Salvador Muñoz *
* Palabras en la presentación del libro “Intensidad en tu memoria” de Pedro Manterola Sainz, en Martínez de la Torre.
Conocí a Pedro… pero no el político, tampoco al comunicador ni al empresario, menos al alcalde, diputado o subsecretario… sino al Pedro de todos… al Pedro amigo, Pedro cuate, Pedro nuestro…
Con Pedro, rompo una barrera o muro que se forja entre el periodista y el político desde aquel día, el primer día que tuve el gusto de conocerlo en una comida en Xalapa. Me senté a su lado, nos trajeron la comida y me preguntó que qué tal estaba mi platillo… le respondí que sabroso y que si gustaba… Ni tardo ni perezoso respondió que sí y metió no su cuchara, sino un cucuruchito de tortilla y tomó bocado… como lo hace el amigo, como lo hace el cuate, como lo hace un hermano…
Pedro era como el río manso de Matzinga, allá por mi Orizaba… el río manso uno lo ve y por encima, se ve tranquilo, sereno, como invitando a la calma… pero por abajo, es como Pedro, un torrente inagotable de inquietudes que uno busca adivinarlas, imaginarlas y habrá quien quieran vivirlas o revivirlas con la misma intensidad de su memoria.
Les dije que con Pedro rompí una barrera… si me concentro en él como el político, se los juro, es el único que quién sabe cuántas veces me mentó mi madre… ¡no! ¡no se espante! así nos llevamos, muy pesado… no tenía tapujos para ocultar tras una sonrisa su reacción a una de mis bromas: “¡Chinga tu madre! ¡chinga tu madre! ¡chinga tu madre!”, me decía cada vez que lo castraba por una u otra razón en el quehacer de la política… al final cuates… al final amigos…
Y como amigos, nos decíamos nuestras cosas, nuestras diferencias, nuestras verdades… aunque aquí entre nos, ¡era recalentón! Sí, se podrían bifurcar nuestros caminos si la política intervenía, pero podrían converger de nuevo en un punto cuando él dejaba de ser el político para dar paso a Pedro y yo, simplemente ser Chava.
Pedro me invitó a Martínez… Pedro me invitó a su restaurante… Pedro me invitó a su oficina… Pedro me invitó un café ¡y entonces acepté!
En medio de esa charla tuve mis sospechas que se confirmaron hace poco cuando en la Intensidad de su memoria, descubro que Pedro y yo tuvimos la misma amante… sí, “una taza de tinta negra que da color, forma y sentido a las palabras”, citando a Pedro. ¡Cuánto amamos el café!
Hace unas noches, le dije a la Mujer: Escucha esto… y empecé a leer “Esta cama”… Catorce líneas que en forma de flashazos le puedo describir así: “Esta cama dejará de ser mía para volverse nuestra”… “Antes será un campo de batalla”… “Dormido, sueño que te acuestas a mi lado y nos volvemos un abrazo”… “un camastro transformado en laberinto en el que tu cuerpo es el hilo que me conduce a la salida”…
La Mujer quedó encantada… me dijo que le recordó el “nosotros” igual que a mí, pero debo confesar que esas palabras de Pedro también me hicieron reflexionar y le pregunté a la Mujer: “¿Cuándo dejé de escribir?” aunque realmente temo que la pregunta no haya sido ésa y a lo mejor quise decir: “¿Cuándo dejé de vivir?” porque Pedro plasma en cada una de sus palabras eso: ¡vida! Leo una y otra y otra más de sus memorias, de sus recuerdos y hay una intensidad de vida en estos párrafos que me hacen recordar al Cratilo de Borges que decía que si “En las letras de rosa está la rosa / Y todo el Nilo en la palabra Nilo”, entonces no me queda otra más que decir que en cada palabra de Pedro están todos sus amigos, está el cielo de Martínez, sus amaneceres y su anochecer; su voz y sus mujeres… en la Intensidad de su memoria ¡está él vivo!
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