Roberto Morales Ayala
Zona Franca
Veracruz es un estado donde la simulación como el poder, viven a plenitud. Los órganos fiscalizadores solo sirven de pantalla para presumir de una transparencia gubernamental, que no existe.
Si se va Mauricio Audirac del ORFIS o se queda es lo de menos. Si buscara la reelección, igual. Veracruz, sus finanzas, las finanzas del gobierno y los municipios, seguirán en la penumbra, en la opacidad.
Hoy, el tema es si el Órgano de Fiscalización Superior del Estado de Veracruz, va a continuar siendo tapadera del gobierno, del gobernador en turno, de los alcaldes, de funcionarios públicos, del aparato judicial y del mismo Congreso.
Mauricio Audirac Murillo, una especie de abogado del diablo, solapador de Fidel Herrera Beltrán y de Javier Duarte, y de sus respectivas bandas de forajidos, vino protagonizando en las últimas semanas la crónica de la descomposición moral del régimen priísta en el poder.
Tuvo entre sus manos, a lo largo de seis años, lejos de la conciencia, mucho más lejos de la ética, las cuentas del gobierno y de las alcaldías, y aplicó, sólo cuando se lo ordenaron o cuando así se lo aconsejaban sus intereses, la ley.
Citemos ejemplos para hacer del Capítulo Audirac, algo objetivo, revelador, aleccionador, un retrato de lo que es el gobierno y para lo que sirve.
Los dictámenes del ORFIS en cuanto a las cuentas públicas de Fidel Herrera fueron favorables en renglones de especial interés. Uno de ellos fue el sector Salud; otro, la Secretaría de Comunicaciones; otro más, educación. Para Mauricio Audirac, la administración fidelista fue diáfana, cristalina, honesta.
No opinó así la Auditoría Superior de la Federación, mayor órgano de fiscalización a nivel federal, que investigó y halló lo que el señor Audirac no encontró en las manos nada limpias de Fidel Herrera. La ASF revisó cuentas irregulares por cientos de millones de pesos, procedentes de recursos federales etiquetados, es decir, con un fin específico, que el gobierno de Veracruz no cumplió. En consecuencia, la ASF obligó a devolver ese dinero a la Federación.
En el área de Salud del régimen duartista, la ASF halló un fraude con la compra de ropa de hospitales por varios millones de pesos, en el que estuvo inmiscuido el dirigente de una agrupación empresarial, estrechamente ligado a Fidel Herrera.
La joya de la corona fue la Secretaría de Comunicaciones de Veracruz. Tan sólo en un ejercicio presupuestal fue obligada a devolver 80 millones de pesos por haber aplicado recursos federales, etiquetados para obras de beneficio social, en carreteras, caminos y puentes donde eran innecesarios.
Tampoco vio el auditor veracruzano, Mauricio Audirac, el fraude urdido entre Fidel Herrera y su entonces secretario de Comunicaciones, Marcos Theurel Cotero, que presumieron la construcción de mil 100 puentes cuando en realidad sólo se construyeron 223.
En el caso de Acayucan, Mauricio Audirac solapó el caos administrativo y financiero de la entonces alcaldesa, Regina Vázquez Saut, al admitir que las cuentas públicas mensuales correspondiente al año 2009 fueran presentada de manera extemporánea. En todo el año, la joven edil no cumplió con la entrega de su documentación mensual y lo vino a realizar al año, contraviniendo las normas legales, pero encubierta por el titular del ORFIS, quien nunca procedió legalmente.
En el caso de Minatitlán, un caso de súper escándalo fue la gestión administrativa de la ex alcaldesa Guadalupe Porras David. ORFIS dejó sin castigo que se realizaran pagos por más de 200 millones de pesos sin la firma en cheques y en pólizas de los funcionarios del área financiera, así como el manejo fraudulento de obras públicas.
O sea, ORFIS ha servido para tapar corrupción en sus diferentes facetas: fraudes, malversación de recursos, simulaciones administrativas, enriquecimiento inexplicable.
Ese fue el ORFIS del que se valió Fidel Herrera y el que le ha servido Javier Duarte, sin olvidar que hasta 2009, cuando Mauricio Audirac era titular del órgano de fiscalización, el hoy gobernador ocupaba la Secretaría de Finanzas de Veracruz.
Que Mauricio Audirac se vaya de ORFIS o se quede, es lo de menos. El problema está en un ámbito superior. El ORFIS sirve para perseguir alcaldes de municipios pobres por irregularidades menores, y en cambio solapar a los grandes tiburones y algunas pirañas del PRI, consentidas del gobernador en turno.
Desde hace un año, las quejas contra Mauricio Audirac han acaparado la atención. Legisladores de oposición, e incluso priístas, cuestionaron su gestión, tanto por las inversiones fantasma del régimen fidelista como por la falta de acciones contra 156 constructoras que no ejercieron anticipos o realizaron obras de mala calidad, o por becas que desaparecieron y que no se le pagaron a los estudiantes beneficiados.
Abel Jacob Velasco Casarrubias, ganadero del distrito de Acayucan, fue de los diputados locales que reprobó la gestión de Mauricio Audirac. En cambio, los hoy senadores electos, Héctor Yunes Landa y José Francisco Yunes Zorrilla, lo ven como un ángel bajado del cielo. El perredista Rogelio Franco y el legislador de Movimiento Ciudadano, Armando Méndez de la Luz, ven positivo un cambio en el ORFIS dado el número de quejas y denuncias públicas que acumula.
ORFIS ha sido catalogado como una farsa en materia de fiscalización. Todo mundo sabe que los principales despachos contratados por Mauricio Audirac para realizar auditorías, son de Mauricio Audirac. Su hermano los contrata. Y cuando un alcalde se pone a mano con alguno de esos despachos, su cuenta pública sale limpia.
Algunos investigadores, como Hilario Barcelata Chávez, han señalado que el ORFIS no puede cumplir sus objetivos por el “excesivo control político” al que está sometido. “Siempre hay a quién proteger; siempre hay complicidades”, dice.
En la iniciativa privada, tanto el Consejo Coordinador Empresarial Estatal como las cámaras de servicios, no quieren ni ver a Audirac Murillo e incluso lanzaron sus propias propuestas para relevarlo.
Mauricio Audirac culminó su ciclo de seis años este 18 de agosto. Se resistía a dejar el cargo, pero la presión lo obligó. El Congreso de Veracruz emitió una convocatoria pública para elegir un nuevo auditor mayor. Entre el 17 y 30 de agosto se inscribirán quienes aspiren a encabezar el ORFIS; entre el 31 de agosto y el 13 de septiembre, la Comisión de Vigilancia del Congreso entrevistará a los aspirantes; entre el 14 y 18 de septiembre, el pleno de la Legislatura dará a conocer la terna, y el 19 de septiembre, posiblemente, habrá nuevo auditor mayor.
Pero el problema no está ahí. Mauricio Audirac era sólo un peón de Fidel, primero, y de Javier Duarte, después. El problema radica en el algo más complejo: para qué sirve el ORFIS y, sobre todo, a quién le sirve el ORFIS.
Quien llegue al cargo, si no hay autonomía, si continúa dependiendo del Congreso, que está manejado con sentido partidista y obviamente al servicio del gobernador, terminará siendo tapadera de Duarte o de quien ejerza el poder.
ORFIS, hasta ahora, ha sido cómplice de la corrupción. Y lo seguirá siendo con el nuevo auditor, a menos que las reglas del juego sean modificadas, lo que en un régimen priísta que procede del fraude electoral y que es proclive a torcer la ley, resulta impensable.
Si se va Mauricio Audirac del ORFIS o se queda es lo de menos. Si buscara la reelección, igual. Veracruz, sus finanzas, las finanzas del gobierno y los municipios, seguirán en la penumbra, en la opacidad.
Hoy, el tema es si el Órgano de Fiscalización Superior del Estado de Veracruz, va a continuar siendo tapadera del gobierno, del gobernador en turno, de los alcaldes, de funcionarios públicos, del aparato judicial y del mismo Congreso.
Mauricio Audirac Murillo, una especie de abogado del diablo, solapador de Fidel Herrera Beltrán y de Javier Duarte, y de sus respectivas bandas de forajidos, vino protagonizando en las últimas semanas la crónica de la descomposición moral del régimen priísta en el poder.
Tuvo entre sus manos, a lo largo de seis años, lejos de la conciencia, mucho más lejos de la ética, las cuentas del gobierno y de las alcaldías, y aplicó, sólo cuando se lo ordenaron o cuando así se lo aconsejaban sus intereses, la ley.
Citemos ejemplos para hacer del Capítulo Audirac, algo objetivo, revelador, aleccionador, un retrato de lo que es el gobierno y para lo que sirve.
Los dictámenes del ORFIS en cuanto a las cuentas públicas de Fidel Herrera fueron favorables en renglones de especial interés. Uno de ellos fue el sector Salud; otro, la Secretaría de Comunicaciones; otro más, educación. Para Mauricio Audirac, la administración fidelista fue diáfana, cristalina, honesta.
No opinó así la Auditoría Superior de la Federación, mayor órgano de fiscalización a nivel federal, que investigó y halló lo que el señor Audirac no encontró en las manos nada limpias de Fidel Herrera. La ASF revisó cuentas irregulares por cientos de millones de pesos, procedentes de recursos federales etiquetados, es decir, con un fin específico, que el gobierno de Veracruz no cumplió. En consecuencia, la ASF obligó a devolver ese dinero a la Federación.
En el área de Salud del régimen duartista, la ASF halló un fraude con la compra de ropa de hospitales por varios millones de pesos, en el que estuvo inmiscuido el dirigente de una agrupación empresarial, estrechamente ligado a Fidel Herrera.
La joya de la corona fue la Secretaría de Comunicaciones de Veracruz. Tan sólo en un ejercicio presupuestal fue obligada a devolver 80 millones de pesos por haber aplicado recursos federales, etiquetados para obras de beneficio social, en carreteras, caminos y puentes donde eran innecesarios.
Tampoco vio el auditor veracruzano, Mauricio Audirac, el fraude urdido entre Fidel Herrera y su entonces secretario de Comunicaciones, Marcos Theurel Cotero, que presumieron la construcción de mil 100 puentes cuando en realidad sólo se construyeron 223.
En el caso de Acayucan, Mauricio Audirac solapó el caos administrativo y financiero de la entonces alcaldesa, Regina Vázquez Saut, al admitir que las cuentas públicas mensuales correspondiente al año 2009 fueran presentada de manera extemporánea. En todo el año, la joven edil no cumplió con la entrega de su documentación mensual y lo vino a realizar al año, contraviniendo las normas legales, pero encubierta por el titular del ORFIS, quien nunca procedió legalmente.
En el caso de Minatitlán, un caso de súper escándalo fue la gestión administrativa de la ex alcaldesa Guadalupe Porras David. ORFIS dejó sin castigo que se realizaran pagos por más de 200 millones de pesos sin la firma en cheques y en pólizas de los funcionarios del área financiera, así como el manejo fraudulento de obras públicas.
O sea, ORFIS ha servido para tapar corrupción en sus diferentes facetas: fraudes, malversación de recursos, simulaciones administrativas, enriquecimiento inexplicable.
Ese fue el ORFIS del que se valió Fidel Herrera y el que le ha servido Javier Duarte, sin olvidar que hasta 2009, cuando Mauricio Audirac era titular del órgano de fiscalización, el hoy gobernador ocupaba la Secretaría de Finanzas de Veracruz.
Que Mauricio Audirac se vaya de ORFIS o se quede, es lo de menos. El problema está en un ámbito superior. El ORFIS sirve para perseguir alcaldes de municipios pobres por irregularidades menores, y en cambio solapar a los grandes tiburones y algunas pirañas del PRI, consentidas del gobernador en turno.
Desde hace un año, las quejas contra Mauricio Audirac han acaparado la atención. Legisladores de oposición, e incluso priístas, cuestionaron su gestión, tanto por las inversiones fantasma del régimen fidelista como por la falta de acciones contra 156 constructoras que no ejercieron anticipos o realizaron obras de mala calidad, o por becas que desaparecieron y que no se le pagaron a los estudiantes beneficiados.
Abel Jacob Velasco Casarrubias, ganadero del distrito de Acayucan, fue de los diputados locales que reprobó la gestión de Mauricio Audirac. En cambio, los hoy senadores electos, Héctor Yunes Landa y José Francisco Yunes Zorrilla, lo ven como un ángel bajado del cielo. El perredista Rogelio Franco y el legislador de Movimiento Ciudadano, Armando Méndez de la Luz, ven positivo un cambio en el ORFIS dado el número de quejas y denuncias públicas que acumula.
ORFIS ha sido catalogado como una farsa en materia de fiscalización. Todo mundo sabe que los principales despachos contratados por Mauricio Audirac para realizar auditorías, son de Mauricio Audirac. Su hermano los contrata. Y cuando un alcalde se pone a mano con alguno de esos despachos, su cuenta pública sale limpia.
Algunos investigadores, como Hilario Barcelata Chávez, han señalado que el ORFIS no puede cumplir sus objetivos por el “excesivo control político” al que está sometido. “Siempre hay a quién proteger; siempre hay complicidades”, dice.
En la iniciativa privada, tanto el Consejo Coordinador Empresarial Estatal como las cámaras de servicios, no quieren ni ver a Audirac Murillo e incluso lanzaron sus propias propuestas para relevarlo.
Mauricio Audirac culminó su ciclo de seis años este 18 de agosto. Se resistía a dejar el cargo, pero la presión lo obligó. El Congreso de Veracruz emitió una convocatoria pública para elegir un nuevo auditor mayor. Entre el 17 y 30 de agosto se inscribirán quienes aspiren a encabezar el ORFIS; entre el 31 de agosto y el 13 de septiembre, la Comisión de Vigilancia del Congreso entrevistará a los aspirantes; entre el 14 y 18 de septiembre, el pleno de la Legislatura dará a conocer la terna, y el 19 de septiembre, posiblemente, habrá nuevo auditor mayor.
Pero el problema no está ahí. Mauricio Audirac era sólo un peón de Fidel, primero, y de Javier Duarte, después. El problema radica en el algo más complejo: para qué sirve el ORFIS y, sobre todo, a quién le sirve el ORFIS.
Quien llegue al cargo, si no hay autonomía, si continúa dependiendo del Congreso, que está manejado con sentido partidista y obviamente al servicio del gobernador, terminará siendo tapadera de Duarte o de quien ejerza el poder.
ORFIS, hasta ahora, ha sido cómplice de la corrupción. Y lo seguirá siendo con el nuevo auditor, a menos que las reglas del juego sean modificadas, lo que en un régimen priísta que procede del fraude electoral y que es proclive a torcer la ley, resulta impensable.
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