Sergio González Levet
Sin tacto
El asilo político que brindó el Gobierno de México al presidente dimitido de Bolivia Evo Morales ha polarizado las opiniones de los conciudadanos que se expresan a través de las redes sociales.
Tal vez con una ligera ventaja de quienes se manifiestan en contra, casi mitad y mitad opinan de manera diferente en cuanto a esta decisión del presidente Andrés Manuel López Obrador, operada magistralmente -hay que reconocerlo- por Marcelo Ebrard (y conste que aún no es mi gallo para la lejana sucesión de 2024).
Llegó Evo con su derrota y su cauda de sospechas, y la opinión pública se dividió en dos partes. Medio país aplaudió a AMLO porque siguió la tradición de México como una nación que ha acogido siempre a quienes son perseguidos por sus ideas y/o sus acciones políticas. Y la otra mitad le reconviene al líder espiritual y real de Morena el que, en plena austeridad, esté gastando dinero para traer, favorecer y sustentar a su correligionario ideológico.
Un amigo periodista que vivió de cerca los años del arribo del poder de Hugo Chávez en Venezuela me contaba que a medida que transcurrió su mandato, el país se fue dividiendo en dos mitades: una menos uno y la otra más uno, y que ésta última era la de los seguidores de quien se estaba eternizando en el puesto. Así que Chávez ganaba las elecciones, incluso hasta limpiamente -si eso es posible- pero mandaba sobre una enorme cantidad de venezolanos que no estaban de acuerdo con él y sus posturas.
A Evo Morales le sucedió algo similar, porque en las tres primeras elecciones de sus sendos mandatos ganó con un margen de unos cuantos puntos porcentuales por sobre la mitad, y ese margen se fue reduciendo, mientras pasaba el tiempo, al grado que para la de este año las mediciones de las encuestas decían que por fin perdería la votación. De ahí que mal decidiera hacer un fraude para garantizar su permanencia en el poder.
E hicieron tan mal el cochupo electoral que todo el mundo lo notó, incluso la delegación de observadores de la OEA, que exhibió las irregularidades que cometió el gobierno Evoísta, y fue una gota más que terminó derramando el vaso de la paciencia ciudadana.
De ahí vinieron las manifestaciones masivas y la ira ciudadana contra el presidente defraudador de la voluntad popular.
Llega Evo a nuestro país como un asilado político y, al igual que en otros grandes temas, México también se empieza a dividir en dos grandes partes encontradas, después de que en las elecciones de 2018 hubo un consenso de facto en favor de López Obrador y sus propuestas en contra de la corrupción.
Al igual que Hugo Chávez en su momento y que el propio Evo Morales, Andrés Manuel ha visto que su popularidad y su aceptación han ido bajando y que la cómoda ventaja de que disfrutó Morena ahora se está convirtiendo en una lucha encarnizada por el pequeño margen después del 50%.
En 2021, con las elecciones intermedias, veremos qué tanto se ha mantenido la enorme aceptación que tuvo Morena hace un año.
Seguro que habrá grandes sorpresas.
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