Destacado

    José Luis Ortega Vidal
    Claroscuros

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    A menos que –en serio- tenga planes y circunstancias favorables para dejar el estado, marchar a la capital y sumarse al equipo de Enrique Peña Nieto, el doctor Javier Duarte de Ochoa debe hacer una revisión profunda de su gabinete antes de finalizar el 2012 y tomar las decisiones necesarias al respecto.

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    Como en todo proceso –administrativo, político, social- los claroscuros marcan el ayer, el ahora y el mañana en los escenarios que nos corresponde vivir.
    Los grupos de poder y los intereses de sectores o de personajes influyen en los contextos; pero –en los avatares del poder- nada está por encima de los objetivos del Príncipe.
    ¿Cuál es su afán? ¿Cómo visualiza su futuro como gobernante y en lo individual? ¿Cómo va el trabajo planeado para seis años, en el momento en que está a punto de cumplir la tercera parte de ese periodo?
    El Príncipe debe ser frío, calculador, estricto con su equipo y cauto, prudente, equilibrado y astuto a la hora de hacer los ajustes necesarios.
    Los cambios –cuando las circunstancias lo exigen- deben realizarse o se corre el riesgo de hundirse en la ineficiencia.
    En política el “hubiera” es sinónimo de fracaso.
    Un Príncipe debe tener un profundo sentido de la oportunidad si desea el éxito en su reinado.

    (3)
    Jaime Mantecón Rojo fue compañero de generación de Luis Donaldo Colosio en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey.
    Alguna vez, cuando fue candidato a diputado federal por Acayucan, el ingeniero Mantecón recordó el asesinato de su amigo y lloró.
    NI hablar.
    Legislador local y federal por decisión de los electores, Mantecón Rojo fue candidato a la Presidencia Municipal de Acayucan en los comicios del 2004.
    Se enfrentó –apoyado en las siglas del PRI- a Mario González Figueroa –abanderado del PRV- y a Fabiola Vázquez Saut –candidata del PAN-.
    Aquella fue la peor elección para el PRI en la historia de Acayucan.
    Mantecón Rojo apenas rebasó los 5 mil votos y obtuvo un penoso tercer lugar.
    Fabiola Vázquez ganó y Mario González se defendió como gato como arriba con un partido perfectamente desconocido y quedó en el segundo sitio.

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    Mantecón Rojo es cuñado de Mauro Loyo Varela, médico de mente brillante.
    El doctor Loyo fue Secretario de Salud en el gobierno de Miguel Alemán Velasco.
    Loyo Varela es cardiólogo de cabecera del poderoso ex gobernador veracruzano y es inventor de una serie de instrumentos quirúrgicos que se emplean en quirófanos de todo el mundo para operaciones del corazón.
    Las patentes de esas creaciones convierten al doctor Mauro Loyo en un orgullo de Veracruz, en un hombre con muchos recursos económicos producto de su talento y en un personaje influyente.

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    Jaime es cuñado de Mauro pero no es Mauro.
    Por otra parte, Mantecón es viejo conocido de Manuel Martínez De Leo, el actual Secretario de Desarrollo Agropecuario, Rural, Forestal y Pesca de Veracruz (SEDARPA).
    Ambos personajes –de ascendencia española aunque nacidos y hechos en México- fueron vecinos en Acayucan, donde tienen o tuvieron ranchos ganaderos.
    Los antecesores de Mantecón y Martínez de Leo, es decir los migrantes españoles que llegaron a México tras la conquista de Cortés en el siglo XVI, impulsaron la ganadería extensiva en el Sur de Veracruz en el siglo XIX.
    A partir de este acontecimiento histórico, la vocación silvícola del Sur, dueña de bosques y selvas tropicales, vio morir su profundo verde casi totalmente bajo los cascos de las vacas y toros que hasta la fecha constituyen la principal actividad rural en la región.
    Manuel Martínez de Leo -encargado de la SEDARPA- tiene de vocación forestal y pesquera lo que Veracruz tiene de semejanza con Marte, Saturno, Mercurio y Plutón.
    Pero en fin, la política es así y analizarla en ese sentido no es objetivo de este texto.

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    Entre 1994 y 1995, Mantecón y Martínez de Leo fueron socios en la empresa Agropur S.A. de C.V.
    Ambicioso, este proyecto animó un monopolio de productos pecuarios que incluía el impulso de corrales para la crianza masiva de bovinos de doble propósito: explotación láctea y cárnica.
    La idea era criar las vacas, explotar la leche que se envasó y se vendía con éxito en la región, operar un rastro propio que permitiera comercializar los cortes de los vacunos y venderla en sus propias carnicerías.
    Arriesgada –por decir lo menos- la idea incluyó la siembra de maíz para producir el alimento con que habrían de criar a los animales.
    Crear un monopolio productivo; cerrar la cadena agropecuaria y hacerlo para un mercado local, regional y nacional…nomás para empezar.
    Ese era el plan.
    Ni más ni menos.

    (6)
    El proyecto se echó a andar con la inversión de 10 millones de dólares de capital belga –de Bélgica, aclaro-, con aportaciones de 40 socios del gremio agropecuario en la región acayuqueña y con préstamos de Banobras.
    Ernesto Zedillo Ponce de León -a la sazón Presidente de la República- visitó las instalaciones de Agropur en la comunidad de San Miguel, muy cerca del rancho “Potomac”, propiedad del hoy titular de la SEDARPA.
    Todo estaba listo: corrales, rastro, empacadoras, carnicerías, vehículos, personal, mercados, etcétera.
    A cargo de Agropur quedaron ex funcionarios de “La Llanura”, empresa que tuvo un pasado de gloria cuando funcionó –en Acayucan- para la paraestatal LICONSA.
    Leche Industrializada Conasupo S.A. (LICONSA) fue privatizada en aquellos tiempos en que Carlos Salinas de Gortari vendió todo y si no privatizó a su abuelita fue porque la señora no se dejó.
    En manos del capital privado, LICONSA se convirtió en “La Llanura” y luego terminó en una sospechosa quiebra.

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    Por su parte Agropur también quebró en poco tiempo, no más de cuatro años.
    Hoy, las instalaciones de las dos empresas lucen abandonadas, destrozadas; son una suerte de sendos monumentos al fracaso.
    De las instalaciones de “La Llanura” –ubicadas a un lado del bulevar Enríquez en Acayucan- sus ex trabajadores se convirtieron en dueños como parte de la liquidación correspondiente.
    Divididos, los ex obreros son protagonistas de un penoso pleito que exhiben cada día ante la sociedad de su región, desde hace unos quince años.
    Por su parte, los ex trabajadores de “Agropur” han ganado –en fecha reciente- un proceso laboral que los llevaría –en breve- a la adjudicación de lo que fue un plan tan ambicioso como descabellado; tan costoso como mal planeado; tan demagógico como condenado al fracaso.
    De Agropur S.A. de C.V. sólo quedan las ruinas, a escasos kilómetros de San Miguel, en el Acayucan rural.
    El monte lo ha cubierto todo: corrales, industrializadora de lácteos, el rastro.
    Un hombre mayor cuida las garrapatas que pueblan el sitio que Ernesto Zedillo visitó alguna vez, cuando lucía lleno de vacas regordetas.
    De haber triunfado, Agropur sería proveedor de la leche para el sistema DIF, por citar sólo uno de los miles de potenciales clientes.

    (8)
    A casi dos años del inicio de su gestión, Javier Duarte de Ochoa debe decidir cuál futuro quiere para el campo veracruzano.
    Si el gobernador desea impulsar el desarrollo de un sector que expulsa mano de obra a Estados Unidos, desempleados a las zonas urbanas o semi esclavos con pasaje subsidiado a las temporadas de corte en el norte industrializado del país, la SEDARPA está en las manos ideales.
    Por lo contrario, si el gobierno próspero desea que el campo jarocho evolucione de las garrapatas a las vacas rechonchas; de la ganadería extensiva a la recuperación de bosques y selvas que permitan una producción silvícola razonable; al trabajo auténtico de los pescadores que en lugares como Coatzacoalcos se dedican mayoritariamente a pelearse con PEMEX; urgen los ajustes en esa parte de su equipo.

    (9)
    Evitemos llorar, como Jaime Mantecón Rojo lo hizo alguna vez mientras recordaba a su amigo Luis Donaldo.

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