Roberto Morales Ayala
Zona franca
José López Portillo se hizo célebre cuando pronunció aquella memorable frase, “defenderé el peso como un perro”, pero más cuando se le descubrió un caserón fastuoso, insultante en un país aquejado por la pobreza y la desigualdad, al que el pueblo llamó “la mansión de la colina del perro”.
Otros presidentes se han ganado el repudio social por su desmesura para exhibir los pellizcos, a veces zarpazos, al dinero que tienen en custodia, que es dinero del pueblo.
Miguel Alemán Valdés, por citar a uno de los corruptazos, construyó una casa de veraneo en playa Pichilingue, en Acapulco, mientras se convertía en el dueño de la zona hotelera.
Luis Echeverría Alvarez, el demente que quiso ser líder de los países no alineados del Tercer Mundo, forjó su centro de operaciones en San Jerónimo, al sur de la ciudad de México, y su otro hogar fue Cancún, el paraíso natural del planeta Tierra, donde aún ahora, 40 años después, sus inversiones producen dinero fresco, millones recogidos con pala.
De la Madrid, Salinas de Gortari, Zedillo también exhibieron riqueza, pero con cierto recato. Vicente Fox, rancherazo, en su casa de San Cristóbal, en Guanajuato. En cambio, los panistas calderonistas se descararon en los últimos meses con casas de ensueño y departamentos de lujo.
Los gobernadores veracruzanos, salvo Miguel Alemán Velasco, no han dado mucho de qué hablar. Los alcaldes, tampoco. Todo es cuestión de aplomo y mesura, de prudencia y sensatez. Sólo eso y nada más.
Hoy nos llama la atención la locura que viven dos alcaldes del sur de Veracruz: Renato Tronco Gómez, de Las Choapas, y Marcos Theurel Cotero, de Coatzacoalcos. Los dos son, a juzgar por sus acciones, políticos inmaduros e irreflexivos, que no miden las consecuencias de sus decisiones y que exhiben, en cambio, las ganas de brillar, aunque su honestidad quede en entredicho.
Renato Tronco, por ejemplo, construye su mansión en la llamada “colina del ratón”, al precio que sea, cueste lo que cueste y así se inviertan los millones que se requiera.
Tronco se ha vuelto descarado, a tal grado que no repara en ostentar riqueza y nos mueve a pensar —y , sobre todo, a pensar mal, con suspicacia— si con un salario de alcalde, de 40 mil pesos al mes, se puede construir el palacio de la sospecha.
La mansión de Renato se construye a la vista de todos, junto al hospital general “Pedro Coronel Pérez”, en la colonia Aviación. Tendrá dos plantas y sus muros y paredes serán de tabique rojo. A muchos les asombra ver el movimiento de maquinaria nivelando el terreno y la cantidad de albañiles que laboran casi de sol a sol, vigilados por el propio alcalde o por sus empleados del ayuntamiento.
En julio, hace dos meses, la construcción se había engullido un millón de pesos. Apenas era obra negra pero con los acabados se calcula que tendrá un costo superior a los 5 millones de pesos.
Para llegar a la mansión, el alcalde Renato Tronco exhibió su lado mañoso, que es casi todo él. Ordenó construir un libramiento vial que llega precisamente a la altura el hospital “Pedro Coronel”; es decir, a unos metros de la fastuosa casita.
Quienes andan cerca de Renato, aseguran que en el patio frontal habrán esculturas, como si fuera un Partenón griego, pero en vez de Zeus y Apolo, tendrán una figura de caballo, su “Payaso” inmortalizado.
Renato Tronco no ha dejado nada a la imaginación. Él mismo ha reconocido que la mansión es suya, y desmintió a su regidor, Rodolfo Sánchez Soto, quien había tratado de desviar la atención al asegurar que lo que ahí se construía era la comandancia de policía y el cuartel de bomberos.
El otro alcalde, Marcos Theurel, construye en Coatzacoalcos una casa de descanso, con una inversión millonaria, en la avenida Lázaro Cárdenas, en la zona chic del centro de la ciudad. Compró una casa vieja, la desmanteló, la reconstruyó y ahora le da los últimos toques.
Pero Marcos no se quedó ahí. También adquirió la casa vecina para darle mayores espacios. La construcción incluye alberca, sala de ejercicio, de masaje, sauna, sala de juegos, habitaciones, sala, comedor, recibidor y una caseta de vigilancia. La edificación se realiza sobre 2 mil metros cuadrados.
La mansión le servirá para refugiarse cuando lo agobien los ataques de ira, que le vienen casi tres veces al día. Por eso un columnista local la bautizó como la Mansión Dalai.
La anterior vivienda era propiedad del empresario Jorge Merino Villanueva, que fuera secretario del ayuntamiento de Coatzacoalcos y a quien se le consideró un junior de buena imagen, aunque después cayó en desgracia económica. Agobiado por las deudas y por el asedio de los bancos, encontró su mejor opción en vender la casa, hallando en el alcalde Marcos Theurel un salvavidas a su sombría situación.
En Coatzacoalcos, las malas lenguas aseguran que Marcos Theurel quiere esa vivienda para recibir gobernadores, dirigentes del PRI, para acordar con líderes políticos de la oposición y para jugarse un dominó o damas chinas con el obispo Rutilo Muñoz, que lo ve como un buen muchacho, medio gruñón pero en el fondo merecedor de ir al cielo.
Otras lenguas más malintencionadas sostienen que Marcos Theurel sintió envidia del salón de eventos que construyó el síndico municipal, Roberto Chagra Nacif, y no se quiso quedar atrás.
Roberto Chagra, el favorito del sexenio de la fidelidad, hizo algo semejante. Compró un caserón en la colonia Petrolera, lo acondicionó y lo renta para fiestas y pachangas, con o sin esposas, con amigas y con amigos. Le puso alberca, pero le hizo construir una pared de piedra de donde brota una manantial hasta formar una cascada.
Lo que Renato Tronco y Marcos Theurel hacen, es lo que no aconsejan los viejos priístas: sacar a relucir la riqueza que provoca sospecha. La ostentación suele ser mala consejera y marcar el destinos de los imprudentes.
Renato con su mansión en la “colina del ratón”, y Theurel con su refugio de paz, han exhibido la cínica condición de los políticos inmaduros que no reparan en las consecuencias de revelar cuantos millones se pueden invertir con un salario de apenas 40 mil pesos al mes.
Eso es saber ahorrar.
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