Felipe de Jesús Fernández Basilio
Desde a Janela
Comienzo esta columna platicándoles que en los ya algunos años que llevo escribiendo, en semana santa suelo hacer una pausa para que salgamos de la cotidianidad y dediquemos esta semana para convivir con la familia, para guardar fiestas religiosas, para salir de vacaciones o simplemente para hacer algo diferente; mas ahora que esa cotidianidad es totalmente distinta a la que conocemos y que estamos prácticamente confinados debido a la cuarentena que poco a poco se ha ido imponiendo en todos lados, siento que una buena manera de romper la nueva rutina impuesta es continuar con lo que antes era lo de siempre.
Después de ese pequeño prefacio, vamos a comenzar esta reflexión señalando la paradójica situación en la que se encuentra el gobierno federal mexicano ya que debido a la pandemia que enfrentamos, la siempre terca realidad (porque si el presidente es muy terco, la realidad lo es mucho más) le dice con la ironía de siempre “yo tengo otras cifras” y es que ahora resulta que el modelo con el que se mide el progreso de la epidemia resulta que solo es un muestreo estadístico, ya que se ignora el número real de contagios en el país quedando como, por decir lo menos, minúsculas las cifras oficiales que día a día nos receta el encargado de informar todo acerca de la enfermedad.
Y esto se debe a que el gobierno mexicano ha sido reticente con respecto a realizar pruebas y con ello simplemente desconoce el tamaño real del problema y así no hay forma de combatirlo y es ahí en donde está una de las tantas irresponsabilidades con que se ha conducido en esta crisis, porque es de lógica elemental que el primer paso para resolver un problema es conocer la magnitud del mismo.
Mas las pruebas no se llevan a cabo no porque no sean útiles como dice el vocero de la pandemia sino porque no hay la voluntad de gastar dinero para conseguirlas y practicarlas, ya que el dinero que hay está destinado para los programas clientelares y los elefantes blancos de esta administración y por la misma razón se destruyó como si se tratara de una purga estaliniana a todo el sistema de salud y también como sucedió con las purgas del viejo dictador soviético, ahora que ese sistema de salud es necesario simplemente no está en funcionamiento porque se le dejó sin presupuesto y lo anterior se constata con las múltiples protestas por parte del personal que se han llevado a cabo en muchos hospitales públicos a lo largo y ancho del país.
Sin embargo, el principal problema no se encuentra en la enfermedad como tal, sino que se encuentra en las repercusiones económicas que la cuarentena impuesta en el mundo va traer, ya que el confinamiento va a traer como resultado la quiebra o reducción de muchísimas empresas y con ello la pérdida de más de 195 millones de empleos en todo el mundo según los cálculos de la Organización Internacional del Trabajo, es decir una y media veces la población total de México y con ellos la pobreza tanto de empresarios como de trabajadores sin mencionar lo difícil que va a ser la recuperación de la economía mundial debido a que otra de las consecuencias del cierre de casi toda la actividad económica en el mundo es que se interrumpen las cadenas de producción.
Sinceramente no estoy seguro si estas medidas de cuarentena general en realidad hayan sido las más acertadas, ya que los números de la enfermedad no son tan grandes como para poner en serio predicamento la existencia de la humanidad y los daños en la economía pueden ser peores que los que ocasionó la segunda guerra, ya se habla de que viene una crisis económica peor que la de 1929, la cual por su tamaño y las secuelas que dejó fue conocida como la Gran Depresión, es decir puede ser peor el remedio que la enfermedad.
Así están las cosas en el mundo, pero en nuestro México están aún peores ya que en el gobierno federal están viendo la magnitud de la tragedia que viene y en lugar de intentar paliarla usando todos los recursos fiscales y sociales a su alcance, salen con viejos resentimientos sociales, con medidas inútiles y con cifras imaginarias sobre la creación de empleos cuando la dura realidad es que los empleos se van a perder.
Y lo peor es que el gobierno va a hacer más grande la pérdida de los empleos al obligar a los empleadores a pagar salarios, cuotas y contribuciones sin aportar nada hasta que estos gastos sean insostenibles y obliguen al cierre de los negocios y entonces se acaben esos empleos, cuotas e impuestos.
Claro, ya empiezan a salir con la excusa de que son las grandes empresas las que no son solidarias, despiden trabajadores y no pagan impuestos, ya que eso en un discurso que fomenta el resentimiento social suena bonito; mas en cuanto a que esas empresas sean las únicas que despiden trabajadores, tengo mis reservas e incluso muchas de ellas siguen operando normalmente pese a que tienen que dejar a muchos trabajadores en casa, tal y como acontece con las de Salinas Pliego y sí hay muchos emprendedores que se han quedado sin poder trabajar y por consecuencia sin dar empleo o sin consumir en otros pequeños o grandes negocios.
En cuanto a los impuestos atrasados, hay que ver la razón por la cual no se han cubierto, ya que puede ser una gracia otorgada por parte del gobierno como la que casi con certeza se puede decir que se le da a Salinas Pliego, quien con tal de seguir haciendo negocios puede pactar hasta con el Diablo y por eso es tan amigo de López, o bien pueden estar sujetos a litigio y entonces pueden incluso nunca pagarse o pagarse en menor cantidad a la reclamada, con lo que otra vez las cifras de la realidad pueden ser muy diferentes a las que el gobierno presenta.
Así mismo vemos la doble moral del gobierno federal, ya que por una parte clasifica a las industrias y servicios como esenciales y no esenciales, debiendo de cerrar las segundas pero tenemos casos como el de la industria de la construcción que es de las consideradas como no esenciales mas si alguna empresa de ese ramo está relacionada con el Trenecito de la Selva, la Central Avionera del Norte o la industria de museo que se está construyendo en Dos bocas, Tabasco; entonces sí que son esenciales, es decir los caprichitos del Presi no son negociables aunque el mundo se acabe y según cuentas alegres ahí no pasa nada aunque en realidad pongan en riesgo a quienes ahí laboran.
Y qué decir de la impartición de justicia en un país que se caracteriza por la ausencia del estado de derecho; ahí los poderes judiciales y en su caso las dependencias del ejecutivo, decretan un cierre casi total de los juzgados y tribunales, cuando su actividad es más que necesaria ya que los conflictos sociales no se han detenido, los delitos se siguen cometiendo, las familias se siguen peleando y dañando a los menores o a los muy mayores, el gobierno ahora más que nunca es arbitrario y no hay instituciones jurisdiccionales que se hagan cargo de la situación pero eso sí cobran su salario íntegro, el cual muchas veces es muy alto como acontece con los ministros, magistrados locales y federales así como jueces y diversos funcionarios que integran su plantilla laboral y eso que ya muchas leyes, entre ellas la de amparo permiten los litigios en la vía digital, es decir los juicios se pueden llevar en línea pero ni si quiera así están trabajando, es decir para los juzgadores no pasa nada cuando la terca realidad nos dice otra cosa.
Así que como podemos darnos cuenta, al gobierno de López le pasó como el bumerán con su dicho de que tiene otras cifras ya que en cada cosa que dicen la dura y terca realidad les responde con altanería: “yo sí que tengo otras cifras”.
Twitter: @FelipeFBasilio
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