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    Vanessa Cambranis

    Enseñar, educar, compartir, aprender y re-aprender… qué maravillosa es la vida para quienes tenemos la dicha de prepararnos, estudiar, vivir y redescubrirnos a través de compartir el maravilloso don de ser Maestro o Maestra.

    Vengo de una madre Maestra y nomás ejerció ¡47 años! Educó al papá, mamá, a sus hijos, y a los hijos de sus hijos… ella, mujer de antaño, de «arrastrar» lápiz y papel, de abrazar a «sus niños» como lo hacía con nosotros, «sus hijos»… ella no tenía distingo, amaba su profesión de maestra de campo, rural, de caminar horas y me contaba que muchas veces los padres de familia la cargaban para pasarla de la lanchita en la que atravesaba los pantanos tabasqueños a la orilla del campo para que ella, la maestra de sus hijos no se mojara sus pies en el fango…

    Admiraban, cuidaban y respetaban a esa mujer sola y con un montón de libros y sueños bajo el brazo, que andaba en mula, en lancha y caminando entre el campo, la sierra oaxaqueña y los caminos veracruzanos y hacía lo necesario para llegar a compartir con unos niños el don que Dios le dio: el don del Conocimiento, la Paciencia y la Sabiduría…

    Sabes, es muy común que los hijos de los maestros estudiemos en la escuela en la que ellos trabajan. Hoy, pasados los años, comprendo que lo hacen por dos razones:

    1. Es la única manera en que ellos pueden tenernos «cerca» aunque sea un tiempo, es decir, ellos (los maestros y maestras) viven para enseñar a otros todo el tiempo, por lo que es difícil que te dediquen mucho tiempo en casa, ya que es ahí en donde ellos y ellas preparan su material de trabajo, calificaciones de exámenes e interminables trámites burocráticos que el «Sistema Educativo» les exige.

    Y 2. Es para que así nos «controlen a corta distancia». Vaya ¡qué inteligentes! Ya sabes, si te portas mal, te acuso con tu mami, la maestra y el reporte llegaba más rápido que un mensaje de Whats, ¡mi maestra estaba a salones de distancia de mi madre y eso sí era de miedo! Es decir, ni siquiera me daban chance de llegar al típico «En la casa hablamos»… El regaño era en corto, frente a mi maestra o maestro, y creo que por eso mi vida es de No esperar… es tratar de solucionar en corto y de respetar a mis maestros y maestras.
    Mi madre se transformaba ante los niños en gitana para enseñar el presente, pasado y futuro; yo veía y disfrutaba observar la cara de asombro que ponían los niños en su salón de clases cuando su maestra era una gitana… ella tenía la paciencia de abrazar desde el alma a un niño.
    Hace ya un tiempo, cuando estudiaba la primaria, en la escuela donde mi mamá trabajaba en la tarde, siempre a la hora del recreo, me iba a su salón para comer y estar un ratito con ella. Un día al llegar la vi que hablaba sentada frente a frente en su escritorio con un niño. Así que ese día, cuando entré al salón y los vi, no interrumpí (porque cuando tu maestro te sentaba frente a su escritorio ¡la cosa era seria!).

    Terminó el recreo y me fui a mi salón. Al otro día vi que ese niño era el que ordenaba a todos antes de entrar al salón (ya sabes, el clásico: Fórmense, tomen distancia, media vuelta en 1,2 y 3… ¡firmes ya! y pasaban uno a uno de manera ordenada a su salón para iniciar sus clases). Ese niño que me robó mi tiempo con mi mami, ahora ¡era el jefe del salón! y era el que ponía el orden y era el que ayudaba a la maestra en todo.

    Un día hablé con mi mamá y le pregunté porqué trataba a ese niño con tanta confianza y le daba mucho valor… recuerdo perfecto lo que me dijo: Hija, ese niño viene de una familia que no tiene papá; su padre los abandonó, su mamá se dedica a trabajar en «cosas de adultos» y por necesidad los deja solos. Ella está sola ante la vida y tiene que sacar adelante a estos niños. Este niño era el que peor comportamiento tenía en mi clase: rebelde, grosero, no prestaba atención y me distraía al grupo. Yo investigué lo que sucedía en su casa y por eso el otro día lo senté para platicar con él. Le dije que su madre era una gran mujer; le ofrecí mi amor y ternura y le pedí que me ayude con el grupo. Yo le dije que él era muy valioso para mí y le di mi cariño y confianza… este niño es bueno y generoso; sólo necesitaba que alguien se lo dijera. Ahora es mi mano derecha y él se siente importante y útil en la vida. Por eso le doy tu tiempo a él; tú me tienes a mí y a tu padre; él sólo tiene un tiempo de amor cuando viene a la escuela; aquí él se siente único y yo le doy mi cariño todos los días…
    Y ese cariño le duró toda su vida, durante los 47 años que se dedicó a ser la Maestra Cambranis, como es conocida en nuestro querido Agua Dulce. Ella fue mi mejor maestra y a veces la miro… No tiene face, No quiere complicarse la vida en el whats, ella es esa hermosa generación de maestros que abrazaban a los niños (tus hijos, tus nietos, o alguien tuyo) con lápiz, besos y papel…
    Los tiempos han cambiado… estamos viviendo una nueva era educativa, en la que los padres ya no se hacían responsables de la educación en casa de sus hijos, ya no respetaban la imagen, el valor, sacrificio y tiempo que un maestro dedicaba a sus hijos. Estamos viviendo un cambio tecnológico que a muchos de ellos se les dificulta y son causa de burla y faltas de respeto y sobre todo, comprensión.
    Estamos viviendo un tiempo en que se nos olvida que es gracias a un buen maestro que tú y tus hijos podrán a a través de ellos, los libros y en algunos casos, la tecnología, «descubrir el mundo del conocimiento».
    Esta pandemia que nos mantiene en casa, nos está enseñando a todos (padres de familia, sociedad y maestro o maestra), la hermosa responsabilidad que implica la paciencia, el amor, la preparación y lo valioso que es dedicarle un tiempo de calidad y calidez a un niño o niña… quizás ese pequeño tiempo de amor sea lo que transforme su vida en un maravilloso astronauta, doctor, doctora, o quizás sea un maravilloso ser que sea maestro o maestra… la historia de ese cambio está en ti, en tus manos…
    Creo que este tiempo que estamos en casa a causa de la pandemia a nivel mundial que todos estamos viviendo, te está obligando para llevar y asumir la educación de tus hijos, y te servirá para recordar lo hermoso que es tener un maestro o maestra que guía todos los días a tus hijos en las diferentes etapas de sus vidas… ¡Sí, un gran maestro o maestra! que aún con muchas carencias de infraestructura, discriminación, sociales, culturales, ideológicas, educativas y tecnológicas, hace todo lo imposible, incluso hasta transformarse en gitana, para facilitar, cautivar e inspirar la vida de un niño o niña y abrirle su vida al maravilloso mundo del don del conocimiento.

    ¡Felicidades a todos nuestros queridos maestros y maestras de todos los niveles educativos, asignaturas, talleres y oficios! Mi respeto y admiración… ¡gracias Dios por la Gitana, Maestra y Madre que tengo en casa!
    Felicidades a mi querida hermana Yami, educadora desde hace ya 26 años… la historia se repite… yo, ahora comparto con amor el maravilloso mundo de la belleza, sí, la del alma…
    ¡Bendecido Día del Maestro y Maestra!

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