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    Salvador Muñoz

    Los Políticos

    La primera vez que vi la escena, fue en una familia de alguna comunidad indígena, vendiendo muebles de madera, mismos que los rodeaban mientras desayunaban algunos productos del osito Bimbo y bajados con una Cocacola propia para la ocasión: familiar.

    El segundo escenario lo vi en un grupo de albañiles… mandaron al chalán (imagino que lo era, por ser el más joven) y éste regresó con un envase del mismo tamaño que el antes citado, con un buen número de vasos de plástico… apenas si iban a dar las 11 de la mañana…

    Mientras bajaba a Santiago a su curso de verano, me tocó el tercer episodio: un joven, entre 20 y 25 años, llevando dos kilos de tortilla y su respectiva Cocacola familiar. Y no daban las nueve de la mañana.

    Allá por los 70, las comidas en casa iniciaron con agua de limón o de alguna fruta de la temporada… un día mi mamá llegó con algo llamado Tang!, era novedosa la bebida y se preparaba algo más rápido que un agua fresca de fruta… a veces se intercalaba el Tang! con el Kool Aid. Agréguele que el sobre traía a Bugs Bunny que lo hacía más atractivo. Entonces el abuelo empezó a vender Tehuacán y Manzanita. Y la mesa se llenó de envases. Al poco tiempo, el abuelo llegó a vender Cocacola… y había una llamada “familiar”…

    Muy raro, muy difícil que las aguas de frutas regresaran a la mesa. Refrescos o sobres de sabores lograron agilizar el proceso y se sustituyó al agua de limón, naranja, sandía o lo que usted quiera… ahora, una Cocacola es la opción más barata para saciar la sed ¡en el desayuno de familias o empleados!

    Fui a comprar un Pollo Feliz… tenía antojo… se me acercó una joven que atenta, a la vez que me preguntó “si era para llevar”, me ofreció la carta y me advertía que pudiera tardar entre 20 y 30 minutos porque estaban en preparación mientras me señalaba la fila de personas, que pacientes, estaban dispuestas a esperar el lapso señalado… pues sí, tenía antojo, ¡pero más hambre! así que Santiago y yo decidimos ir a la Pollería del Puente de Miguel Alemán. Llegué, vi un chorro de pollos sudando la gota gorda mientras daban vueltas así como una fila de siete personas… me formé y esperé… la fila avanzaba y ya alcanzaba a leer los distintos preparados, cuando una señora me preguntó si iba a llevar pollo… para mis adentros pensé “¿pues por qué estoy formado?”, pero respondí con un “Sí” sonriente, que se desdibujó cuando me dijo que los pollos saldrían en una hora aproximadamente… primero creí en la mala suerte, pero después pensé que mientras yo iba por el antojo, era seguro que muchas familias vieran resuelta su comida pasando antes que yo, ante la dificultad que implica llegar y preparar una sopa y guisado a sabiendas de que tiene una hora, quizás dos, o tres para ir a casa, comer y regresar al trabajo… acabé comprando un pollo rostizado a la vuelta de la casa… no como lo quería, no como lo esperaba.

    Llevamos una vida acelerada, tan acelerada y ensimismada… esclavos de la tecnología o de un celular… quizás por eso el incremento en el robo de estos aparatos… ¿se acuerdan del burro al que se le hace caminar poniéndole una zanahoria al frente? ¡Pues así mucha gente! Caminan con un celular poniéndoselo frente a la cara! Eso no es lo peor… les digo que llevo estas mañanas a Santiago a su curso de verano y es la cantidad de personas que al volante, invaden mi carril por ir hablando o supervisando sus mensajes en el cel… un claxonazo los hace reaccionar mientras que se me derrama la bilis.

    Le digo a Santiago que la gente está idiota con el celular, pero creo que sus siete años no alcanzan a comprender lo que le digo, y más en una generación que al nacer, mandó al carajo la torta bajo el brazo y llegó tecleando con facilidad un móvil. Por cierto, me platica una vecina que hace unos días, en el parque que está junto a la vía del tren, su esposo fue amenazado con navaja en mano… el ladrón le exigía el celular, pero mi vecino no lo traía… sólo había salido para darle la vuelta a su can. ¡De la que se salvó!

    Sí, pudiera uno decir que todo pasado fue mejor, pero corro el riesgo de que me condenen por neoliberal, fifí o miembro de la mafia del poder porque si hoy tenemos ciudadanos en crisis de pobreza, emocional, alimentaria o de inseguridad, dijera la Cuarta Transformación, todo es culpa, si no del Fiscal, de cualquier administración anterior… ¡feliz fin de semana!

     

    smcainito@gmail.com

     

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