Raúl Abraham López Martínez*
Coyuntura Política XXI
Considero que es un debate estéril el tema que plantea Arnaldo Córdoba en su reciente artículo titulado “La izquierda que México necesita” (La Jornada 14 octubre 2012). Es un debate estéril debido a que carece de sentido apelar a discursos que pretenden construir la definición de la izquierda en un sentido singular, desconociendo de facto la pluralidad que existe en las izquierdas.
En la actualidad, lo correcto es hacer referencia a las izquierdas, en un sentido de lo diverso que se refleja tanto en las izquierdas con énfasis en lo social y en las izquierdas partidistas.
Solamente los actores que buscan imponer su propia verdad, se van a atrever a sostener de manera arbitraria los lineamientos que según ellos debería de caracterizar a la “izquierda”.
Tal es el caso de Arnaldo Córdoba, un ejemplo vivo de esa vieja “izquierda” que amparada en los privilegios de formar parte de la élite de la UNAM, se ha auto erigido en la oficina de la “verdadera, única y pontificia izquierda”.
Si alguna de las izquierdas no coincide con los lineamientos del supremo sacerdote de la izquierda Arnaldo Córdova, se exponen a quedar expuestos a la ira de la “Santa Inquisición de la Izquierda”.
Esto es lo que llanamente ha argumentado una y otra vez Arnaldo en sus artículos. Siempre guiado por el mecanismo de la exclusión. Un exclusión que en esta ocasión busca legitimar como al representante de la “izquierda autorizada” al grupo encabezado por Andrés Manuel López Obrador.
Al no reconocer el amplio abanico de las izquierdas, Arnaldo Córdoba se encuentra actuando como un simple secretario de propaganda cuya tarea es el de legitimar a su dirigente máximo. Denigrando el papel del intelectual.
Lo anterior me lleva a recordar que Norberto Bobbio en su libro “Los Intelectuales y el poder”, afirmó que un intelectual es por definición un crítico del poder.
Un crítico del poder, tiene que ser capaz de cuestionar a los actores que controlan el Estado, así como también cuestionar a los actores que aspiran a dirigir el Estado.
En este caso, es innegable que Arnaldo Córdoba ha sido un crítico de los gobernantes, pero en el caso de Andrés Manuel López Obrador, su comportamiento ha sido el de un empleado.
Esta fe ciega en el caudillo, guarda una estrecha relación con la obediencia que Córdoba demostró ante el viejo régimen actuando como una izquierda conservadora mientras que muchos jóvenes en las décadas del sesenta y setenta decidieron tomar las armas.
Por eso no es casualidad, que su hijo forme parte del Consejo General del IFE.
Arnaldo Córdoba se equivoca al proponer el “deber ser” de la izquierda en México, para que las fuerzas progresistas del país se encuentren en condiciones se superar el trauma de las dos derrotas electorales de Andrés Manuel López Obrador, hay que abandonar estos debates infantiles con tendencia autoritaria.
Para lograr la transformación del país, para detener al neoliberalismo en el territorio nacional, para consolidar una fuerza partidista y parlamentaria que actué como un contrapeso del gobierno de Enrique Peña Nieto, es necesario convocar a la diversidad de las fuerzas sociales que hay en México, sin dogmas y sin restricciones ideológicas.
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