Salvador Muñoz
Los Políticos
Un hombre se acercó a la oficina del funcionario… pidió hablar con él… el asunto, personal… muy personal. El funcionario bajó intrigado por la insistencia del sujeto y lo pasó a su oficina. Lo que le tenía que decir era muy delicado pero apostando a la honestidad del funcionario y seguro de que no “chivatearía” con los otros, se estaba arriesgando a revelarle algo: la ubicación de una fosa clandestina. Tras escucharlo, acordaron ir al punto al día siguiente. Tras quedarse solo en su oficina, se comunicó con el Fiscal y le solicitó apoyo. Al día siguiente, el hombre estaba esperando en el punto acordado y enfilaron rumbo a Emiliano Zapata. Entraron en caminos alejados, perdidos, jamás imaginados, hasta que avistaron una cañada… conforme se iban acercando, dos aves hacían su aparición… por un lado, los zopilotes; por otro lado, los “halcones”, que discretamente se asomaban a lo largo del camino… al llegar al último punto, el escenario era de terror… ropas, restos humanos, aves devorando y un olor peculiar, no de muerto… sino de muerte.
El regreso a Xalapa fue angustiante… atrás quedaron los zopilotes, pero a lo largo del camino, los “halcones” se hicieron más visibles.
La Fiscalía ya estaba enterada del hallazgo y empezó el movimiento… cuando el funcionario iba llegando a su oficina, entró a su celular una llamada de teléfono desconocido… le pidieron que no le moviera, que no hiciera ruido, le describieron a su familia, le platicaron de su rutina… le infundieron miedo, tal, que en cuanto le colgaron, de inmediato pidió protección para su familia… esa noche, sus seres queridos dormían bajo el resguardo de la Policía Federal, si la memoria no me falla… a los pocos días, pasaron a un hotel, pero siempre bajo vigilancia…
Las investigaciones en esa cañada continuaron, pero la vida de ese funcionario ya no fue la misma… durante mucho tiempo, el temor porque algo le pasara a su familia estuvo latente y al final, hasta acabó en un divorcio.
La noche que escuché la historia, me sacudió…
Alguna vez leí al Fiscal Jorge Winckler referirse a Veracruz como la fosa más grande del mundo… la expresión per se, es tenebrosa, y quizás hasta pudiéramos encasillarla en alguna película de terror en aras de que se quedara allí, como producto de una historieta retorcida, pero lo escalofriante y más pesado, es tratar de entender esta realidad… ¿en qué sentido? no es encontrar uno, dos, decenas o cantidad increíble de cuerpos, restos humanos… trate sólo de ubicar uno de éstos y desprenda su historia, desde el momento en que lo sustraen de su mundo, de que es sometido, de que es golpeado, de que es torturado… cada minuto desde que inicia su pesadilla, hasta que termina. Ahora sume el dolor de una esposa, de unos hijos, de sus padres, cada minuto de incertidumbre, de no saber nada de él hasta el momento en que lo dan por muerto e inicia el otro trance: encontrarlo. Ahora, multiplique todo este dolor por cada cuerpo encontrado, por cada por cada resto humano hallado, ¡vamos! hasta por cada prenda, que puede ir desde un pantalón, una camisa, un calzón, lo que usted quiera… agregue el dolor de cada madre, padre, esposa e hijos… es sencillamente impronunciable, no hay una palabra exacta para describir lo que hizo un grupo de personas a familias veracruzanas, a México…
Y es quizás por eso, porque no hay palabra que tenga la descripción exacta de lo que ocurrió en Veracruz, que no podemos dimensionar cómo es que el hallazgo de una osamenta, de un cráneo, de despojos humanos, de ropa, pase de ser algo que horrorizaba en otros tiempos, hoy tenga visos de esperanza para una madre, un padre, una esposa, o unos hijos…
smcainito@gmail.com
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