito y llevarle unas flores, los floristas también se mandan en estas fechas, y le aumentan hasta el 30 por ciento del precio normal. ¿Dónde estará la Profeco?
Aunque cada año se ve más difícil la situación económica en el país, para don Agustín, mi abuelo, eso no parece importarle, quiere recibirlos cálidamente como se merecen, ponerles suficiente comida para que se lleven, hasta que regresen el próximo año, mantenerlos contentos estos dos días que se les permite venir a la tierra; no importa que él se quede económicamente frío el resto del año.
Email: caballero_brenda@hotmail.com
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