Destacado

    Roberto Morales Ayala

    Zona Franca

    Marcos Theurel Cotero es un político que gusta de jugar con fuego y que por su inmadurez política suele quemarse.
    Lleva largo tiempo en un duelo a muerte con su antiguo promotor, el ex alcalde Marcelo Montiel Montiel, al que acusa de haber endeudado despiadadamente a Coatzacoalcos; haberle heredado un ejército de funcionarios de confianza a quienes quiso pero no pudo correr del ayuntamiento, y de haber enraizado la corrupción en base a una red de intereses que frenan el crecimiento del municipio.
    Theurel se empeña en señalar que su ex padrino, ahora convertido en su principal y acérrimo enemigo, Marcelo Montiel, es el responsable de todos los males por los que él, Theurel, enfrenta una desastrosa administración municipal.
    La fijación que le provoca Montiel es enfermiza. Y no de enfermedad física sino con tintes emocionales y hasta espirituales. Si los ambulantes se manifiestan, detrás está el montielismo; si el gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, no viene a Coatzacoalcos, es porque Marcelo le habló al oído; si Enrique Peña Nieto pierde la elección presidencial en el distrito de Coatzacoalcos, es por la traición de Marcelo Montiel.
    Es un celo enfermizo y un obsesión peligrosa, digna de un estudio psicológico o de un tratado de personalidad.
    Enfrentado a una labor titánica, como es la presidencia municipal, y no dar una, realizar una mediocre obra pública y favorecer a sus cómplices con diversos contratos, a la vista de todos y provocando la condena unánime, tienen a Marcos Theurel en la frontera de la histeria.
    Marcelo Montiel no es un dechado de virtudes, por supuesto. Es un priista que ha usado los cargos públicos para engrandecerse y enriquecerse, abusando de la alcaldía cuando presidió el ayuntamiento de Coatzacoalcos, de 2000 a 2004, y un segundo periodo, de 2008 a 2010.
    La primera gestión le dejó imagen y fortuna. Trabajó medianamente bien pero tuvo un aparato publicitario que le permitió ganar adeptos entre la ciudadanía y conformar grupos de paleros que le aplaudieran a cada paso que daba o a cada frase que pronunciaba.
    Su segundo gobierno no fue mejor. Su obra pública no convenció a todos y para entonces ya no contaba con el aparato mediático que lanzara cantos de alabanza. Endeudó a Coatzacoalcos con 200 millones de pesos, de los que nunca se supo en qué los invirtió, pero que a la postre provocaron el ahorcamiento de las finanzas municipales.
    Con ese argumento, porque no tiene otro, Marcos Theurel ha tratado de justificar su decepcionante administración municipal, alegando que la deuda lo tiene en la parálisis y que el culpable de sus tropiezas financieros y políticos es el odioso Marcelo Montiel. No dice, sin embargo, que el poco dinero de que dispone, lo aplica en obras cuyos contratos están en manos de un grupo de constructores y proveedores favoritos.
    Marcos Theurel no es de los que piensan y cuando lo hace, se equivoca. El 15 de septiembre, cuando supo que el representante del gobernador Javier Duarte le había designado como representante personal para la ceremonia del Grito de Independencia al secretario de Desarrollo Social del gobierno de Veracruz, Marcelo Montiel, casi le da una embolia. Se sintió burlado y, sobre todo, humillado.
    Lejos de reaccionar como un político con aplomo, se propuso hacer pagar a Montiel, sometiéndolo al escarnio popular, ignorándolo frente a todos y dándole el lugar que a su juicio merecía: el de uno más de los invitados, ahí, en el montón. Y así lo hizo, sin meditar que a quien ofendía no era a Marcelo Montiel sino al que lo había enviado como su representante, el gobernador Javier Duarte.
    Cuando el asunto trascendió, la reacción del grupo de operadores del gobernador de Veracruz no se hizo esperar. Comenzó a fraguarse cómo le harían sentir que una majadería de ese tamaño no la puede hacer un alcalde a un gobernador sin pagar por ello.
    El 26 de septiembre llegó el primer aviso. Con gran despliegue se difundió uno de los tantos hechos de corrupción que engalanan a la suegra del alcalde Theurel, la ex alcaldesa de Minatitlán, Guadalupe Porras David. Según informes internos del Órgano de Fiscalización Superior del Estado de Veracruz (ORFIS), la edil enfrentaba irregularidades en su administración por 169 millones de pesos, correspondientes a su último año de gestión, en 2010.
    Al día siguiente, los partidos Acción Nacional y de la Revolución Democrática demandaron que se reabrieran los expedientes del ORFIS para esclarecer hasta qué grado había metido la suegra de Theurel las manos, los brazos y las piernas en el lodo, y obviamente, qué tanto se había embarrado.
    Las peripecias de la suegra de Theurel no terminaron ahí. Ahora el alcalde de Minatitlán, Leopoldo Torres García, pide que se revise nuevamente el paso de Guadalupe Porras por el ayuntamiento porque en las observaciones que le envió ORFIS, correspondientes a 2011, primer año del nuevo gobierno municipal, se advierten inconsistencias que datan de 2010, cuando la señora Porras era alcaldesa.
    Los que conocen los recovecos de la política veracruzana saben que nada de lo que ocurre es causal. Guadalupe Porras es secretaria general del sector popular del PRI a nivel estatal, la CNOP de Veracruz. Eso la haría inmune a ser zangoloteada y mucho menos exhibida en una embestida cuyo origen está en el seno del gobierno del señor Duarte.
    Pero no. El objetivo de esas imputaciones es fracturar las aspiraciones políticas de la ex alcaldesa de Minatitlán, que ya se ve como diputada local por segunda ocasión, y frustrar el sueño de figurar a través de su hija, Guadalupe Félix Porras, esposa de Marcos Theurel, en la política de Coatzacoalcos, ya sea como aspirante a la presidencia municipal o a una diputación.
    Guadalupe Porras ha patrocinado explicaciones que tienen como sostén el hecho de que ella, en su momento, supuestamente solventó las observaciones que le realizó el ORFIS, y que en todo caso es asunto juzgado. La defensa de la ex alcaldesa, sin embargo, es frágil, pues una reforma legal en la Legislatura de Veracruz, decretó que los delitos cometidos por integrantes de los ayuntamientos, no prescriben; o sea, pueden imputarse, denunciarse y llevar a juicio al edil o funcionario sin plazo alguno.
    Los males para Marcos Theurel, entre ellos el escándalo de las pillerías de su suegra, comenzaron cuando tuvo la ocurrencia de desafiar al gobernador, ningunear a su representante personal en el Grito de Independencia e imaginar que en la política de Coatzacoalcos manda él y no Javier Duarte.
    Si algún punto débil le vio el gobernador, fue su polémica suegra. Y ahí le dio.

    (romoaya@gmail.com)(@moralesrobert)

    Sobre El Autor

    Hacer Comentario