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    Roberto Morales Ayala
    Zona Franca

    A la vista de todos, la Universidad Popular Autónoma de Veracruz trafica con la educación, engaña con el señuelo de la formación profesional, construye un negocio de 441 millones de pesos anuales e integra una red de operadores políticos al servicio del PRI.
    La UPAV es, por donde se le quiera ver, un fraude.
    Su origen, más que educativo, es político. Oficialmente es idea del gobernador Javier Duarte de Ochoa, pero en el trasfondo, fue concebido por el ex gobernador oaxaqueño, José Murat Casab, asesor del mandatario veracruzano y antes de Fidel Herrera Beltrán, y el rector Guillermo Zúñiga Martínez.

    Sus fines son lucrativos y de control político, a partir del reclutamiento masivo de estudiantes, 60 mil en suelo veracruzano y 10 mil fuera de él, a quienes se les ofertan 47 licenciaturas, sirviendo un fracción de ellos para tareas partidistas, de promoción de imagen y cooptación de votos.
    En lo económico es un negociazo. Los ingresos de la UPAV ascienden a 35 millones de pesos mensuales, producto de la cuota de 500 pesos que pagan los 70 mil alumnos, lo que genera 420 millones en un año. Sumados al subsidio que aporta el gobierno de Veracruz, de 21 millones de pesos, sus ingresos totales alcanzan 441 millones de pesos.
    No requieren de instalaciones —campus y salones de clases—, pues su concepto es impartir las “cátedras” en locales prestados, galerones e incluso casas, a lo largo y ancho del territorio veracruzano.
    Su gasto de nómina es mínimo, pues cuenta con 8 mil “asesores solidarios”, responsables de impartir las licenciaturas los sábados, y un número menor de personal administrativo.
    En voz de su rector, Guillermo Zúñiga Martínez, ex líder del PRI y del Congreso de Veracruz, la UPAV tiene presencia en 189 municipios de Veracruz y este año espera abarcar los 212 municipios del estado.
    Hace poco presumía que la UPAV operaba en diez entidades —Chihuahua, Tamaulipas, Puebla, Oaxaca, Tabasco, Jalisco, Estado de México, Querétaro, Quintana Roo y el Distrito Federal—, “en donde fundaron preparatorias y licenciaturas”, pero un día se descubrió la falsedad y los echaron de Puebla y Tabasco, por puritita envidia, según Zúñiga.
    Con el clásico choro que le distingue, Zúñiga Martínez lanza de su ronco pecho frases que lo habrán de inmortalizar: “aquí no construimos aulas, construimos y transformamos existencias”.
    Otra: “Ustedes nomás díganme qué carrera quieren… y la creamos”.
    La UPAV es un hito mundial. En año y medio de vida, ya imparte 47 licenciaturas, 26 maestrías, 12 doctorados y 42 cursos técnicos para vincular la preparación de los ciudadanos con las necesidades de Veracruz. Cuenta con 627 preparatorias incorporadas.
    Magnánimo, el rector Zúñiga no se podía olvidar de los indígenas. La UPAV atiende a mil 482 hombres y mujeres de las étnias veracruzanas. Y dice que los considera porque la institución “no impone carreras, que va a cada comunidad y pregunta qué es lo que quieren estudiar y de acuerdo con las preferencias, crea licenciaturas”, expresó.

    La UPAV imparte carreras tradicionales, pero también Gestión y Procesos Electorales, por aquello de su esencia política; Podología, que atañe al cuidado de los pies, y Seguridad Pública.
    Año y medio después de su arranque, Zúñiga Martínez se jacta de haberle entregado su título universitario a un adulto de 78 años.
    Zúñiga dice que construye sueños. Sin embargo, quienes le vienen siguiendo su trayectoria de audacias, aseguran que es un constructor pero de pesadillas.
    De Tabasco y Puebla echaron a la UPAV por la trivialidad como concibe la educación superior. Sospecharon que algo tan volátil pudiera constituir un engaño al estudiante. Sospecharon y le atinaron. Fuera de Veracruz, los estudios de la UPAV no tienen validez alguna.
    Figuradamente, de Tabasco y Puebla los sacaron a patadas y salieron con la cola enredada entre las piernas. Fue un agravio para los veracruzanos, vergonzosamente exhibidos como trácalas de la educación, pero con respaldo oficial.
    José Murat Casab, uno de los ideólogos de la autogestión educativa, encontró en la UPAV el nicho de sus ambiciones. Ya antes, con Fidel Herrera Beltrán, había traído compañías contratistas a las que el gobierno de Veracruz les dio obras. Ahora su proyecto fue la educación engañosa a nivel superior.
    Zúñiga Martínez viene precedido de la peor fama. Cuando dirigió el Instituto Veracruzano para la Educaciónde los Adultos (IVEA), se vio involucrado en otro escándalo. Ofrecía estudios a nivel profesional, pero no expedía certificados. Algunos de sus aumnos llevan siete años esperando que el sueño se les haga realidad.
    El proyecto, más político que académico, ha servido también para sostener una estructura de operadores políticos a lo largo y ancho del estado. Sus “asesores solidarios”, catedráticos de a sábado, unos con filiación priísta, otros no, con tal de retener la plaza y la paga, realizan trabajo partidista mediante la operación electoral, involucrando al alumnado que a través de la entrega de despensa, la promoción de imagen de candidatos tricolores y su asistencia a los mítines, asegura su licenciatura.
    Políticamente fue concebido por Fidel Herrera Beltrán, seguido por Javier Duarte de Ochoa, implementado por Guillermo Zúñiga, pero orquestado por el ex gobernador de Oaxaca y asesor de planta de los gobernadores veracruzanos, José Murat Casab.
    Sostener este castillo de naipes con los alfileres de la complicidad política e impunidad que dañan a miles de jóvenes, no importa. El negocio es lo que cuenta. (romoaya@gmail.com)(@moralesrobert)

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