Uriel Flores Aguayo
El asesinato de la niña Fátima, ha sacudido la conciencia nacional por su edad, las formas de brutalidad en su crimen y la difusión masiva del entorno en que ocurrió. Es imposible en el ser humano promedio, en los mexicanos comunes, no estremecerse ante esa barbaridad. Si pensamos en una mejor sociedad simplemente este tipo de hechos no debieran ocurrir. Pero ocurren y hay que actuar de manera seria e integral para evitarlos. Habrá que tomar muchas decisiones en sentido preventivo para evitar el sufrimiento de nuestros niñas y niños, para que su existencia sea feliz y sana. Sin eso poco habremos avanzado como sociedad, en humanismo y civilización. No está mal lamentarnos por esta tragedia, pero siempre será mucho mejor eludir situaciones de ese nivel que nos envuelven en tristeza y hacen que nos sintamos miserables. Fátima, nuestra niña, como todas, debe descansar en paz y ser un recordatorio de lo que nos falta como sociedad, como nación, como México.
Echar culpas y crear un ambiente politizado es absurdo e inútil. Es preferible hablar de responsabilidades en la extensa cadena de ellas: familia, vecinos, Escuela, Maestros, DIF, Alcaldía, Gobierno Local, Gobierno Federal, etc.. Esto pasa porque puede pasar, porque las instituciones viven en la grandilocuencia y el burocratismo, rebasadas por la realidad y organizadas en función de proyectos políticos. Desde luego que pudo haberse evitado la muerte de Fátima, pero para eso se necesitan autoridades comprometidas con las profundidades de nuestra difícil realidad. Ahí hay un problema de cohesión social y familias disfuncionales donde sufren las niñas y niños, con una existencia envuelta en violencia y precariedad de todo tipo. Urgen políticas públicas, programas, estructuras y presupuestos para atender a la niñez, para garantizarles su derecho a una vida pacífica y sana, donde haya cariño y futuro pleno.
Hablar de cambios y regeneración tienen poco sentido mientras estos crímenes nos golpeen en el rostro y ocurran frente a nosotros. El cambio es de fondo y nos incluye a todos o solo será un maquillaje que beneficia a líderes y grupos. Los discursos explosivos y las invocaciones al pueblo serán huecos si continúan muriendo y desprotegidas las mujeres mexicanas, especialmente su niñez.
Esto seguirá pasando si no se cuidan los detalles y se hace lo correcto; no hay soluciones duraderas si hay prioridad partidista e imagen del gobernante. Esto seguirá ocurriendo con instituciones débiles y disfuncionales. Más que un Gobierno fallido hay aparatos burocratizados y ocupados en agendas de política electoral. Es hasta de humor negro que se hable pomposamente de una «nueva escuela mexicana» y no tengan esas autoridades educativas la mínima capacidad de organizar la salida de las y los alumnos de sus aulas, como ocurrió con Fátima. Ella, niña pequeña, lagrima rápida y sentimientos de profunda tristeza, angelito en el cielo, fue víctima de una sociedad omisa y de instituciones con elevado grado de inutilidad. Para que no haya más Fátimas, urgen medidas radicales y serias, utilizar los recursos en muchas medidas preventivas y llegar a instituciones eficaces y útiles. Sin retórica alguna puedo decir que Fátima es mártir y será un referente para lo que hagamos por nuestra niñez.
La historia nos muestra que hasta en las peores tragedias, esas donde algunas personas llegaron a exterminar a millones de seres humanos, como el Nazismo, se dan fenómenos curiosos con el comportamiento aparentemente normal de los verdugos, los hombres pequeños que reciben órdenes y se desprenden de humanismo en lo que consideran es su trabajo. Si observamos el entorno de Fátima, ahí se dan cita todo tipo de negligencias que cuestionan la existencia de autoridades. Pareciera que no es importante lo que pase con la niña, que es asunto de ella. No se tuteló su derecho a ser feliz ni sus derechos humanos en general. Habrá que hacer intensas y permanentes campañas contra las violencias intrafamiliares y crimínales. Mientras, pedir perdón y hacer el solemne compromiso porque no se repitan ese tipo de actos bestiales. Sería deseable también, por salud mental y pública, no generar un ambiente de lanzamiento de culpas y de vergonzoso desquite o justificaciones políticas. Lo qué pasó con Fátima, y sigue ocurriendo con las mujeres en general, nos debe invadir de tristeza y vergüenza pero, sobre todo, comprometemos contra el machismo, el abuso de género y la rigurosa protección de nuestros niños y niñas.
Recadito: mi corazón está con Fátima, por ella y todas las niñas oraciones y compromisos.
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