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    Las tumbas de Rébsamen

    Brenda Caballero

    Números Rojos

    El olor a flor de cempasúchil  se percibía desde la entrada. Los niños corrían entre las tumbas; estaban felices. Algunos pasaban frente a ellas y se detenían a leer sus epitafios. Las mamás terminaban de adornar con flores y veladoras los sepulcros sagrados. Algunas llevaban una ofrenda de alimentos, y otras deshojaban la flor amarilla y ponían cruces a un costado. En el fondo, un grupo de personas observaba el ritual de “Día de Muertos”. Y no, no estamos en el panteón, sino en el patio central de la escuela primaria federal Profesor Enrique C. Rébsamen.

    “Acá yace Camila”, se podía leer en una tumba, adornada con un arco de flores, además cuatro elegantes catrinas nos contaban la importancia de sus colores: naranja, amarillo y morado. El vaso con agua, el pan, las frutas y hasta una botella de mezcal acompañaban a la tumba. Lo más peculiar es que Camila resucitaba, pues al quitar la losa, ella salía triunfante.

    Al maestro Manuel, sus alumnos del segundo año, grupo A, no le hicieron calavera, sino ¡le fabricaron su propia tumba hasta de mármol! En la cabecera, la flor dorada de lis se posaba triunfante; a los pies, la muerte bella le acompañaba al igual que cuatro velas rojas de cada lado con unos cirios al frente.

    “Descanse en paz Oscar Beristain Vite”, se leía en otra más, adornada con cempasúchil, mano de león y nube; dos veladoras y un esqueleto en la cabecera hacían más tétrica la tumba.

    “¡Les dije que estaba enfermo! Descanse en paz maestro Diego”, era la tumba de los alumnos del Quinto A. Las flores, el tepejilote y las veladoras completaban el adorno, al igual que un cartel con calaquitas bailando.

    Hasta la tumba de Frida Khalo tenía la Rébsamen. Un retrato en sepia, flores grandes de papel moradas y anaranjadas; una muerte con sombrero saliendo del sepulcro y papel china picado realzaban la tumba.

    “¡Hasta tierra trajimos!”, me dice una mamá del Sexto B que explica el significado de la tumba de la Cantera Michoacán. Bromeando le digo: “¿tierra del panteón?”; Responde que no y ríe mientras continúa la explicación que allá los familiares acostumbran llevar ofrendas a sus tumbas y comer con sus difuntos… para ellos no son días lúgubres, sino de unión familiar y fiesta ya que llevan música y hasta bailan en el lugar, razón por la que en la cabecera de la tumba hay un altar de pan y frutas.

    Su tumba es sencilla, aunque tapizada de flor de cempasúchil. Abundan las  veladoras, ya que  les sirven para iluminar el camino de ida y vuelta de los difuntos. Llama la atención la gran piedra que trajeron y que se postra al pie.

    No podía faltar la tumba al Profesor Enrique C. Rébsamen que le dedicaron los alumnos del Segundo B. La gran cruz de la tradicional flor Mano de León resaltaba el sepulcro.

    Un ataúd negro con una cruz blanca también yacía en el patio central. La foto de la bella mujer que le acompañaba cambiaba a la muerte al moverse lentamente. Un esqueleto y el tepejilote lo completaban.

    El grupo de Tercero A también hizo su tumba, muy estilizada por cierto, ya que parecía hasta de madera. Un elegante catrín asomaba parte de su huesudo cuerpo, mientras unos cráneos y hasta un esqueleto de una rata estaban en el escenario mortuorio.

    Un ataúd negro con una cruz blanca y una corona era otro de los participantes en el Concurso de Tumbas organizado en la primaria federal Profesor Enrique C. Rébsamen a cargo del maestro Pablo Barradas Montero, director de la misma. Al evento asistieron Mario González Perea, supervisor de zona 12; Alfonso Xotla Martínez, supervisor zona 11 de Educación Especial; Blanca Iveth Rodríguez Manuel, directora de la Unidad de Servicios de Apoyo a la Educación Regular (USAER) número 112, así como su servidora, quieres integramos el jurado calificador de tan elaboradas tumbas y de las calaveras que hicieron los alumnos Zury del Carmen Hernández Cabrera, Marcelino Jácome González, Alina Angélica Hernández, Ana Belén Cruz Severa, Francisco Noel Fernández Sánchez, Yamileth Santos Báez, Chelsea López Morales y Ashey Nicole Flores Valencia, siendo esta última quien se llevó el primer lugar.

    Entre calavera y calavera, los bailables no se hicieron esperar; debo reconocer que la piel se me enchinó al igual que como lo dijera en su discurso el profesor Mario al escuchar La Llorona y ver a los pequeñitos de primer año bailando.

    Dos filas, niñas y niños encabezadas por sus maestras que con paso de cortejo fúnebre recorrieron el atrio. Todos muy elegantes y hasta de smoking y sombrero de copa. No podían faltar las caritas pintadas y las máscaras de calaveritas. Las niñas, elegantemente vestidas de catrinas, con su sombrero y velo en cara. Sus caritas también pintadas y algunas de ellas con el cabello recogido con flores. Para finalizar La Llorona, se tomaron en parejas y bailaron en paso de vals.

    Posteriormente interpretaron también Danza de Catrinas y Catrines. Pero sin duda uno de los momentos más emotivos fue ver a los niños bailar Xantolo e interpretar la Boda de Chicontepec. Los niños con su pañuelo al cuello, mientras  las niñas de vestido crema hacían el ritual indígena de la Huasteca.

    ¿A poco no son hermosas nuestras tradiciones? Pensé ¿a poco no es necesario enseñar a los niños la cultura de nuestras regiones veracruzanas?

    Por allí andaba una diablita suelta con disfraz rojo, pero reconozco que no vi ningún disfraz de momia, vampiro, bruja, fantasma, super héroe u otro que represente al Halloween. Y no, no tengo nada en contra de las costumbres de nuestro vecino país del norte, pero agradezco a los maestros y padres de familia que siguen inculcando a los niños nuestras tradiciones de los Fieles Difuntos o Día de Muertos.

    Para finalizar, todos querían tomarse la foto en el altar mayor, ése con canastitas de dulces, frutas y pan de muerto, donde resaltaba un retrato de una enigmática mujer de negro. ¿Quién es? Pregunté. Es la directora fundadora de la escuela en el año 76, la maestra Evarista Jiménez Juárez.  ¡Qué honor que nuestras generaciones sigan recordándola! Pensé. No cabe duda que nuestras tradiciones son hermosas, pero además sabrosas: terminaba el festejo con un chocolate caliente, un riquísimo pan de muerto y el respectivo tamal. ¡Qué vivan nuestras tradiciones!

     

    @NumerosRojos_BC

    Caballero_brenda@hotmail.com

     

     

     

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