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    Anilú Ingram Vallines

    Del 25 al 28 de octubre se efectuará la llamada consulta ciudadana para determinar si el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México debe seguir construyéndose en Texcoco, como lo proyectó en esta administración federal, o en la base militar de Santa Lucía, como propone el próximo gobierno.

    En estos cuatro días, los ciudadanos podremos acudir a cualquiera de las mesas instaladas para este fin en 538 municipios, en un horario de 8 de la mañana a 6 de la tarde, en donde asociaciones civiles participarán en la recepción del voto y la Fundación Rosenblueth, será la que coordine y realice el cómputo de los resultados.

    De acuerdo con los especialistas se espera una participación de entre 100 mil y medio millón de ciudadanos, es decir, solo un puñado de personas definirá, con o sin conocimiento de causa, el destino de una decisión tan importante que determinará la competitividad del país.

    Como secretaria de la Comisión de Infraestructura en la Cámara de Diputados apuesto por lo que dé dinamismo a nuestra economía, genere empleo, nos catapulte en el plano internacional.

    El Nuevo Aeropuerto en Texcoco es el segundo más grande en construcción a nivel mundial; seis veces más grande que la actual terminal; un proyecto único en el continente, con una visión social y 100 por ciento sustentable; se trata de una herramienta que nos permitirá ocupar nuestro lugar como una de las economías más importantes, no solo del continente sino del mundo.

    Este nuevo aeropuerto nos permitirá además tener una mejor conexión internacional para potencializar el turismo y la derrama económica que genera; en los negocios incrementará la integración de los diferentes mercados regionales al reducirse los costos de conexión, pues de realizarse como se ha planteado, 125 millones de personas anualmente viajarán por éste, el equivalente a 342 mil pasajeros diarios.

    Ojalá y que quienes acudan a la consulta en unos días más, sepan que con el nuevo aeropuerto que este gobierno ha impulsado, se beneficiará a miles de personas con empleo -160 mil tan solo durante su construcción-, promoverá el desarrollo de los habitantes de la región e impulsará a la par la creación de centros de salud, instituciones educativas, viviendas y servicios municipales.

    Para quienes acusan daños ambientales, el cambio de la nueva ruta reducirá en 95 por ciento las afectaciones por ruido, comparado con el actual aeropuerto, creará espacios verdes que absorben el CO2 y lo transforman en oxígeno; mitigará inundaciones, riesgos ambientales, entre otros beneficios.

    Desafortunadamente en los últimos días los ánimos se han calentado.  Bajo amenazas, y no con argumentos consolidados, intentan echar abajo un proyecto que nos beneficiará como nación, ya sin siquiera preguntar.

    Ya lo han dicho expertos en aeronáutica, controladores aéreos, pilotos y hasta académicos, que Santa Lucía no es una opción viable por la insuficiencia de terreno para construir pistas, por la falta de permisos para operar, por la complejidad del espacio aéreo. Empecinarse en una opción por mera demagogia puede traer un costo sumamente alto para nuestro país.

    Por lo anterior reitero: Desde la Comisión de Infraestructura no solo defenderé el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, sino que también contribuiré a que se generen a la brevedad más y mejores proyectos, que se modernicen y conserven los que ya tenemos; vigilaré que los recursos destinados en este rubro se apliquen de manera correcta y transparente, para tener la infraestructura que merecemos: moderna, eficiente, eficaz, que comunique a todas las regiones de México, que acorte distancias y acerque familias.

    @AniluIngram

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