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    Salvador Muñoz

    Los Políticos

    Cuando le detectaron cáncer, no pensó que hubiera otra cosa peor que tal mal… creo que se equivocó… su esposo y uno de sus hijos la echaron de casa porque era seguro que alguien “la había contagiado”… buscó refugio con otro hijo en el sur del estado y esperó que viniera a Xalapa por ella aunque al final, le dijeron que no podía ir y tuvo que abordar el autobús a esa región del estado… al poco tiempo regresó con otro de sus hijos, pero la advertencia que la esposa de éste le hizo –”seguiré haciendo mi vida como si tu madre  no estuviera”– la desalentó a seguir en ese humilde cuartito con apenas lo indispensable para vivir. Ahora, está con una sobrina que estudia. Le echa la mano que con la casa, con el hijo, con lo que puede… y sí, sobrevivió al cáncer de mama y aprendió que a veces la familia no está en la casa… está en otros lados… como en ese grupo de mujeres que cada dos semanas se reúnen con un grito de guerra en común: “Juntas, venciendo el cáncer”.

    II

    Se desespera porque su madre no está dispuesta a aceptar la dieta recomendada para su tratamiento… se desespera porque de varios hermanos que son, ella es la única que tiene que estar al pendiente de la medicina de su madre, de las citas de su madre, del tratamiento de su madre… del cuidado de su madre… sí, se desespera, porque pedir permiso en el trabajo para llevar al hospital a su mami, es enfrentarse a una situación incómoda porque teme que un día su Jefa o sus compañeros de trabajo se molesten… incluso, hasta pidió el apoyo a sus amigas para que, en la medida de sus posibilidades, si a ella no le daban permiso para faltar al trabajo, que una de ellas la pudiera llevar… dice que hay noches que no puede dormir, que está muy estresada… se siente muy agobiada. Sí, ella no tiene cáncer, y su madre sí, pero cada dos semanas, cuando su tiempo se lo permite, llega a Coatepec a esas reuniones de guerreras porque de cierto modo, todas y cada una de quienes integran “Juntas, venciendo al cáncer”, la obligan con sus palabras, con sus historias, a no flaquear…

    III

    La doctora dejó de asistir… también dejó de contestar mensajes… previo, pidió que nadie le llamara. La mayoría de las integrantes de Juvecan (Juntas, venciendo al cáncer), se comunican vía whatsapp para saber cómo están, para darse un saludo, para mandarse buenas vibras y parabienes… pero la doctora optó por guardar silencio. Estas mujeres son muy respetuosas de las decisiones de sus compañeras y aun con todo el deseo de comunicarse con una amiga, saben atender sus peticiones, aun sea el silencio de ellas. Una ocasión, al pasar de la avenida Avila Camacho para incorporarse a la calle de Úrsulo Galván en Xalapa, vieron a la doctora, parada en la esquina. Hubo la intención de pararse allí para ir a saludarla, pero también el dilema de respetar su decisión tácita de no ver a nadie. Por el retrovisor vio a la doctora y así, en silencio, le fue diciendo adiós sin que ella lo supiera.

    IV

    Trae una manga elástica… parecida a la que usan los taxistas para protegerse de los rayos del sol. Le fue extirpado el tumor de su seno derecho. A pesar de que le recomendaron guardara reposo, tuvo que trasladarse a Querétaro… ella no lo dijo, pero me contaron que tiene un familiar en ese estado con cáncer. Estando allá, le picó un mosco en el brazo derecho. Para la tarde, su brazo era una mole de carne, hinchada… cuenta que se le “cuarteó” la piel y le salía líquido… los dolores eran inmensos y a pesar del medicamento recetado, no menguaba el dolor. Muestra su lengua, con un tono oscuro de tanta medicina… alguien le dio un remedio. No recuerdo si fue un doctor… untar una crema con base en marihuana en el brazo y tomarse dos gotitas, con el mismo activo… ¡y funcionó! no sólo desapareció el dolor, sino la hinchazón del brazo ¡y se siente relajada, muy relajada! Sí… a todos los presentes nos hizo reír…

    Debo confesar que, al llegar ese sábado al DIF de Coatepec, cuando estuve a un metro de ese salón, le pedí a la mujer que me permitiera no entrar, que la esperaba afuera, pero ella insistió. Casi una veintena de mujeres en un semicírculo platicaban sus experiencias y en cada palabra de ellas, en cada historia de ellas, en cada sentimiento que compartían, me hicieron sentir tan pequeño al lado de tremendas guerreras que sólo tienen una leyenda, una voz, un grito de batalla: Juntas venciendo al cáncer.

     

    smcainito@gmail.com

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