Salvador Muñoz
Los Políticos
Permítame contarle tres anécdotas con respecto a la seguridad desde distintos ángulos, que en menos de una semana me tocó vivir:
I
Mi camino para cruzar el parque fue interrumpido por el inconfundible sonido de una motocicleta. Volteo, y veo a un patrullero atrás de mí y le pregunto: “¿Va a pasar?”, y responde afirmativamente. Me hago a un lado y su moto incursiona al parque donde se reúne con otros dos patrulleros en el área de ejercicios donde una pareja (a estas alturas, es menester especificar: una joven y un muchacho) “echaban novio”. La mochila del varón era vaciada ante la vista de los jenízaros mientras se veía “sacada de onda” la jovencita. En mis dos anteriores vueltas al parque, vi a los jóvenes haciéndose arrumacos aprovechando la poca luz que sobre esa área del parque daba por algunas ramas de los árboles que tapan los faroles del alumbrado público.
Para algunos vecinos, se les hizo aparatoso el movimiento de motociclistas para ir en pos de los palomos; otros lo vieron bien porque “no se sabe” qué puede traer en la mochila un joven…
A mí me queda la duda: ¿pueden los policías pedirme que les muestre lo que cargo en una mochila? En lo que a mí respecta, los jóvenes pueden aprovechar las sombras para “echar novio”…
II
El sábado recibo al celular una llamada de número desconocido. Las circunstancias me obligan a atender en espera de que no sea la misma joven que se empeña en decirme que mi tarjeta fue clonada y necesito que le dé una serie de datos para reportar como nula una supuesta compra que hice. Se trata del “Teniente Fulano”, quien me asegura que un ciudadano le entregó algunos documentos míos después de que por la mañana, hubiera extraviado mi cartera. Me reporta que está en el mercado Jáuregui, cerca de las oficinas de Hacienda. Enfilamos las baterías al punto, acordando que en media hora estaría por allá.
El tráfico es intenso en el centro de Xalapa y faltando como 5 minutos para llegar al punto acordado, recibo otra llamada. Preguntan por mi nombre y me cuestionan si tardo… les digo que estoy en el Puente Xallitic y me dicen que me esperan. Cuando llego al sito, veo a tres uniformados de la Fuerza Civil. Me identifico verbalmente y lamento no tener con qué hacerlo. Me preguntan qué objetos perdí y tras enumerarlos, me los devuelven. La cartera y una USB es lo no recuperado, pero lo demás es ganancia. La Mujer me había dado determinada cantidad como “recompensa” para los uniformados. No la aceptaron. “Estamos para servir a los ciudadanos”. Eso sí, a manera de cubrir el parte informativo, me piden una foto mientras hacen la devolución de mis documentos. Accedo.
III
Hace unos días, llego a la comparecencia como siempre, apostándome en un punto, para tomar fotos de los diputados y del secretario en turno, cuando una persona se me acerca y me dice: “Ya tomaste fotos, ¡retírate!”
–Excuse meee?– Por supuesto, no le respondí eso… pero sí le mostré mi extrañeza con un “¿Perdón?”.
–Sí, tomas una foto y te retiras– me volvió a decir.
–¿Y por qué?
–Son las disposiciones en el Congreso para las comparecencias.
–Disculpa, pero he venido a todas las comparecencias y es la primera vez que me dicen esto… ¿Y tú eres…?– La última pregunta la hago cuando me percato que no trae identificación ni chaleco propio como el que portan los elementos de seguridad del Congreso local…
–Soy de Seguridad del Congreso– me responde.
–No voy a entrar en una discusión, no estoy de acuerdo, pero voy a acatar lo que tú dices– respondí mientras me retiraba.
No tardo mucho en enterarme que dicho “elemento de Seguridad” es el chofer, asistente, empleado, “bodyguard” o lo que sea, del diputado José Manuel Pozos Castro. No sé si el señor amaneció con aires de “Kevin Costner” o fui “encargo” por parte del legislador para obstaculizar mi trabajo, porque contrario a este señor, los verdaderos elementos de Seguridad del Congreso local siempre han sido amables con quien escribe. En fin, espero no volver a toparme con los empleados de Pozos Castro.
smcainito@gmail.com
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