Roberto Morales Ayala
El llamado rector de la Universidad Popular Autónoma de Veracruz, Guillermo Zuñiga Martínez, se ha convertido en un ‘relumbrón’ de la educación superior en el estado. En desenfrenado frenesí por enaltecer su proyecto ha llegado a compararlo con el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey.
Al fin político a la mexicana, Zuñiga Martínez, encontró en el sueño de muchos jóvenes por obtener un título universitario, el filón de oro que lo mantiene en el escenario político.
La UPAV le permite seguir pegado a la ubre del presupuesto público y ello explica el esquizofrénico propósito de multiplicar la matrícula, aunque para ello tenga que ofrecer hasta la carrera de astronauta si se la piden.Al celebrar —bajo la sombra del Palacio de Gobierno donde despacha Javier Duarte de Ochoa— el aniversario de su universidad, el rector de la UPAV, respondió con desparpajo a las críticas de haber sido corrido vergonzosamente de otros estados: “No entienden la nueva revolución educativa; en esa materia ya no hay límites; las barreras han desaparecido por el internet. Es tan agresivo que ya las universidades ingresan directamente a los domicilios. Cómo es posible que alguien esté hablando de violar la soberanía cuando el Tecnológico de Monterrey entra a los hogares, municipios”.
Por principio de cuentas, solo en una mente demencial, quizá con atrofia política, podría compararse al Tecnológico de Monterrey con lo que él, su Universidad Autónoma Popular de Veracruz, representa.
En sentido contrario, y distraídos por ese canto de las sirenas, gobierno y sociedad ignoran la urgente necesidad de rescatar alas escuelas técnicas del estado para aportar la mano de obra calificada indispensable en las actividades industriales y rurales.
La educación técnica podría compararse con la obra negra de las grandes construcciones. No se ve, pero es la base que lespermite existir.
Partamos de un hecho: la educación en México es deficiente. De ello tienen gran culpa la instituciones, o mejor dicho, quienes están a su cargo. La infraestructura educativa es deplorable. En el caso de Veracruz, el 60 por ciento de los centros educativos están arruinados y el otro 60 por ciento urge recibir mantenimiento.
Es impensable que la educación mejore cuando en los centros de cómputo se trabaja con equipos viejos, obsoletos, de las IBM ancestrales. Los talleres, los laboratorios, las áreas prácticas no sirven al modelo educativo que nos promete el Estado porque no vamos al día en cuanto a tecnología y los maestros carecen de capacitación con expertos en la materia.
El caso es que tenemos una serie de dilemas: ¿Hacia dónde va la educación? ¿Y qué tipo de educación requiere México? ¿Y para qué le sirve la educación a los mexicanos?
Uno de los aspectos olvidados, rezagados, mal desarrollados, es la educación tecnológica. En Veracruz, por ejemplo, es desdeñada la formación educativa de carácter técnico. Las autoridades le escamotean recursos y los alumnos, mal preparados, la ven con recelo porque suponen que no les ofrece un futuro, ni campo de trabajo, ni la solución a sus problemas. “De eso no vamos a vivir”, suele escucharse en voz de estudiantes a quienes se les plantea la alternativa de recibir formación técnica.
En parte tienen razón. Aquí, en el sur de Veracruz, siendo una zona industrial privilegiada, no ha desarrollado el modelo de educación tecnológica acorde a las necesidades de mano de obra. Tenemos cuatro complejos petroquímicos —Pajaritos, Cangrejera, Morelos, Cosoleacaque y las industrias privadas—, una refinería y una terminal marítima. Eso no lo hay, concentrado, en ninguna región del mundo. Y carecemos de técnicos de calidad.
Contamos con tecnológicos, con buenos y malos maestros, con buenas y malas instalaciones, con buenos y malos planes de estudio; politizados, la mayoría, sujetos a conflictos sindicales o a broncas estudiantiles. Todo ello da al traste con el nivel educativo que de ellos se espera.
En consecuencia, ni Petróleos Mexicanos ni la industria privada quiere correr el riesgo de contratar alumnos o egresados cuya formación no alcanza los parámetros requeridos. Sólo lo hacen con un reducido número de ellos, quienes terminan aprendiendo en sus plantas, a ritmo de trabajo, lo que no abrevaron en las aulas.
Se requiere, en apego a la demanda educativa y al mercado de trabajo, de universidades o tecnológicos que aporten profesionales con calidad y buena formación.
En ese punto, la Universidad Popular Autónoma de Veracruz se ha convertido en el protagonista de un gran engaño. Ofrece carreras que deslumbran pero de dudosa procedencia y, peor, de escasa credibilidad.
Carente de instalaciones propias, incumple con las normas mínimas de un modelo educativo de calidad. La UPAV funciona en instalaciones prestadas, en escuelas públicas, en colegios privados, en casas, en bodegas o en locales. Por eso no se preocupa por el mantenimiento de sus aulas, por su conservación. Porque ni las tiene.
Ofrece carreras que ni la misma Universidad Veracruzana ha implementado, y eso que la UV funciona desde 1944. Hay quien afirma que la UPAV ya rebasó a la UV en tan sólo un año y medio de haber sido fundada. Pero la realidad es otra: la UV es una escuela con prestigio y reconocimiento internacional una universidad seria, mientras la UPAV es una universidad patito.
Tres de las carreras ofertadas por la UPAV son Ingeniería Energética, Ingeniería Industrial e Irrigación y Drenaje Agrícola, que se las sacaron de la manga El rector de la institución, político al fin, Guillermo Zúñiga, no repara en hacer magia educativa, razón por la que la UPAV fue frenada en estados como Tabasco y Puebla, donde lo primero que le cuestionaron es la falta de Registro de Validez Oficial de Estudios, el famoso RVOE.
En Puebla conocen bien a Zúñiga Martínez. La subsecretaria de Educación es María del Carmen Salvatori Bronca, ex diputada federal de Convergencia por la Democracia por el puerto de Veracruz, una de las más allegadas operadoras de Dante Delgado Rannauro, líder moral de ese partido, ahora bajo la denominación Movimiento Ciudadano.
Ahí, simplemente le dijeron que se vaya con su música a otra parte; que desde febrero pasado debió dejar de impartir carreras y lo siguió haciendo; que es un engaño lo que viene realizando, y que ya se habían implementado acciones jurídicas contra la UPAV.
El caso es ilustrativo del desdén que tiene el gobierno estatal por la educación de calidad y, sobre todo, por su marcado rechazo a la UV, a la cual le impide crecer. Lo mismo sucede con la educación tecnológica, cuyos planteles carecen de equipamiento moderno y se hallan atrapados en disputas políticas, conflictos sindicales, broncas estudiantiles y un reto permanente de los docentes a las autoridades administrativas.
El gobierno de Javier Duarte prefiere apoyar un proyecto suicida, un negocio de cientos de millones de pesos, lucrativo negocio, como es la UPAV, y no impulsar la educación tecnológica de calidad, que es clave para impulsar el desarrollo industrial de Veracruz. (romoaya@gmail.com)(@moralesrobert)
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